Copa Davis: Novak Djokovic pasea su aura por Málaga
Dos días después de ganar el título de maestro en Turín, el serbio prueba las pistas y se concentra en una misión: conquistar la segunda Davis de Serbia a las órdenes de Tipsarevic y Troicki, compañeros de generación
Primeros raquetazos en Málaga
Gran ambiente en el estreno de la Copa Davis
48 horas después de ganar su séptimo torneo de maestros en Turín, Novak Djokovic se ejercita metódicamente en las tres pistas auxiliares construidas ex profeso para dar alternativas a la principal en el Martín Carpena. Una carpa gigante que reproduce las condiciones de la central, con la iluminación similar para la adaptación. Hasta este jueves no es el debut del astro de Belgrado, pero ya está en modo Copa Davis, un torneo en el que Serbia sólo ganó una vez. Fue en 2010, en el gigante Beogradska Arena ante más de 20.000 seguidores. Fue un 3-2 resuelto en el quinto set del doble ante Francia. Djokovic ganó sus dos puntos en la final y llevó el choque al quinto partido. Allí tenía había que elegir entre Viktor Troicki y Janko Tipsarevic. Este último, con mejor ranking, dijo que jugara Troicki, que sería el héroe tras tumbar al francés Llodra. Tipsarevic había sido el salvador en las semifinales ante República Checa. Cubrió las espaldas de Djokovic, que perdió el cuarto partido con opción de sentenciar ante Berdych. Y tumbó a Stepanek para tener acceso a la final. Previamente, Serbia había liquidado a Estados Unidos y Croacia, un camino imperial.
En esa pista auxiliar del parking del Carpena están Viktor Troicki, capitán del equipo, y Janko Tipsarevic, vicecapitán. Djokovic se ha rodeado de aquellos con los que tocó la gloria en 2010. 13 años después quiere volver a llevar a Serbia al título. En ese 2010 Djokovic tenía 23 años. Era ya un gran tenista, pero no el mito que es hoy. Con esa edad había ganado sólo un grand slam (Australia'08). Pero aquella Davis le dio confianza y le ayudó a crecer mentalmente. En 2011 ya ganaría Australia, Wimbledon y US Open y sólo caería en Roland Garros ante Federer. Hubo un antes y un después. En su cénit como jugador pese a sus 36 años (tres grand slams ganados y con un título más en el Masters), Djokovic quiere al menos una Ensaladera más antes del ocaso. El componente patriótico influye. Salió con 12 años rumbo a Alemania tras el bombardeo de la OTAN de Belgrado. Es referente absoluto en su país. De madre croata, es también muy respetado en otros países ex yugoslavos. Y esta Copa Davis le cuadraba. En 2024 tiene el sobreesfuerzo de lo único que le falta, el oro olímpico en París'24. Lo intentó en Tokio, a costa de sacrificar el último tercio de temporada, y no hubo suerte.
El entrenamiento de Djokovic se abre 15 minutos a la prensa. Hay cerca de un centenar de medios para captar las imágenes del número uno del mundo. Se pide silencio y Djokovic pelotea con Laslo Djere, uno de sus compañeros, enfrente. Revés primero, drive después, alguna dejada. Ni una sonrisa, seriedad absoluta. Desprende su aura de número uno en un simple entrenamiento. Comenta con Tipsarevic y Troicki (fueron número 12 y 8 del mundo en los picos de sus carreras). Sentado en el banco, un marbellí, Carlos Gómez-Herrera. Estuvo entre los 300 mejores jugadores del mundo. Ahora es una de las manos derechas de Djokovic. Con una amistad de varios lustros, es uno de los responsables de que el serbio tenga una gran casa y pase temporadas en la Costa del Sol. También le pidió consejo al mítico ex entrenador de baloncesto, Boza Maljkovic, ex entrenador del Unicaja, ahora presidente del Comité Olímpico Serbio y también vecino habitual de Marbella. Por ejemplo, el confinamiento de la pandemia lo pasó en la Costa. Se hicieron virales unas imágenes de Nole y Gómez-Herrera peloteando en el interior de la casa. "Lo que más destacaría de Novak es lo transparente que es: lo que se ve es lo que es", decía un año atrás Gómez-Herrera sobre su amigo. Ahora le acompaña también en muchos torneos, se le ve en el palco junto a Goran Ivanisevic, su entrenador.
Djokovic y su mujer, Jelena, tienen dos hijos, Stefan y Tara Djokovic. Stefan, nueve años, tiene personalidad. Su padre es hincha del Estrella Roja, pero él lo es del Partizan y ha aparecido en algún partido de la Euroliga de baloncesto con él para ver a los pupilos de Zeljko Obradovic. En un lugar en el que se suele jugar a la canasta, Djokovic, empedernido aficionado al básket, tiene una misión delante de sus hijos: llevar al título a Serbia. Este miércoles se podrá oírle.
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