Llull gira la historia
Una canasta del balear a falta de una décima para acabar el partido permite al Real Madrid conquistar su 24ª título y quebrar el dominio del Barcelona en la Copa en Málaga
El baloncesto es esto, por eso quizá sea el deporte más maravilloso e imprevisible que existe, capaz de reservar varios golpes de teatro en apenas 30 segundos como seguramente ninguna otra disciplina puede ofrecer. En una final tremenda, quizá no tan brillante pero sí ultracompetida, Sergio Llull cambió la historia que ligaba a Málaga y al Barcelona en clave copera. No anduvo lejos de perpetuarse la historia. Pero un tiro lateral del mahonés, pisando el triple, a falta de una décima permitió al Real Madrid conquistar su 24ª Copa del Rey, deshaciendo el empate a 23 con su rival de ayer (76-77).
Málaga fue testigo de una final que será recordada para los restos, como la de la explosión de Gasol en 2001. Remite a aquella final que de Valladolid en el año 88 en la que Nacho Solozabal, sentado como comentarista de TV3 en el lado opuesto desde donde tiró Llull, anotó un triple sobre la bocina para que el Barcelona derrotara al Madrid en Pisuerga. De alguna manera, también recuerda por la posición del tiro a aquel triple de Herreros en 2005 en Vitoria para culminar una remontada histórica y ganar la ACB.
El partido tenía color blanco cuando Mirotic, imperial MVP con 17 puntos, 11 rebotes y tres tapones, había metido un triple desde la esquina (71-64), pero el indomable Barcelona no se rindió. A un minuto seguía en seis la diferencia. Falló dos tiros libres Dorsey y metió Marcelinho uno de esos tiros peculiares con salto de la rana. A falta de 23 segundos mandaba el Madrid por dos puntos y tenía el balón. Arriesgó el Barcelona buscando el robo, dejando correr algunos segundos. Y le salió bien. Sergio Rodríguez dio un mal pase y la defensa azulgrana se anticipó. Oleson encaró el aro y sacó un dos más uno, convirtiendo el adicional (76-75). Había agotado sus tiempos muertos Pablo Laso a falta de ocho segundos. Sergio Rodríguez salió al galope para enmendar su error. Amagó el tiro, estuvo a punto de comerse el tapón y abrió a su derecha. En la esquina Llull esperaba para meter la canasta de su vida. Pisando la línea de tres se levantó y la metió limpia. Quedaba sólo una décima. El Barcelona pidió tiempo muerto. Sólo valía un palmeo imposible que Tomic no pudo ejecutar con rumbo al aro.
Y así se cerró una Copa del Rey con una final que mejoró un torneo que no fue luminoso en el Carpena, con insultante superioridad de los dos grandes y apenas un buen Baskonia-Valencia que llevarse a la boca. La final demostró que Real Madrid y Barcelona han vuelto al pasado, cuando dominaban con mano de hierro el campeonato sin que los demás tuvieran apenas opción a soñar. Son dos de los cinco mejores equipos del continente, sus plantillas son profundas, sus estilos son contrapuestos y por ello saltan chispas cuando colisionan.
El partido se jugó al ritmo que más le convenía al Barcelona, siempre por debajo de los 80 puntos de proyección. Las defensas estaban trabajadas. Llull, a posteriori héroe, tuvo la siempre complicada misión de vigilar a Juan Carlos Navarro, que se quedaría en sólo cinco puntos, con 12 errores lanzando a canasta, inusualmente tres tiros libres, dos de ellos en un momento capital del partido. Si Plaza postergó a Kuzminskas, Pascual prescindió de un efervescente Abrines que metió siete puntos en siete minutos, con dos triples de categoría ante los pitos de la afición malagueña cada vez que cogía el balón. Llegar tarde a un triple de Rudy por tragarse un bloqueo fue razón para el técnico le sentara un minuto después del descanso y ya no se acordara de él. Abrines había cambiado el aire y permitido que el Barcelona dominara (42-38) al descanso.
En la segunda parte, Rudy Fernández apareció para reivindicar galones de MVP, acabaría con 19 puntos. Pero fue la solidez de un maduro Nikola Mirotic, de 22 años, dos más que cuando Pau se coronó en Málaga, quien se llevaría ese galardón. Estuvo titánico en los dos aros. Fajándose como un jornalero, exhibiendo intimidación. En un partido con muchos matices él había puesto la diferencia. El Madrid gestionó mal el último minuto de partido. Tuvo ganado y después perdido el partido. Antes de que Sergio Llull cambiara la historia y consiguiera una canasta para los anales que está ya en el museo del baloncesto.
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