"Con aquel triple sentí que la gente de Málaga se sacaba una espina"
juan ignacio sánchez brown. ex jugador del unicaja
En un día tan señalado, el hombre de la canasta que tumbó al Barcelona y dio el pase a la 'Final Four' repasa aquel mágico momento "En esa décima de segundo la vi que iba dentro cuando salió de la muñeca", rememora
Medianoche en España, tres de la tarde en California, Estados Unidos. Juan Ignacio Sánchez Brown (Bahía Blanca, 1977) se prepara para ir al Staples Center a comentar un Lakers-Spurs. Pepe es ahora, entre otras muchas cosas, analista de los partidos de la mítica franquicia angelina para Time Warner Cable, que retransmite en castellano los partidos de los Lakers, los Dodgers de béisbol y los Galaxy de fútbol. Pepe sigue siendo, siete años después, el hombre que anotó el triple que abrió las puertas de la Final Four de Atenas, el de los pases imposibles, el del discurso diferente. Hoy se celebra un trascendente, no tanto como aquel, Unicaja-Barcelona de Euroliga y es una excelente oportunidad para la charla. Más reposado, acoge con calidez y cariño la llamada de Málaga Hoy.
-¿Cómo le va, Pepe?
-¡Qué de tiempo! Siempre contento de hablar del Unicaja y de Málaga. Aún tengo una casa por allí [se escucha de fondo la voz de Andrea, su pareja]. Y mi mujer me recuerda que diga que muchos amigos también.
-Resulta que hoy hay un importante Unicaja-Barcelona de Euroliga. Y su triple para tumbar a los azulgrana está siempre en el recuerdo. Se utiliza ahora para demostrar que es posible.
-Uf. Siete años ya de aquello, 2007.
-¿Qué supone aquel momento en su carrera?
-Ese momento era cuadrar los tres años vividos en Málaga, magníficos. Antes ganamos la Liga y la Copa, eso se hizo como un grupo homogéneo que en el tercer año se desarmó. Pero aún seguimos con Sergio [Scariolo] y varios jugadores. Es un momento muy especial, la fotografía en lo personal de aquellos tres años. Hubo momentos iguales o mejores como la Copa y la Liga. Pero aquello era meterse en la Final Four y cuadrarlo.
-En aquel momento casi parecía una consecuencia de lo anterior.
-En aquel momento parecía normal, pero a mi mujer le dije cuando me fui de Málaga, y me lo recuerda alguna vez, que pasarían muchos años hasta que el Unicaja volviera a repetir algo parecido. No lo decía por arrogancia, sino porque ganar es difícil, muy difícil. Aquellos años de éxitos, con la distancia, se ven como algo meritorio, quizá irrepetible de aquella manera. Y ese triple lo llevo en el corazón. Sentí que con él la gente de Málaga se sacaba una espina clavada.
-Mete su triple cuando faltan 7.7 segundos. ¡Pero después hay seis tiros libres!
-Sí [risas]. Pero mentalmente creo que ese triple lo dobló al Barcelona, lo fundió. Todos supimos que no se nos escapaba y eso les rompió los esquemas, hasta ahí se veían con control del partido.
-Se tira al suelo mientras volaba el balón. ¿Buscaba la falta y el adicional?
-[Risas]. Sí, jaja. Algo buscaba. Es esa décima de segundo cuando tiras la sientes que entra, lo ves que va dentro cuando sale de la muñeca. Percibí que se metía, lo sentí tan bien que fui a buscar un contacto por si acaso. Sí, visualicé que entraba.
-¿Era ese 2x2 con Berni la jugada hablada para decidir?
-Mira, no soy bueno de memoria. En cada aniversario del oro olímpico de Argentina en Atenas me llaman para que dé detalles y cada vez digo menos. Sí recuerdo que yo quería tirar la última bola. Con Berni hablaba mucho, teníamos mucha conexión. Hacíamos esa puerta atrás que tantas veces daba resultado. Seguramente si le preguntas a él se acuerda mejor de lo que hablamos, él tiene gran memoria. Pero yo sí te diría que la idea era que él generara y yo decidiera, me sentía cómodo tirando ese balón, no fue casualidad.
-Nunca fue un tirador, Pepe. Pero no le pesaba la responsabilidad en Málaga.
