Sarah Almagro, una ola de vida
Surf adaptado
La deportista malagueña de 22 años explica su experiencia vital después de que con 18 perdiera las extremidades
Es subcampeona del mundo de surf adaptado y señala los beneficios del deporte para superar la adversidad
Las fotos del encuentro
Escuchar a Sarah Almagro golpea. Habla con una seguridad que impacta. Es una joven de 22 años de Marbella que estudia cuarto de Derecho, que ha sorteado a la muerte y que abraza la vida, una experiencia que transforma. En 2018, una meningitis meningocócica cambiaría su vida para siempre. Pasó nueve días en un coma inducido, pero sufrió una septicemia y la necrosis obligó a amputar sus brazos y piernas. Superó ocho paradas cardiorrespiratorias, más de 20 operaciones y un transplante de riñón. Explicó su experiencia dentro del ciclo de charlas que organiza la Asociación de la Prensa Deportiva de Málaga (APDM) con la colaboración de La Caixa. En la sede la ONCE en la Calle Cuarteles de la capital, corazón de El Prechel, durante más una hora y media ofreció una lección vital. Sin pretenderlo y sin querer pontificar sobre cómo se debe afrontar tamaño terremoto vital. Habla con naturalidad. Cada prótesis inferior, sus piernas, pesan 2.5 kilos. Las superiores, sus brazos, pesan 1.5. Está sin estas últimas ahora. "Pasan la ITV en Alemania", bromea. El humor, dice, es terapéutico. Hace vídeos en TikTok, donde tiene cientos de miles de espectadores, y el retorno que le llega es que hay gente a la que ayuda.
Sarah habla del deporte en primera persona. Desde niña practicó multitud de actividades, pero el fin de semana era sagrado para la familia. Después estar cinco meses en un hospital y salir sin sus extremidades, sus padres le dijeron que tenía que retomarlo. "No he tenido psicólogos, han sido ellos", valora. El año pasado fue subcampeona del mundo de surf adaptado en California en su categoría. "Con 5 años hacía bodyboard. Cogía olas como hobby. Vi a un niño haciendo surf, con 13 años, y mis padres nos compraron una tabla que compartíamos mi hermano y yo. Después, con 18 años, tras salir del hospital, tuve que aprender a nadar otra vez. Mi padre me había enseñado con 2 años. Una vez ahí ya cogí la tabla vi que sin muñecas y tobillos no podía. Tras varías días me subía a la tabla. Para surfear me desmonto como el Señor Potato. En los campeonatos una persona me ayuda a ir al pico de la ola. Otra persona me recoge a en la orilla para ganar tiempo. Hay diversas categorías, la mí somos los que peor estamos: parálisis, tetraplejia…”, explica con precisión en el acto organizado por Dani Marín e Isa Sánchez y conducido por el periodista Julio Rodríguez: "Empezó porque mi padre tiene un amigo que hace triatlón y llega a oídos de Javier Mérida [paratriatleta marbellí también amputado con larga trayectoria y grandes gestas]. Él tiene una en su pierna, me enseñó su prótesis y su muñón, hablamos cosas de amputados y prótesis. La verdad es que no me hacía ilusión depender de máquinas, parecer un robot. Ahora no tengo las manos, las máquinas fallan igual que un móvil o un ordenador. Y ahora están en Alemania. Pero a veces vas en silla de ruedas y como que pareces tonta, el trato es distinto. Soy la misma sentada que de pie”
“Me levanto a las 7 de la mañana, tengo universidad, vengo de Marbella a Málaga. Son 8 kilos a cuestas. El efecto palanca hace que tenga que hacer un ejercicio continuo mientras me muevo. Almuerzo y tengo que dormir una siesta. Y por la tarde, entrenamiento de surf, charla, entrevista, entrenamiento físico... Y si no, estudio, siempre hay algo que hacer”, explica sobre cómo es un día normal en su vida, también sobre cómo es su socialización: “Soy una persona tímida. Estoy en el hospital y me dicen mis padres que se está liando. Que estoy por redes sociales, periódicos, televisión... El 1 de diciembre salgo y en el puente de la Constitución me reconocían por la calle. Me sigo sorprendiendo que eso suceda. Gracias a la prensa hemos pasado la frontera local e internacional, en Sudamérica también. No puedo estar más agradecida. Por temas burocráticos debimos hacer una asociación para gestionarlo todo. Encargamos 25.000 pulseras y a día de hoy se han repartido 80.000. De no levantar la mano en clase por timidez a salir a la calle y que te reconozcan es algo que no se procesa”.
La integración y la accesibilidad son tareas pendientes. También la concienciación y la educación. Sarah cuenta una anécdota tétrica que una vez le dolió pero que le hizo más fuerte. "Cuando todavía no estaba trasplantada fui a ver cómo disfrutaban mis colegas haciendo surf en la playa. Era por la mañana y no me podía dar el sol aún porque estaba aún recientes las operaciones Encontramos una carpa de una familia y mi madre le preguntó que si podíamos utilizar la sombra que hacía para colocarnos y me dijeron que sí. Y me coloco allí y la señora nada más verme le cambió la cara. Le dijo a mi madre que le había entrado algo por el cuerpo al verme y que por su culpa sus niños iban a tener pesadillas. Ahora me lo tomo con humor, pero me pillé un cabreo increíble. Tenía que ir a diálisis y ese día estaba muy triste. Pero hablé con mi madre y dijimos que teníamos que volver a la playa. Allí había una familia con cuatro o cinco niños, los niños no paraban de mirarme. Les dije que se acercaran y estuvimos dos horas hablando. Los hijos somos reflejos de los padres. Si tú educas así a tus hijos no harán bullying con el distinto”, relata con precisión Sarah, que también señala problemas cotidianos: “Una rampa, que la gente pueda acceder sin pedir ayuda, eso es adaptación. Hay rampas con mucha pendiente, una persona mayor no puede subir o llevar a otra. Se deja de salir a la calle porque no está adaptada. Los pasos de cebra no tienen la acera rebajada muchas veces. Hay barreras arquitectónicas y también de personas".
“Se puede seguir la vida. Se puede estar llorando toda la vida porque soy manca y coja. Mi madre me dijo que si Stephen Hawking era un inútil”, reflexiona como filosofía Sarah, que explica que el papel de la familia fue esencial: "Hablar las cosas y exponerlo todo en familia. Tenemos miedo, hay que aprender a vivir. Los transplantes, la diálisis... Sigo viviendo con miedo, pero vivo con él y no me supera". Para París'24 el surf adaptado no está en el programa paralímpico. El sueño de Sarah es que lo sea en Los Angeles'28, en California, donde es subcampeona del mundo y espera estar el próximo mes de diciembre para ir a por el oro. Presume de que ella aprendió en el Mediterráneo cuando le preguntan por las olas de aquí. Y una última pregunta, qué le diría a los políticos. "Menos palabras y más hechos", sentencia Sarah Almagro. Un ejemplo de vida.
También te puede interesar