El más importante se queda antiguo
Madrid, Barcelona, Múnich, Dortmund, Turín, Estambul o París Son las próximas estaciones posibles en este alucinante viaje del Málaga entre los ocho mejores de Europa
Qué contar después de un partido así. El trance de colocarse delante de un teclado para escribir suele ser un momento agradable, pero anoche no era sencillo. Con el corazón acelerado, el vello de punta y las lágrimas asomando, se oyen de fondo algunos cláxones por la Alameda y hay una ciudad puesta del revés. El martes por la noche, en un bar cualquiera de Málaga, se dibujaban tácticas y se soñaba con un imposible mientras se regateaba al reloj, que no marcaba las horas para que llegaran las 20:45 horas del 13 de marzo, el día más grande de la historia del Málaga. Eso llevamos escribiendo desde hace unos meses. No se es original, pero es la realidad. Las muescas están ahí y aún queda, al menos, una más. El Málaga está entre los ocho mejores equipo de Europa. Se pueden pellizcar, pero es realísimo. Aún quedan otros dos días más importantes de la historia.
El partido de 180 minutos, Isco y Roque se llevan los focos por ser los goleadores, ellos quedan en la historia. Qué gol del del Arroyo, con el taxímetro de su cotización tarifando hacia arriba. Control, control y derechazo a la escuadra. Fue el pistoletazo de salida para creer. Hasta entonces existía una nebulosa, una tela de araña que el Oporto había tejido desde Do Dragao y que no se descifraba. Tampoco dejó Rizzoli, que anuló un gol legal a Saviola tras cantada de Helton. Isco hizo creer. 20 años tiene la criatura.
Roque fue la puntilla. Impreciso en los últimos partidos, su cabeza (¿o fue el hombro?) es historia del malaguismo. Él firmó la victoria. La congoja de los minutos finales, lógica, en una eternidad que no acababa y en la que hubo goles bien anulados a Maicon y Jackson Martínez se da por bien empleada porque mañana de nuevo estará el escudo del Málaga en el bombo de Nyón.
Isco y Roque se llevan los focos, pero hay luz para todos. Para Iturra y Toulalan, que corrieron 11 kilómetros cada uno durante el encuentro. El poso del francés en estos encuentros es soberbio, como el de un buen Burdeos. El chileno es energía pura. Qué decir del imperial Weligton, extraordinario. O del muelle incansable desde la derecha, Jesús Gámez. Si alguien valorará lo que se ha hecho son ellos dos, que jugaron en el Escribano Castilla de Motril y devolvieron al Málaga a Primera. Ayer jugaron, y destacaron, en un partido de octavos de final de Champions. Y Antunes, otra más en el haber de Mario Husillos, que ya no tiene tiempo para tomar café en La Galerna pero que, a su manera, contribuye también a hacer historia.
"Hay que mantener la humildad, la euforia es para la gente", advertía Martín Demichelis tras el partido. Demichelis, el otro mariscal. Y Saviola, que se movió con mucho sentido, Baptista, que combatió sin estar a tope. Y Piazon y Camacho, que dieron aire. Y todos, hasta los que no jugaron. Hasta los 30.000 que llevaron en volandas a otro día más importante de la historia.
No hay comentarios