-Mentalmente me sentía muy cómodo en esas situaciones. No fui mejor tirador porque me excedía en concetrarme en el equipo, en que el funcionamiento colectivo fuera correcto. Pero cuando llegaban los tres últimos minutos me gustaba tomar responsabilidad. Si hicieran una estadística, seguro que metí muchos más tiros porcentualmente en ese segmento que en los 37 restantes. En los tres últimos minutos me sentía cómodo, en lo más alto en mi carrera. Por personalidad, siempre me gustó. Era como si en esos tres últimos minutos se me abrieran los ojos. Realmente siempre vivía para los últimos minutos, los disfrutaba, era como si floreciera ahí.
-Le leí hace poco en una entrevista que aquella plantilla que ganó la Liga, si se hubiera mantenido, también hubiera ganado la Euroliga.
-Sí, sí, sí. Seguro. Con el tiempo y la distancia, entendiendo cada vez más el juego y cómo funciona este deporte, lo veo claro. La experiencia te da muchas cosas, haber vivido muchas situaciones. Si repasas un equipo con esos jugadores y en esa plenitud... Carlitos y yo de bases, Berni y Brown, Risacher y Herrmann... Todos en plenitud, Stéphane era veterano, pero ese tipo de jugadores hacían falta. Jorge, Flo, Santiago... Sí, sin duda, éramos un equipo para ganar más en España y pelear de verdad la Euroliga dos o tres años más. Pero hubo el interés de la NBA en varios jugadores y situaciones interiores que uno desconoce. Pero llegar a conseguir un equipo como armó Sergio y que se cayera... Eso me enojó bastante y él se enojó bastante conmigo porque un día lo dije públicamente y ya recuerdas la que se lió [risas]. Fue empezar de nuevo, con jugadores buenos pero jóvenes con los que había que tener paciencia. Y yo no la tenía. Hicimos historia para el club, pero sinceramente creo que pudimos marcar un época en Europa.
-Hablaba de Scariolo. ¿Vivían una relación de amor y odio?
-Sin duda, así era. Pero cuando terminan las relaciones, cuando el tiempo te da la distancia necesaria para reconocer errores propios, tenemos una relación excelente, con mucho cariño y respeto mutuo, ahora entiendo muchas cosas más. Los dos queríamos ganar. Si discutíamos y peleábamos tanto era porque los dos adorábamos ganar. Y creo que quedó demostrado.
-Hace poco hacía un reportaje con el equipo que ganó la Copa. Los cinco que no seguían en activo (Tabak, Garbajosa, Risacher, Lázaro y usted) continuaban en el baloncesto.
-Es una de las claves para ganar. Te tiene que apasionar lo que haces. Tener la sensación de que es un trabajo no vale. Es tener la sensación de que sales a la pista y te juegas la vida, estés más o menos cansado. Cuando los partidos importantes muchos de nosotros nos crecíamos, ganábamos muchos partidos igualados. Aquello funcionaba por una cadena de cosas. La plantilla, el staff técnico que teníamos. Todos, incluyendo a Manolo Rubia, a su hija Laurita, a los fisios, a los preparadores físicos... Yo recuerdo jugar cada partido para 10.000 personas que apretaban muchísimo. Aquello generaba tal mística que pensábamos que todo era posible. Y ahora lo ves con distancia y piensas 'guau, se hizo mucho'. Éramos como el Madrid o el Barça, con sus tremendos presupuestos y tradición. Por varios años fuimos esos clubes, eso no es fácil de conseguir. Sólo el Baskonia lo hizo recientemente.
-Hablaba de esos 10.000 aficionados, Pepe. Ahora cuesta llegar a 7.000 u 8.000 en el Palacio. Aunque para hoy se prevé un casi lleno. ¿Eso es recuperable?
-Sin duda, cuando hay una tradición se puede reconquistar, seguro. Cuando no hay nada detrás no sabes a qué agarrarte, pero en Málaga... Claro que sí. Mira, mi ciudad, Bahía Blanca, también es un lugar con gran tradición de básket. Los resultados llegan más o menos, se depende de ellos. Pero la gente sigue, sabe si gana o si pierde el equipo, aunque sea para quejarse está pendiente. Y volverá. El Unicaja tiene una historia detrás y no se olvidan los momentos vividos. Es fácil recuperarlo y revivirlo cuando vean con sus ojos que han vuelto. Y volverá mucha gente. No estoy tan empapado ahora en la realidad de equipo. Pero deseo de corazón que le vaya lo mejor posible al Unicaja y le gane hoy al Barcelona. Ahí hay muchos amigos que uno quiere. De los clubes por los que pasé, Málaga tiene un lugar capital de mi corazón, es el club con que me identifico. Que ganen siempre.
