Con permiso para gozar (1-1)

Liga bbva

El Málaga sumó en San Mamés el punto que necesitaba para asegurar la permanencia y empezar a pensar en un futuro brillante. El Athletic igualó de penalti, tras fallar otro, el gol de Recio.

Foto: LOF
Carlos Pastor

15 de mayo 2011 - 20:39

Ahora sí. Ya se puede pensar sin temor a equivocarse en el bello futuro que promete este Málaga. Sin el sufrimiento de la temporada anterior, pero tampoco con el brillo que provocaban la expectativas que se generaron inicialmente, los blanquiazules certificaron matemáticamente la salvación. Una permanencia de la que en el recuerdo quedarán los registros batidos en un inmenso final de temporada a base de buen fútbol, lo que da aún más mérito a la empresa. Y todo pese a que ayer en San Mamés se rompió un poco esta magia de resultados con un empate. Algo que tenía que llegar y más que permisible si se hace desde la defensa de una identidad que tanto ha costado alcanzar.

Pese a que las ausencias evidenciaron de antemano la falta de mimbres en el once inicial si lo que se quiere es realmente aspirar a mucho más, el Málaga prolongó su estado mandón y salió dominando al Athletic, aunque sin alardes. Se ve que Pellegrini ha logrado que todos los hombres que utiliza hayan alcanzado un elevado grado de confianza y el toque, los apoyos, la movilidad y aprovechar los espacios son su catecismo. Eso con el balón, pues la seguridad defensiva resulta ser el primero de sus mandamientos.

Los cuatro mediocentros hicieron de las bandas una auténtica autopista para los laterales. Jesús Gámez percutía provocando los primeros saques de esquina. Sin Duda, recordado y añorado por el gol olímpico que logró el año pasado en San Mamés, Apoño se encargaba de la estrategia. Pero la parsimonia que quiso dar el Málaga al encuentro, al verse con el control y con el punto necesario en la mano, pudo costar algún susto por pérdidas impropias en el medio campo.

Daban más sensación de peligro a la hora de la verdad los de Caparrós, a quienes frenaba Caballero con sus reflejos y saber estar bajo palos. David López y Castillo lo probaron. Se pasó a un escenario en el que el Málaga andaba un poco perdido. Recio sufría sin balón, Sandro Silva aportaba, pero más jugando de espaldas, y Maresca apenas aparecía. Una vez más, Apoño era el que aportaba algo de luz.

Mientras el meta argentino minaba la moral de los bilbaínos, una ocasión de Juanmi repuntaba a los malaguistas. Al canterano le faltó un poco de maldad para dar más fuerza al balón tras superar a Iraizoz. Jesús Gámez vio fenomenalmente el gran desmarque del de Coín y sólo Amorebieta sobre la cal del gol abortó esa pequeña obra de arte de jugada.

Era el preludio del gol, en el que los más jóvenes fueron los principales protagonistas. De nuevo con Juanmi como protagonista, esta vez en el inicio, y Recio en la ejecución. Aprovechándose de la ley de la ventaja, mostró temple y calidad a la hora de encarar al meta vasco.

Si ya reinaba la tranquilidad en los malaguistas, aún más con el marcador a su favor. Estaba todo bajo control. Bueno, todo menos el de la gomina. Cuando más se notaba la disconformidad de la grada de San Mamés sobre su equipo, Muñiz Fernández señaló dos penaltis consecutivos en contra del Málaga. Sí, uno detrás de otro.

Especialmente dudoso resultó el primero, que además costó la segunda amarilla a Demichelis. El segundo, que fue la consecución del primero, ya que el rechace del lanzamiento de David López al larguero acabó en la mano de Eliseu, significó el empate. Tocaba sufrir, especialmente por la inferioridad. Apenas se notó por la solidaridad con la que se emplea este equipo y porque al final a los dos les valía el resultado. El permiso para gozar quedó dado.

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