"Había mucha personalidad, pero el líder era Marcus Brown"
Sergio Scariolo
Se cumplen 10 años del título de Liga del Unicaja y Sergio Scariolo, ahora seleccionador español, técnico de aquel equipo legendario, repasa aquella mágica temporada 2005/06, la mejor de la historia.
Se cumplen 10 años de que el Unicaja consiguiera su único título de Liga. El tiempo va aumentando la dimensión de aquella gesta sellada un 21 de junio de 2006 en Vitoria. Sergio Scariolo (Brescia, 1961) recibe a Málaga Hoy en su casa, Nel Blu (En el cielo, en italiano), en Marbella. Hace un hueco de una hora en su apretada agenda olímpica para rememorar aquella alucinante temporada. Las paredes de su casa recuerdan que aquel título sigue presente en la cabeza del técnico italomalagueño. Al día de la actualidad cajista, su hijo Alessandro, entonces con apenas cinco años, está ahora en los cadetes del Unicaja. Relata con precisión fotográfica los pasajes de aquel título de 2006.
-Parece que fue ayer y han pasado 10 años. ¿Qué recuerdo le viene? Desde el verano...
-Siempre que le veo, coincidí por Rusia con él y ahora está trabajando en la NBA, le doy a Trajan Langdon las gracias. 'Con el traspaso que hiciste pagar al CSKA construimos medio equipo campeón, Trajan', le digo.
-Langdon jugaba en el Dynamo de Moscú, había firmado un precontrato con el Unicaja y después le quiso el CSKA. ¿Tanto dinero se sacó?
-Sin su venta y la de Fran Vázquez al Akasvayu hubiera sido imposible llegar a Marcus Brown y Daniel Santiago. Imposible. El club estuvo bien en plantarse y no dar facilidades para conseguir recursos útiles para construir el equipo. A Langdon le habíamos fichado en febrero. Le había visto un recorrido inmediato de primerísimo nivel. A Fran me hubiese gustado tenerlo un año más tras el temporadón que hizo. Parecía perdido hacia la NBA y luego entró el Akasvayu. Fue un proceso largo durante el verano pero el club consiguió sacar una indemnización importante. Juanma Rodríguez [director deportivo] estuvo muy hábil en no tirar la toalla con Santiago y Brown cuando el dinero no alcanzaba. Mantuvo el contacto para mantener el chicle estirado. Cuando se arregló lo de Fran había dinero para llegar a ellos dos.
-Solía decir que el 60-70% del éxito de una temporada se gesta en verano.
-No hay ninguna duda. Más ahora, que las posibilidades de cambiar radicalmente una plantilla durante la temporada son menores. Es difícil encontrar jugadores que marquen la diferencia. Muchos están en la NBA, más que entonces. Son pocos los que pagan ahora traspasos por un jugador. Más vale trabajar con atención y tino durante el verano...
-Era un equipo con muchos líderes, con personalidad.
-El líder entendido como el más respetado por todo el mundo era Marcus Brown. De ejemplo, de seriedad, de rigor, de ferocidad hacia el éxito. Luego Jorge Garbajosa tenía un rol importante dentro de la cancha y Berni tenía una capacidad de ser pegamento, de limar asperezas. Pero había bastante más. Cabezas, por ejemplo, sin tener un liderazgo vocal, tenía una capacidad de ejemplo para el resto importantísima en momentos no fáciles. Pepe era otro con un mando tremendo, tenía una forma de serlo naturalmente pero de no quererlo ser. Le gustaba más el protagonismo hacia los demás, aunque metió esos tiros importantes que sabemos. Pietrus producía, a su manera, un cambio de agresividad grandísimo. Había gente que complementaba como Herrmann, Risacher o Nicevic, al que vi el otro día en Treviso y no lo conocí. Está igual, aún está jugando al baloncesto. Complementaban pero con mucha calidad y capacidad de aportar y ganar partidos. Con tanta personalidad la gestión requería mucho.
-¿Se sentía muy exigido?
-Mucho. Era gente acostumbrada a trabajar con grandes entrenadores, compitiendo para ganar títulos importantes. Te motiva y te obliga a no fallar.
-La temporada siguió cánones habituales con usted. El equipo empezó, por ejemplo, 1-3 en la ACB.
