'Kingtero', el ingeniero aeronáutico que se crió en La Carihuela
Kárate
El medallista olímpico nació en Argentina, con cinco años se trasladó a Torremolinos y allí contactó con el kárate
Hugo Quintero y Miriam Capdevila tenían los papeles listos para dejar Argentina y marcharse rumbo a Australia. La perenne crisis argentina les llevaba a una decisión drástica, cruzar el mundo para buscar una vida mejor para sus dos hijos. Un aviso de una amiga de la familia giró bruscamente la historia. Buscaban odontólogos en España. Hugo y Miriam cambiaron de planes y en 1989, pocos días después de las tristemente famosas inundaciones de noviembre en la Costa del Sol, aterrizaron en España con sus dos hijos. Tras un breve paso por Madrid, poco después en Málaga. El pequeño, Damián, nació en Buenos Aires. Sus padres conservan el acento porteño intacto más de tres décadas después de aterrizar en Málaga. Damián no tiene rastro, lo tiene más neutro después de casi 20 años viviendo en Madrid.
'Kingtero', juego de palabras con el 'king' inglés (rey) que su equipo de comunicación popularizó, llegó al kárate por ser "un trasto", como él mismo admite, cuando er un niño. La hiperactividad que mostraba llevó a sus padres a apuntarlo en un gimnasio. “Me apuntaron con cinco años pero era tan chiquitito que el maestro, Lorenzo Marín, le dijo a mis padres que fuera al año siguiente”, explicaba tiempo atrás el flamante medallista olímpico. Allí estaba el año después. En el colegio practicó el baloncesto, también el waterpolo. Pero el flechazo con el kárate en aquel gimnasio Club Goju-Ryu, hoy convertido en uno de los más reputados del país, fue inmediato. "Le vino muy bien esa disciplina, es muy aconsejable para niños inquietos. Empezó y luego le gustó y ya no se quiso cambiar", relata Miriam, su madre. A 100 metros de La Carihuela vivía y creció el protagonista malagueño que ha hecho historia en el Nippon Budokan, templo de las artes marciales en Japón.
En 1992, en el olímpico año barcelonés, Damián ganó un Trofeo de Navidad en Torremolinos, su primera medalla, de bronce. Casi 30 años después, es medallista olímpico, de plata. Ha sido un viaje largo y con vicisitudes para Quintero, que empezó a ver cómo ganaba cada vez más. Con 13 años se proclama campeón de España compitiendo con la selección andaluza. Y, tras seguir ganando, llega 2002, un año capital en su carrera. Damián fue preseleccionado para participar en su primer Campeonato de Europa cadete, donde obtiene su primera medalla de oro en un Europeo. Es un momento bisagra en su vida, la Federación Española de Kárate (RFEK) le ofrece incorporarse a la Residencia Joaquín Blume, en el Centro de Alto Rendimiento (CAR) del Consejo Superior de Deportes en Madrid. Allí, en la capital, comienza a entrenar bajo las órdenes de Miguel Ángel López Castellanos, quien sigue siendo su sensei. En 2015, Málaga Hoy reconocía a Damián Quintero como "Malagueño de Hoy" después de acumular títulos europeos y uno mundial y era López quien le entregaba el premio, emocionándose relatando las cualidades deportivas y humanas de Quintero. "Para mí es un orgullo porque lleva conmigo desde que era pequeño. Hemos viajado juntos y he entrenado día a día con él. Sólo le pido que siga la línea íntegra que siempre ha tenido", decía López. Quintero ha seguido respetando a su maestro. "Es una excelentísima persona. Me ha enseñado muchísimos valores y, sobre todo, lo que te transmite, sabe manejar al competidor, lo que quiere en cada momento. Se involucra al máximo”, le define.
No le costaba muchos esfuerzos al medallista olímpico sacar buenas notas y en Madrid comenzó a estudiar Ingeniería Aeronáutica, carrera que se sacó con esfuerzo compatibilizando con el kárate. No fueron años sencillos pese a un luminoso 2004. Tras ganar el Campeonato de España junior, Campeonato de España senior y Campeonato de España universitario, vuelve a proclamarse campeón de Europa en categoría junior y es seleccionado para acudir a un Europeo absoluto en el que consigue una histórica medalla de plata con tan sólo 19 años. Un bronce en el Campeonato de España el año siguiente le dejaría sólo formando parte de la selección nacional por equipos. No compitió durante siete años a nivel internacional en solitario. Hasta que, con tesón, en 2011 comenzó a voltear su historia. Tras años de vacilaciones, consigue ser el primer espada español y desde entonces no se baja de un podio en un Campeonato de Europa. La exigencia deportiva le llevó a pedir una excedencia en la empresa en la que trabajaba. Trabajaba en ATOS, le llegaban de Airbus piezas defectuosas y tenía que recalcular para ver si se podían arreglar o había que devolverlas. Tenía proyección en la empresa, que le daba flexibilidad para acudir a sus competiciones, pero era una vida estresante, de entrenamiento tras llegar del trabajo. Seguía en la Residencia Blume, donde es uno de los 'abuelos'. Con el runrún de que el kárate podía ser olímpico, Quintero dio el paso de la excedencia.
Éxitos en la Premier League, el circuito de kárate que se formó para que los mejores compitieran con más continuidad entre ellos, Europeos y Mundiales siguieron llegando. El caramelo olímpico aumentó la competitividad en la prueba, más países y karatekas, a olor de la gloria, apostaron por Tokio'20 y ello exigió el do de pecho. Quintero se profesionalizó, trabajando con fisios y psicólogos, y también comenzó a explotar los beneficios, con presencia en programas de ámbito nacional y revistas de distintos segmentos. Se casó con su novia, Casandra, un par de años atrás. El palo de que, antes de que se disputaran estos Juegos, se le sacara del programa olímpico para París'24, donde Quintero podía llegar competitivo con 40 años (Sandra Sánchez ha sido oro con 39), aumentó más la presión por ser la única oportunidad en la vida. Y Quintero no falló.
"Es una filosofía de vida, se ha convertido en un camino. El kárate ha enseñado a ser más humilde, el sacrificio, a ser respetuoso con el prójimo. He aplicado el aprendizaje en el kárate en el trabajo y en los estudios. Mucha gente pregunta si es como si le claváramos un cuchillo a una persona. El kárate lo primero que te enseña no es a atacar, sí a defender. Y mucho menos a pelearte. Pongo la mano en el fuego que ningún karateka en el mundo se va a pelear con nadie en la calle. Al contrario, rehuirá de la pelea”, explica Quintero cómo piensa y sienta un karateka. Un karateka subcampeón olímpico.
No hay comentarios