25 años sin el 7

A un día de cumplirse la triste efeméride, sus amigos Nene Montero, Pepe Salguero o Mario Husillos repasan sus recuerdos en clave blanquiazul y malagueña

2 5 años sin el7
2 5 años sin el7
José L. Malo

01 de abril 2017 - 07:49

Málaga/Un entrenador visionario. Un vecino cinco estrellas de Fuengirola. Un hombre solicitado por todas las televisiones. Un padre - y ya también un abuelo- cariñoso. Un técnico ganador de Champions o de Eurocopas. Una imagen de marca. Un contertulio perfecto. Hoy podría ser cualquiera de esas cosas, y seguro un bonachón hombre de fútbol con 62 años. Pero la Nacional V, a la altura de La Calzada de Oropesa, frenó la vida de Juan Gómez y empezó a agigantar la leyenda de Juanito. Mañana se cumple un cuarto de siglo de aquello. Un malagueño eterno que no necesita efemérides para ser recordado a diario en tantas ciudades y retinas futboleras. La legión de amigos que dejó en vida contribuye a ello. Cada vez costará más encontrar anécdotas nuevas, pero no dejarán de oírse. Como las que algunos de sus amigos dejaron en su lado más malagueño y blanquiazul.

Los pasajes de su biografía señalan en gran parte hacia la capital de España, donde su carrera cobró fama y amasó mayores éxitos. De blanco y madridista y rojo nacional. Pero sus dos años como jugador del Málaga, entre el 87 y el 89, fueron intensos, también su escarceo como director deportivo nada más colgar las botas y antes de ejercer en los banquillos. La Rosaleda no pudo rivalizar con la fama y la lucha por los títulos del Madrid, pero el corazón de Juanito siempre fue blanquiazul. Era un enamorado de Fuengirola y sus planes vitales pasaban por recuperar, tras el fútbol, todo el tiempo que no había podido dedicar a su ciudad.

Antonio Montero Nene era un hermano para Juanito. Compartían todo menos la sangre. El técnico malagueño amasa todo tipo de anécdotas, documentos y recuerdos del maestro. De los que cada año recuerda y de los que se han de quedar para consumo propio. Cuesta imaginar que dos temperamentos tan fuertes no rivalizaran. Aunque precisamente su amistad empezó como lo hacen las grandes, con un fuerte encontronazo. Nene entrenaba al juvenil, Juanito comenzaba su efímera etapa como director deportivo. "Le rechazaba a muchos jugadores que me mandaba para probarlos. Una vez me trajo a un chaval de Linares y otro de Burgos. No eran malos, pero no mejoraban lo que había y se los devolví. Me llamó al despacho y me preguntó que qué le pasaba con él. Le dije: 'Lo que tienes que hacer es ver a mi equipo, donde hasta los suplentes son buenísimos. Cuando lo hagas, me podrás mandar a jugadores. Salió echando humo por el pasillo. Pero vino a ver al equipo y me citó luego para un café. 'Ya quería yo encontrar un Juan Gómez por aquí', me dijo. Y comenzó nuestra amistad de hermanos", relata Nene como si fuera ayer.

A los dos paisanos les unió la realización del 33º curso de entrenador nacional. De la camada de Jorge Valdano, José Antonio Camacho o Lucas Alcaraz. Granada forjó una amistad indestructible. Nene tenía claro que era un avanzado a su tiempo: "Como entrenador veía las cosas antes que cualquiera, enseguida. En clase se ponía en primera fila y no quería saber nada de nosotros. Antes se tardaba un año en hacer el curso y él, a pesar de que era jugador internacional, sólo faltó una vez, que pidió permiso para un compromiso. Eso que hoy se llama presión alta ya lo hacía él, jugaba con defensa adelantada... era el mejor".

Con tanto tiempo a su lado, sabe mejor que nadie que era incapaz de decir que no a una foto o autógrafo. "Desde el bar Martiricos a la puerta de autoridades de La Rosaleda llegamos a tardar una hora", relata Nene, quien comparte una vivencia que resume bien el calado de Juanito y su pasión por los toros. Iban por Granada a bordo de Currito, el Panda Rojo que tenía el 7. Salían del curso de entrenadores. "Él vio que toreaba Ortega Cano, que le encantaba, así que aparcó el coche y nos pusimos en cola. Pero unos señores enchaquetados y con puro lo reconocieron. Nos metieron en la plaza, nos invitaron a comer y Ortega Cano le brindó un toro... y nosotros en chándal", se ríe. Nene se guarda esos encuentros para comer pescaíto, las diferencias entre el Ribera del Duero y el Rioja que había aprendido en Burgos, el abrazo intenso de su único enfrentamiento como entrenadores, un 1-1 en el que Basti regateó a Cañizares.