-Había cambiado el equipo en varias piezas, otros no habían llegado bien de la selección, Santiago vino tarde... Como siempre, yo prefiero estar bien cuando hay que estar bien antes que aparentar para después ir de más a menos. A veces pasa cuando se eligen otros caminos. Es una suma de factores. El equipo se fue conjuntando creyendo en algo grande cuando fue tuteando a los gigantes. Se dio cuenta de que estábamos ahí, fuertes como el que más.
-Se ganó un partido en el Palau, 104-115, aún récord anotador de la historia del Unicaja.
-Un partido extraordinario. Con bajas, sin Pepe creo recordar. Fabuloso. Éramos el cuarto presupuesto de la Liga. Madrid, Barcelona y Baskonia estaban por arriba. Se hicieron, es verdad, gestiones para acercarse a ellos pero la realidad era ésa. A partir de ahí, superar o ganar a algunos de los de arriba suponía orgullo y autoestima. Ese partido generó un subidón. No arañamos un 60-62. Fue una muestra de poderío. Carlitos hizo un partido increíble, con esas rachas anotadoras tremendas que aún me alegra verle. Igual ahora con menos duración, pero tan eficaz.
-Paralelamente, el equipo ganó 11 partidos de Euroliga consecutivos. ¿Competir con los mejores dio nivel?
-Desde luego. Si éramos el cuarto presupuesto aquí, en Europa éramos el 10 o el 12. No habíamos almacenado mucha credibilidad fuera. Se había llegado a algún Top 16 y ganado la Korac, pero a un nivel más bajo. Fue el año en que el equipo dio un paso importante para poder entrar en el mapa europeo. Tuvimos en el Top 16 un partido desafortunado. Pudimos ganar en la pista del Olympiacos y en el de aquí jugamos en Menorca tras un viaje a Kaunas y dos días después, un martes, con ellos en Málaga. Al Olympiacos le habían suspendido el partido de Liga y estuvieron en Barcelona preparándose una semana. Una de las barbaridades que a veces hace la ACB, no preservando la competitividad internacional de sus equipos, como ahora sin poner partidos en lunes. Llegamos con varios jugadores tocados y estábamos muertos, fue un querer y no poder. En cierto sentido, después de aquello concentramos la energía en la ACB y quedamos campeones de Liga regular.
-Era equipo de Final Four aquel.
-Desde luego. Era el mejor equipo de la historia de este club. Creo que se puede decir con fundamento.
-Se llega al play off como primeros. O sea, sin factor sorpresa. Con todos alertados del potencial del Unicaja.
-Sí, tuvimos una primera eliminatoria no voy a decir cómoda, pero sí que ganamos con autoridad ante el Estudiantes. Tuvimos algún problema para defender el pick and roll del Chacho y Will McDonald. Yo después del segundo partido me marché a Treviso para asistir al funeral de Riccardo Sales, uno de mis maestros. Volví el día del partido para el entreno en Madrid. Confiaba en mi cuerpo técnico mucho. Delegué mucho aquel año, ahorré mucha voz y presencia porque tenía un cuerpo técnico que dominaba la situación. Ganamos el tercer partido algo más apurados y llegamos a semifinales.
-El Joventut.
-Parecía rodada la semifinal tras los dos partidos de casa, que ganamos bien, pero allí despúes se complicó en Badalona.
-Se elevó el nivel físico. Santiago aún se acuerda de Archibald y Betts.
-Recuerdo que en mi vida nunca había visto una falta antideportiva en el salto inicial. Y lo vi en esa serie [Archibald golpeó a Santiago al inicio de un partido]. Tenían mucha experiencia. Bennett, Paco Vázquez, Archibald, Betts... Muchas tablas y muy acostumbrados a competir. Lo hicieron bien técnicamente y físicamente. Elevar eso era su camino a seguir. En la batalla del play off te niegas a reconocer que es una forma legítima, pero a toro pasado entiendes que cada uno usa sus armas dentro de lo que los árbitros le permiten. Volvimos con cierta preocupación tras perder dos partidos después de haber ganado cinco.
-¿Cómo recuerda ese quinto?
-No fue fácil, pero nunca tuvimos sensación de que se perdía.
-Marcus Brown metió 31 puntos ese día.
-Por eso digo que si tengo que nombrar a un jugador que tuviera ese liderazgo por encima de todos, aun en un equipo con muchos líderes, tengo que nombrarle a él. Fue el único momento de dificultad real, crítica, ciertamente.
-Y llegó el Baskonia, un equipo inmerso en un ciclo de cuatro Final Four seguidas.
