Málaga todopoderoso (1-0)

Liga de campeones

El equipo de Pellegrini también doma al histórico Milan y toma una ventaja casi definitiva para entrar en octavos. De nuevo mandó Isco, de nuevo Joaquín se resarció de un penalti fallado.

José L. Malo

24 de octubre 2012 - 19:56

Málaga/El Málaga es una barbaridad. El líder de Europa, invicto, imbatido, inalcanzable, insaciable. Hasta para el cazador de siete Champions, que acabó arrodillado ante su fútbol hipnótico. El equipo de Pellegrini es ahora mismo todopoderoso, puede lograr lo que se proponga. Y como intenta todo, todo le sale. Aunque sea desnudar al Milan. Cada partido es una caja de sueños. En ella no hay fondo, solo un regalo delicioso tras otro. El de anoche, sacar los colores al conjunto que ha inventando muchos conceptos de este deporte durante décadas de éxito. Cinco puntos sobre el segundo, seis sobre el tercero. Los octavos de final han reservado una suite de lujo para los blanquiazules, Wembley ya no lo ve un huésped imposible. No hay límites para quien vive desafiando lo imposible.

El partido fue un aquí mando yo, más aún tras el descanso. Ahí quedaron los ramalazos del Milan, en la apertura del partido y en el braceo a la desesperada. Pura anécdota ante el Málaga, que jugó haciendo ronditos en territorio comanche, empujando al Milan contra el paredón. El respeto se quedó en los micrófonos, los de Allegri parecieron siempre un gato asustado en un rincón. La clase no es agua, sostienen los italianos. Este Málaga juega con la elegancia de la moda milanesa; son Joaquín e Isco los que le dan al juego ese embrujo y aire flamenco. Los compañeros asisten a su fiesta con un trabajo para enmarcar. Defendiendo en prosa, atacando en verso. Por eso ni la lluvia continua movió a un alma de sus butacas; nadie quiere perder su asiento en el paraíso. Los rossoneri comprobaron la sala de torturas malaguista. El guión se repitió, fue clónico el desenlace. Con Isco dibujando las baldosas amarillas y Joaquín recorriéndolas el primero. El gaditano calcó el fallo del penalti y la posterior redención. Tiene bula para ello ante una grada que le quiere como se quiere a un hijo pródigo. Isco, líder desde el principio, también abrió su parque temático del fútbol anoche. Pases, regates, controles, disparos. Cuando cogía el balón la defensa del Milan parecía ver un león. Y todos se agazapaban en torno al rebaño de Amelia. Siete copas de Europa encerradas en un callejón y el malagueño siempre con la llave maestra para hallar el hueco.

El duopolio volvió a contar con el broche de siempre, la parada extemporánea y salvadora de Caballero. Se quitó de en medio el disparo que El Shaarawy armó a la velocidad de la luz para sacarle lustre a su cerrojo europeo, cero goles en cinco partidos. Hubo un invitado estrella, Iturra disfrazado de brasileño. Se pasó el partido ladrando, quién sabe si los milanistas reconocieron a Gattuso bajo esa melena. Quizá por eso no se preocuparon en exceso en un lance en que el chileno se quedó con la bola en la frontal. Se inventó un pase de categoría que sobrevoló la superpoblación de la zaga. Nació la Iturrinha, que llegó a los pies de Joaquín como un regalo de los dioses. Vitamina en vena para el de El Puerto, que ya no tirará más penaltis. No fue otro fallo, fue el castigo de Sísifo. Joaquín golpeó de nuevo con el tobillo, mal, al mismo agujero negro que el día del Valladolid. Su gran trauma de Corea, aquellas lágrimas desgarradoras, reencarnado en un bucle de cuatro días. Es un problema de diván y seguramente ha llegado el momento del relevo a Isco. Pero hay que ser un futbolista de gran talla para volver a rehacerse con la segunda parte de clarividencia, determinación y desequilibrio que regaló a los mojados seguidores. Aguantaron bravos el aguacero como lo hizo el césped, de nuevo plegado a los intereses del fútbol alegre de su dueño.

El Milan, que siempre estuvo a verlas venir menos cuando Pazzini ofrecía soluciones a Montolivo, fue un equipo primario, a veces iluminado por el Shaarawy y Emanuelson. Es una generación de transición a la clase media con un técnico triste. De partida con cinco defensas, roto en grupos de seis y cuatro jugadores a la desesperada por el empate, Allegri también pasó por caja ante Pellegrini. El Ingeniero de esta dicha.

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