El Boquerón y Juanito habían hecho historia. Fueron dos malagueños en los Juegos Olímpicos de Montreal en el 76. Allí conectaron. Y ello les dio un billete al Barcelona y el Real Madrid, donde se veían las caras en intensos partidos. Paco García Anaya llegó a finales de los 80 a la presidencia del CD Málaga con un sueño: volver a Primera de la mano de malagueños. Lo cumplió. Pero para ello les necesitaba como gancho. "Juan y yo acabábamos ya nuestra carrera y queríamos volver. Nos llamábamos, yo le decía que no lo tenía claro y él que no vendría si no iba yo tampoco. Y Kubala, que fue el entrenador, que no firmaba si no lo hacíamos nosotros. Queríamos un buen equipo y lo logramos. Con gente muy veterana pero muy profesional. Ascendimos a Primera cinco jornadas antes del final", relata.

Clemente, Ruiz, Paquito, Szendrei... Armó un buen conjunto el Málaga, y ellos fueron la guinda. Y el ejemplo. Estaban muy desacertados los que pensaban que venían a un plácido retiro en el Málaga. "Si alguno pensó que veníamos de vuelta, quedó demostrado que no. Disfrutábamos, competíamos, jugábamos muy bien al fútbol. Era un grupo descomunal y pronto se veía que saldría bien. Cambiamos la mentalidad de un equipo que el año anterior casi desciende. Juan era un ganador y contagió al equipo. En los entrenamientos era el Juan de los domingos, su semana tenía siete domingos. Exigía mucho a los jóvenes, pero era lo que habíamos mamado en Madrid y Barcelona y salió bien", relata Esteban.

Hace no mucho, el veleño pasó por la cafetería de Fuente Olletas donde desayunaba con Juanito y otros futbolistas antes de los partidos. Y se sorprendió. "Ya no está, ahora hay una especie de supermercado. Siempre que pasaba por ahí me acordaba de él", cuenta un Esteban que tiene claro qué sería del fuengiroleño hoy en día: "Podría haber sido uno de los mejores entrenadores en España, y del Madrid seguro. Veía cosas que tú no, ya se le apreciaba como futbolista, por cómo vivía los partidos tan metido y sus charlas".

A Juanito no le dio tiempo a convencer a Pepe Salguero para ser repatriado al Málaga. "Me llamó por si yo también iba. Y estuvo cerca de convencerme, pero ya me había comprometido con el Sevilla", relata el ahora jurista, al que Juanito llamaba paisa. "Yo llegué al Madrid, a un vestuario tremendo, y Juanito, al que has admirado y tenido en los cromos, reúne a todos los jugadores y les dice: 'Este con cara de niño es paisano mío. Hay que protegerle y cuidarle'. Y eso me dio un espaldarazo tremendo", destaca.

Salguero no pudo jugar con él en el Málaga, pero sí compartió muchos partidos a su lado. "Me peleo con lo del pisotón a Matthaus, parece que es su única imagen. Juan era gran jugador, pero su corazón más aún. Tenía momentos de explosión, pero no iba a hacer daño. ¡Si ni siquiera sabía dar patadas, se las daban a él!", rememora un Salguero que tiene grabada una fría noche en la que compró a un vendedor todos los décimos de lotería que llevaba para que se pudiera ir a su casa a estar calentito. Y su hogar está llena de placas y alguna foto que le permiten acordarse de él a diario, aunque añora ese chiringuito familiar en Fuengirola que era cuartel general de su amistad y para el que enganchaba en verano a los Camacho, Del Bosque y demás amigos del Real Madrid.

Un año con sabor a varios compartió el exdirector deportivo del Málaga con el genio. Fue la temporada 87/88, la del ascenso. Pocos pero intensos fueron sus momentos juntos. "Fue más que un jugador, fue el ideólogo del ascenso. Kubala se apoyaba mucho en Juan y él era su entrenador en el campo porque lo veía muy bien todo. Ese equipo tenía mucha calidad, pero éramos muchos medias punta, Juan, Esteban, yo, y ninguno queríamos ser delantero. Pero él ponía el orden. Tenía una rodilla mal, pero se implicó al cien por cien con más de 30 años. Era como si Isco hubiera vuelto al Málaga. Yo no choqué con él, pero hubo que acomodar cosas. Porque era un líder. Y le gustaban las arengas, que eran muy histriónicas, como él. El fútbol es mágico y automático, el mejor juega por el medio y los compañeros le dan la pelota, y eso pasaba con Juan", rememora Husillos de él.

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