-Nos costó mucho ganar los partidos de casa. Trabados, igualados. El pick and roll Prigioni-Scola también nos complicó. Posiblemente teníamos más frescura, incluso un poquito más de confianza. El tercer partido, sin embargo, lo tuvieron en la mano. Fuimos muy igualados, aunque ellos siempre por delante. Pero nosotros con la sensación de que estábamos ahí, no nos descolgábamos aunque hicieron un amago. Ya en el último cuarto decidimos pasar a defender en zona sin haberla utilizado antes porque creíamos que había que guardarla para un momento crítico. Y chocaron de manera estrepitosa, creo que sólo metieron dos puntos en muchos minutos. Nos dio alas para la hemorragia y Jorge fue el que asumió el protagonismo para el adelantamiento y para rematar.
-Hubo un poco de movida al final con un tiempo muerto.
-Sí, sí (risas). Pedimos un tiempo muerto cuando ganábamos por cuatro a pocos segundos. Hubo mucha tensión, el Tau era un equipo de gente orgullosísima. Si a Prigioni no lo detiene Scola se me lanza encima. Yo no las tenía todas conmigo. Hoy se acepta mucho más, porque se han visto más situaciones así. Ellos mismos el año antes habían perdido la Liga aquella del triple de Herreros. Igual con un tiempo muerto a tiempo hubiera cambiado. Por la emoción del momento incluso en el túnel tuvo un momento de tensión con Eduardo Portela [presidente de la ACB entonces]. Fue una serie contra un club competitivo, desde el presidente al utillero.
-Con el presidente, Rafael Fernández, también hubo algo...
-No compartía cosas que se estaban haciendo. Reconozco que en cierto sentido me equivoqué por demasiado amor al equipo. A veces hay que tener un respeto institucional porque a largo plazo es más provechoso para todo el mundo. Yo veía errores que se cometían y que podían crearnos problemas serios. La gestión de la salida de Garbajosa no fue la mejor, o renunciar a Siskauskas, que estaba prácticamente firmado... Veía cosas que me hacían hervir la sangre. Sin embargo, sí pienso que debía haber tenido más templanza para coger la bandera y, en cierto sentido, evitar que se cometieran errores. Los hechos en sí me dieron la razón, pero no sé si volviendo atrás me hubiese mojado tanto en esa dirección.
-El recibimento en Málaga fue espectacular.
-En el aeropuerto, en las calles, fue tremendo. Habíamos vivido también el año anterior la celebración de la Copa, había sido el primer título grande, de estos que marcan. Y la Liga fue aún superior, increíble. Tengo recuerdos vivos, tengo fotos colgadas, el autobús descubierto, con los niños...
-Recuerdo una frase en el balcón del Ayuntamiento en la que decía que tenía envidia de Carlos y Berni por ser campeones con el equipo de su ciudad.
-Eso es lo mejor. No hay nada como eso. Triunfar en tu casa... ¿A cuántos deportistas les pasa? Yo estaba lejos de casa, veía a gente de fuera y miraba a Carlos y Berni y observaba a dos chicos de Málaga. Es rarísimo que se produzca. Dos chicos de la casa y con un rol muy importante. Era algo francamente inusual. Era una envidia sana, sí.
-Lleva 30 años casi de carrera. ¿Dónde coloca ese título en su escala?
-Arriba, arriba. Siempre es difícil comparar. Hay muchos títulos. Hay situaciones que, sin ser título, como la Final Four del año después, que sigue teniendo un valor absoluto casi mayor. A nivel de importancia y emotividad, arriba.
-¿Notaba en el ambiente el peso del triple de Ansley?
-Sí, cuando entraba en contacto con algún aficionado, pero en el equipo no. En la ciudad entrabas a veces en contacto, pero no en el equipo.
-Es el último título que ganó el club. Da idea de lo que cuesta.
-Por eso fue mi forma de reaccionar emocionamente tan fuerte. Veía que no nos dábamos cuenta de lo complicado que había sido y no estábamos poniendo los cimientos para poder ganar en el futuro, seguramente por otro camino. Probablemente no era repetible cómo llegó lo de ese grupo, pero sí se podían pelear las finales y estar en ellas. Cuando ganas tienes una sensacion de omnipotencia, piensas que seguirás ganando. Pero la realidad es que es muy difícil, se tienen que dar circunstancias que controlas, y esas hay que trabajarlas mucho, y esas otras que no controlas, esa especie de coincidencia astral.
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