La pista marbellí de Djokovic

Tenis

El tenista serbio, en el ojo del huracán mediático mundial, eligió hace dos años instalarse en la Costa del Sol, en una mansión valorada en 10 millones de euros, y de ahí fue a Australia

Djokovic y su mujer, Jelena, en su casa en Marbella.

Desde que el vikingo Bjorn Borg se instalara en Marbella en su apogeo como mejor jugador del mundo, a finales de los 70, el mundo del tenis ha mirado a la Costa del Sol. Poco después lo hizo el recientemente fallecido Manolo Santana. Y hace dos años fue Novak Djokovic, que ya había estado con frecuencia porque tenía amistades, pero que dio el paso tras pasar en tierras andaluzas el primer confinamiento, en una viviendo de alquiler. Posteriormente compró una mansión en una selecta zona de Marbella, valorada en 10 millones de euros.

Djokovic, número uno del tenis mundial, está en el ojo del huracán mediático mundial por la situación que está viviendo en Australia, donde su participación en el primer grand slam del año, que ha ganado ocho veces, está en el aire porque puede ser deportado tras estar retenido varios días. No presenta el pasaporte Covid y las leyes australianas son claras, se trabajó para una exención, pero el revuelo montado la frenó. Nole pasó el fin de año en Marbella, hay testimonios gráficos que lo atestiguan, y partió desde Málaga rumbo a Melbourne. En su primera declaración para obtener el visado afirmaba que no había estado en terceros países. Y sí había permanecido varios días en España, algo que juega en su contra. También pasó el Covid, ahore se ha sabido, a mediados de diciembre y tuvo alguna actividad pública estando teóricamente contagiado.

Djokovic (34 años) vivía en Montecarlo, pero cambió a Marbella para, entre otras razones, porque la oferta escolar para sus hijos Stefan, de siete años, y Tara, de cuatro, era más amplia. Aquí vivían ya sus hermanos menores, Marko y Djordje, y había pasado alguna temporada. Marko trabaja en una escuela de tenis en las instalaciones de Puente Romano, que fueron dirigidas por Manolo Santana y aspira a acoger la próxima eliminatoria de Copa Davis ante Rumanía. Escuela que codirige con Pepe Imaz, ex tenista español de 47 años que es una figura clave en la vida de Djokovic. Se convirtió en un coach, “entrenador espiritual”, del serbio. En esa relación ha venido el mejor tenis del de Belgrado, aunque Imaz tenga algunas ideas que desde lejos parecen mesiánicas. Basa sus enseñanzas en el amor y recela de la medicina tradicional, algo que casa con la negativa del tenista a vacunarse.

Entrenamiento con Davidovich en Marbella.

En esta pandemia, Djokovic ha dado que hablar varias veces. El primer tramo, el más duro, lo pasó en una vivienda amplia por la que pagaba 10.000 euros al mes. Se saltó el confinamiento estricto para ir a entrenar a Puente Romano. Tuvo que pedir disculpas. Cuando se relajaron las medidas trabajó con el tenista malagueño Alejandro Davidovich, el andaluz con mejor ranking desde los tiempos de Manolo Orantes y Pepe Higueras, en los años 80. “En España hemos entrenado juntos varias veces, además tenemos una buena relación, nos llevamos bien, es un gran tipo”, decía Djokovic de Davidovich antes de que se midieran en los Juegos de Tokio. El malagueño siempre se ha declarado admirador del serbio. “Puedo decir que si por televisión parece un tipo de 10, en persona es un tipo de 20. Súper agradable entrenar con él, lo pone todo muy fácil. La imagen que un profesional tiene hacia el público no siempre coincide con la realidad, no conocemos la vida privada de nadie, pero en este caso me ha sorprendido. Estaba todo el rato proponiéndome ir a jugar un básquet, un fútbol, un pádel...”, afirmaba el rinconero tras trabajar con él.

La mansión de Djokovic.

Ir a la Costa del Sol también se lo aconsejó Bozidar Maljkovic, uno de los entrenadores más laureados de la historia del baloncesto europeo y que en su etapa en Málaga (1999-2003) se compró casa en Marbella. Él, a su vez, fue por recomendación de Radomir Antic. Maljkovic es ahora presidente del Comité Olímpico de Serbia y tienen una estrecha relación, estos días salía en su defensa por la situación que vivía en Australia. Ha trabado buena amistad con Carlos Gómez-Herrera, tenista malagueño, ahora situado en el puesto 400 del mundo y con el que ha jugado en ocasiones el doble en algún torneo. Instalado en la selecta Sierra Blanca, no lejos del centro de Marbella, con vistas al mar y la montaña y una casa de 1.000 metros cuadrados edificados de un total de 3.500, con pista de tenis y lujos varios, Djokovic invirtió 10 millones de euros en una mansión en la que hace vida a caballo con Belgrado cuando el circuito ATP da un respiro. Allí reposará cuando las aguas se calmen tras la tormenta generada en su polémico viaje a Australia, aún con capítulos por escribir.

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