Sampson fue el primero

El pívot, una de las torres gemelas de los Houston Rockets, fue el pionero en llegar a España con el número uno del 'draft' bajo su brazo Ahora le emula Andrea Bargnani

Ralph Sampson, en el Caja de Ronda.
Ralph Sampson, en el Caja de Ronda.
Javier García Málaga

28 de julio 2016 - 05:02

Andrea Bargnani será la principal figura del Baskonia la próxima temporada. El pívot italiano llega a Vitoria con la vitola de haber sido el primer número 1 del draft de la NBA nacido en Europa. Sin embargo, no será el primero en jugar en España tras ser reconocido como el mejor proyecto para las franquicias estadounidenses. Ese honor recae en Ralph Sampson, que pasó por el Caja de Ronda en la temporada 1991/92, el año antes de la fusión con el Mayoral Maristas.

Ralph Sampson aterrizó en Málaga en medio de una gran expectación. El pívot americano fue una de las estrellas de la NBA en la década de los 80, formando una pareja temible en todo el planeta junto a Hakeem Olajuwon en los Houston Rockets. Ambos formaron las Torres Gemelas del baloncesto estadounidense.

Sampson fue, además, cuatro veces jugador del All Star de la liga norteamericana, siendo incluso elegido como mejor jugador en una de esas cuatro ediciones. A Málaga llegó lesionado, en sus últimas horas como jugador del máximo nivel, aunque le dio tiempo a dejar algunos destellos.

Su entrenador en aquella época, José María Martín Urbano, recuerda que "en aquella temporada íbamos mal y cortamos a Álvaro Teherán. Hubo muchas opciones para cambiarlo pero finalmente nos decidimos por Sampson, que llegó totalmente lesionado, incapaz de jugar a buen nivel. Me acuerdo que el primer balón que tocó en su primer partido, ante el Valencia, estaba en la esquina, y su tiro se fue detrás del tablero". Martín Urbano reconoce que a él no le "llegaron a decir exactamente que estaba lesionado. En el club pensaron que con medio Ralph Sampson era suficiente y no fue así, porque este hombre no sabía cómo responder".

Sampson compartió puesto y vestuario con Rafa Vecina, que recuerda que "para el equipo, el anuncio de su fichaje fue espectacular. Muchos de los que estábamos en el Caja de Ronda éramos seguidores suyos de cuando estaba en Houston. Poder contar con un elemento de tal tamaño, 2.24 metros, y magnitud era importante para nosotros".

Vecina afirma que, pese a ser una estrella de la NBA, "era una persona excelente y muy cercana. Súper campechano, siempre dispuesto a echarte una mano. Le decíamos que tenía que anotar más y él nos decía que defendería. Habíamos fichado a una superestrella y los que teníamos que solventar el ataque éramos nosotros", asegura el pívot español, que manifiesta que le sorprendió "lo amable que era, estaba con la gente y le agradaba".

No es la única persona que afirma la bondad de Sampson fuera de las canchas. En aquel entonces Manolo Rubia, ahora director de operaciones del Unicaja, era el delegado del Caja de Ronda. "Era muy buen tipo, muy grande, todo el mundo quería hacerse fotos con él. Pasaba mucho tiempo en mi casa para estar tranquilo", asegura Rubia.

Por aquel entonces fichar a un jugador que había estado en la NBA era una misión que sólo unos elegidos podían cumplir. Más complicado era hacerse con los servicios de una estrella de la liga americana. Aquella incorporación puso en el radar del baloncesto a Málaga, en una temporada importante para el baloncesto de la ciudad. "Su llegada fue un boom impresionante. La caja de ahorros prefirió tenerlo por el impulso mediático que suponía. Estuvo dos semanas el Caja de Ronda en todas las televisiones", rememora Martín Urbano. "La llegada de Ralph abría muchas posibilidades a que extranjeros con renombre llegasen a Málaga. Sin duda benefició al deporte de la provincia", asegura Vecina. "Su llegada provocó que la gente prestase atención. De alguna manera era lo más importante", expresa Rubia.

Pero la aventura de Sampson en Málaga no tenía final feliz. "En un partido se tuvo que ir a vestuarios y el fisioterapeuta le sacó 10 jeringuillas de líquido de las rodillas", recuerda su extécnico. Eso le hacía que "no tuviese musculatura, no podía correr", rememora Rubia, quien fuera entonces delegado del equipo.

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