Análisis
Santiago Carbó
Algunas reflexiones sobre las graves consecuencias de la DANA
Málaga-villarreal
Una victoria o una derrota no habría supuesto nada definitivo. Pero hay partidos que pintan una raya en el suelo. De un lado, el gallito, el que está acostumbrado a trazarlas; del otro, el osado, el que quiere robarle la tiza. Era el ego lo que estaba en juego. El Villarreal marca la frontera europea y su potencial le obligaa vivir ahí; el Málaga quiere asomarse, mordedor, soñador. Quedan muchos capítulos, ahora llegan Sevilla y Athletic para que el decorado continental no sea retirado aún. El Villarreal, sin exprimirse, dejó claro que ahí arriba viven los que tienen pegada; el Málaga, exhausto, mandó un mensaje a los que pugnan por las primeras posiciones: si algo hay en sus músculos es un gran cargamento de casta y tesón.
El empate reforzó el ego blanquiazul. Jugaba en casa, pero ante un equipo que raro será si no acaba en plaza europea y que está llamado a avanzar varias rondas tanto en Europa League como en Copa del Rey. Y al que tuvo que arrostrar de nuevo con bajas muy dañinas. No por frecuente se reduce la dificultad. El Villarreal es una suma de talentos y otra vez le tocó al Málaga jugar con sus cuatro laterales. Los de Gracia están atravesando peligrosas turbulencias y aun así todavía conservan la séptima plaza. La que ahora mismo se confirma como la bisagra entre los más ambiciosos y los más mediocres, y que sigue ligada al runrún de que pueda llevar premio europeo al término de la campaña.
Como contra el Almería, se vio de nuevo la cara más opaca. Llegó más y lo buscó más el Málaga, aunque de modo más bullicioso que talentoso. En cualquier caso, no hay que irse mucho en el tiempo para encontrar que no había planes B cuando la clase no emergía. Ese es el Málaga de Javi Gracia, un equipo que derrocha energía pero que siempre tiene la batería de reserva llena para malas tardes. Ahí se puede incluir el inagotable laboratorio. Asenjo, que ya había frustrado a Amrabat, sacó una buena mano para evitar que Antunes coronara una sucesión de movimientos deliciosos y suizos. El partido tuvo más intensidad que fútbol. Agazapado el Villarreal, se limitó a vivir del zarpazo de Dos Santos en la prolongación del primer tiempo. Ir a la desesperada le fue bien al Málaga, que empató con un tanto que duró diez segundos, el tiempo que tardó un asistente en rectificar al otro y dejar la celebración del tanto de Darder en nada. Supuestamente, estorbaba Amrabat a Asenjo en el tiro de Rosales. Se encendió de ira La Rosaleda, también Gracia, y la combustión sirvió para que un minuto después Amrabat pusiera el 1-1 definitivo. Cabría decir que, sin tampoco merecer claramente los tres puntos, sí que el Málaga hizo por sumar más que su par. Pero así son las peleas en la cornisa, uno trata de no caerse más que empujar a su adversario.
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