Ayoub Ghadfa, plata olímpica de ley

El marbellí consigue un valiosísimo subcampeonato olímpico tras caer en la final ante el tremendo uzbeko Jalolov, que impuso su poderío y jerarquía

Inolvidable semana del malagueño

Así es su historia

Ayoub Ghadfa muerde la medalla.
Ayoub Ghadfa muerde la medalla. / Efe

El noble arte del boxeo, un tiempo casi proscrito en España y ahora poco a poco al alza, siempre encierra historias con difícil comparación. No ha habido deporte más cinematográfico que el del cuadrilátero, Toro Salvaje, Million Dollar Baby, Rocky o Cinderella Man. Una parecida ha vivido Ayoub Ghadfa Drissi El Aissaoui (Marbella, 1998) en tierras francesas. La pantalla final del juego en este apasionante camino en París reservaba al monstruo más grande, el tremendo boxeador de Uzbekistán Bakhodir Jalolov, un torpedo de 2.01 metros, 30 años y más de 100 kilos, con una demoledora pegada, campeón olímpico en Tokio e inabordable en el último lustro en el boxeo amateur. El malagueño se adentraba en un territorio inhóspito, ante un rival que sólo había perdido 14 combates de los 129 como amateur y había que rebuscar hasta 2018 para encontrar una que no fuera por lesión. Alterna con el profesionalismo una vez se abrió esa vía. Uzbekistán hace cuestión de estado el boxeo. Ganó cinco medallas en estos Juegos en este deporte. No fue casualidad que la organización dejara para la traca final que cerrara este deporte casi en la medianoche del penúltimo día olímpico a Jalolov. Y allí, en la pista central de Roland Garros, la Phillipe Chartier, aparecía Ayoub Ghadfa.

Pasadas las 23:00 horas, vestido de azul, el malagueño recibía los chorros de agua para espabilarle de sus entrenadores, entre ellos Rafa Lozano, el cordobés que había sido el último español en boxear en una final olímpica, en Sidney. Visiblemente más alto, Jalolov, de rojo, el inabordable uzbeko zurdo. Intercambio en el primer asalto, con algún zurdazo del contrincante que hacía decantar la balanza. Mezcla la táctica con la fuerza Jalolov. El árbitro hizo una cuenta al malagueño de protección tras un buen golpe del rival. Y ello acabó de decantar el asalto para sus intereses con contundencia, incluso por dos puntos para el juez holandés. Ir al cuerpo a cuerpo parecía una temerida con el alcance y la potencia del uzbeko. Pero cuando el rival picaba era visible y entraba con más facilidad. En el segundo asalto subió el nivel Ayoub, arriesgó alto más, pero Jalolov también se llevaba por unanimidad, como había ganado todos hasta ahora. Así que la pelea estaba sentenciada y sólo quedaba en el tercero un imposible KO al rival para ganar el oro. No ocurrió y el sueño del oro se evaporó, pero fue una lección inolvidable para Ayoub, un chaval que lleva desde 2018 compitiendo en boxeo a alto nivel y al que aún le quedan kilómetros de rodaje. Se ha puesto en el mapa, ha conseguido una medalla olímpica valiosísima, la novena malagueña de la historia, y parecen los primeros pasos de una carrera muy prometedora en la que el límite es el cielo. Se midió al boxeador más dominante en el mundo amateur, pero se llevó una plata de ley, forjada a fuego en dos semanas mágicas en París.

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