Visto y Oído
Emperatriz
Con un empate en San Mamés tras la mejor racha victoriosa de la historia, la fecha oficial de la salvación se escribe el 15 de mayo, dos días antes que la del año pasado, una jornada antes que el último empate ante el Madrid. Y, sin embargo, es más sorprenderte que la de la temporada anterior. No por firmarla con nueve puntos más que entonces y un partido todavía por disputar, sino por la súbita transformación del Málaga en cuestión de solamente dos meses. Tanto el equipo de Juan Ramón Muñiz como éste se pasaron más de media temporada con la soga al cuello, pero aquél llegó a la orilla en la última brazada y a éste se le quedará corta la competición para apurar la lucha por Europa. Un mesías se alza por encima de los demás: Julio Baptista. Sus siete goles en la racha de cinco victorias consecutivas, para una tarjeta total de nueve en diez, elevaron un pilar fundamental en la súbita transformación de un conjunto con rumbo a Segunda División. Manuel Pellegrini, quien a última hora supo reconducir al grupo, previó la importancia que podía llegar a asumir el brasileño y reconstruyó la forma de jugar para adaptarla a las prestaciones del equipo.
Así que fundamentalmente entre el emperador del gol, Julio César Baptista, y El Ingeniero, quien en la recta final supo encontrar las piezas y el estilo que resucitaron el fútbol con el que deleitó en Villarreal y Madrid, encontraron la fórmula mágica de la resurrección. Transcurrido el tiempo, se refleja a la perfección la suma fe del chileno en el ex de la Roma. En cuanto estuvo disponible, pese a su inactividad en Italia, Pellegrini le dio todos los minutos posibles. Arrancó su aventura en el Camp Nou, jugando todo el encuentro, y empezó a demostrar su valía sólo una semana después, en aquel inolvidable 4-3 en el que, con nueve jugadores, el Málaga llegó a igualar a tres merced a una gran galopada del brasileño con tiro ajustado al poste (previamente había originado la jugada del 0-1). Su rotura de menisco lo quitó de circulación tres semanas después, así que poco se confiaba en su puesta a punto para ayudar a la permanencia.
En su ausencia, el preparador blanquiazul recurrió a Sebastián Fernández para suplirle. Conectó bien como pareja de Rondón e hizo que se notara menos su ausencia. No obstante, el Málaga no terminó de arrancar y se perdió en un carrusel de empates y derrotas (Getafe, 2-2; Villarreal, 1-1, Real Madrid, 7-0; Osasuna, 0-1) que mantuvo la preocupación clasificatoria (el único triunfo en esa serie llegó ante el Almería, por 3-1).
Tras un doloroso 7-0 en el Bernabéu, ante Osasuna, aquel gol de Sergio en la prolongación, el Málaga tocó fondo, pero al mismo tiempo encontró un punto de inflexión. Un día después, el 7 de marzo, otra de las fechas claves de la permanencia, regresó a Málaga el vicepresidente, Abdullah Ghubn. Se acababa así la orfandad institucional de la entidad en 2011. La mano derecha del jeque Al-Thani había estado el día 28 de diciembre por última vez con motivo de la Junta General de Accionistas y desde entonces ni él ni el dueño de la entidad habían asomado la cabeza por el club. "Ya va haciendo falta que venga el jeque", llegó a exclamar públicamente José Carlos Pérez, consejero consultivo y figura de cabecera en su ausencia, tras el empate sin goles del Sánchez Pizjuán por todo lo que se venía encima.
Esa misma mañana se reunió con los jugadores en el vestuario para arengarles, transmitirles tranquilidad y compromiso e informarles de un suculento sistema de primas. Aquel cónclave, unido a un par de almuerzos en Churriana, creó una catarsis en el plantel que tuvo efecto inmediato. En Anoeta, con todos los jugadores convocados y la plana mayor directiva, el equipo consiguió un contundente 0-2. El posterior 2-0 al Espanyol devolvió la fe a La Rosaleda durante el parón liguero. Pero, a la vuelta, un 3-1 en Valencia frente al Levante en el que el equipo demostró una alarmante falta de actitud, hizo sonar de nuevo las armas. La siguiente visita del Deportivo permitió una nueva revancha, que se quedó en agua de borrajas después de un decepcionante empate sin goles pese a que los gallegos jugaron toda la segunda parte en inferioridad.
Por entonces Baptista ya había vuelto a Málaga. Dio una conferencia de prensa para explicar que su recuperación había sido en Brasil para armarse de moral y mostrar su pesar por supuestas acusaciones de haber estado en el carnaval de su país. Con apenas una semana de entrenamientos a cuestas, Pellegrini volvió a evidenciar cuánto lo añoraba haciéndole titular contra el Mallorca. El centrocampista lideró la goleada (3-0) con dos tantos que sacaron al equipo del descenso más de un tercio de competición después.
Ahí fue cuando El Ingeniero dio con la idea que permitió la racha de cinco triunfos seguidos: escoró a Sebastián Fernández a la banda derecha para formar un cuarteto muy ofensivo junto a Duda, Baptista y Rondón. En una situación de falso delantero, La Bestia dio continuidad a su rol de salvador con otros festivales en Santander (1-2), su doblete ante el Hércules (3-0) y los tantos ante Atlético de Madrid (0-3) y Sporting (2-0). Así igualó la mejor racha goleadora de un malaguista, firmada por Catanha en la campaña 99/00. Además, a su lado florecieron el mejor Papelito, ya un ídolo en Martiricos, y Rondón, el mejor debutante de la Liga y venezolano más goleador de la historia de la competición pese a sus 21 años, para convertir al Málaga en un equipo ganador y generador de espectáculo.
La llegada de Willy Caballero fue a la parcela defensiva lo que Baptista a la ofensiva. Desde su estreno en Villarreal, se aferró a la titularidad bajo palos como si la hubiera llevado ejerciendo muchas temporadas e hizo olvidar el gafe de la portería, en la que tuvo cuatro antecesores (Arnau, Galatto, Rubén y el lesionado de gravedad Asenjo). Fueron arma y escudero para que Pellegrini pudiera sacar lo mejor de sí mismo y hacer olvidar la penosa trayectoria de Jesualdo Ferreira y los desconcertantes inicios del técnico chileno.
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