-Sólo en la Universidad, en Temple, estuvo más tiempo que en el Unicaja a lo largo de su carrera.
-Son mis tres hogares en la vida y el baloncesto. Mis cuatro años en la Universidad, toda mi carrera en la selección argentina y Málaga. Ahora que estoy mucho tiempo en Estados Unidos valoro aún más lo que fue mi paso por la Universidad, lo que es Philadelphia, lo que uno sembró en esos lugares. Pasé por muchos sitios. Y no es casualidad que son los tres en donde más gané. Porque en estos tres me sentí realizado.
-En su último año en Málaga pasó momentos de tensión y complicados con compañeros y técnico.
-Yo no sé cómo fueron las temporadas siguientes, pero cuando se quiere ganar con mucha pasión suele pasar. Los entrenamientos tienen que ser a hostias y los partidos a pelear minutos y a ganar. Es difícil ganar sin que pase nada, siendo todos amigos y en un mundo de felicidad perenne. Yo eso lo viví en la selección, seguramente en la española te digan lo mismo. Pero cuando juntas a gentes de varias nacionalidades, distinta, para hacer que algo fluya, para poder ganar, es normal que pasen cosas. Siempre he preferido que haya runrún y ganar. Porque así los demás no ganan. Para ganar se necesita ir al límite. Y a veces ir al límite es pasarse de largo. Y sí, alguna vez me pasé.
-¿Puede contar ya qué pasó en aquel vestuario de Moscú? Un poco más y deja el equipo tras aquello.
-Una discusión por un triple que no entró y Sergio me lo recriminó, algo típico que pasa de alto voltaje. Había un desgaste que venía de los tres años y estábamos en un punto en el que se necesitaba romper, un final de ciclo. Teníamos una relación donde en su rol de entrenador y yo de base veterano chocaban. Pero nos entendían peor y se preocupaban más los demás que nosotros mismos. Teníamos ambos claras las situaciones. Por eso no era fácil de llevar, porque me equivocaba. Pero, ché, seguimos adelante y dos meses después jugamos una Final Four.
-En su último año en Europa, en el Madrid, tuvo a Joan Plaza como entrenador, ahora en el Unicaja. ¿Estaba ya sin la motivación necesaria?
-La experiencia fue difícil. Te diría que lo único duro que tuve en mi carrera, nunca le encontré la vuelta. No me sentí respaldado por el entrenador. Obviamente, se vivió la explosión de Sergio Llull, que era un junior y que se vio que era un jugador fantástico. Raúl López también estaba, quizá éramos demasiados los tres. No estuve al nivel y nunca sentí la posibilidad real de tener continuidad. Aposté por ir al Madrid por un rol, no lo tuve, pedí salir a otro lado y no me dejaron. También se aprende, no hubo mala fe en ningún momento por parte de nadie. Las cosas no se dieron, pasó al final de mi carrera.
-Antes, en el Barça, en el que ya asomaba Xavi Pascual ...
-Con Xavi tuve una relación fantástica, de hecho sentí que yo tenía más recorrido en el Barcelona, pero no se dio. Teminó él de entrenador después de Dusko, me sorprendió lo rápido que llevó a la plantilla a un nivel altítismo. La capacidad la tenía, mucha, pero pensé que le hacía falta la experiencia. La personalidad la tenía, todo lo que hace en su carrera es porque cree en ello.
-¿Y hacia dónde enfoca su vida? ¿Se ve de entrenador?
-No, en principio no. Cuando me retiré quise salir del día a día, con libertad para viajar con la familia. Estoy contento, a caballo entre Estados Unidos y Argentina. Colaborar con los medios, hacer programas de televisión, me da mucha versatilidad para hacer todas las cosas y me da espacio, no me exige exclusividad. El proyecto de mi club, el Weber Bahía Estudiantes, me seduce mucho porque no sólo es con el básket, también con el manejo de grupos humanos, para administrar talento. Me apasiona más que nada. Después de cuatro años he podido armar un grupo con Montecchia y Espil en la dirección deportiva, con el hermano de Ginóbili de entrenador... Trabajan a un alto nivel, ya funciona la estructura sola. Soy también consultor de un par de empresas de básket, en procesos de formación de grupos humanos...
-¿Le veremos por Málaga?
-Voy a la Final Four de Milán porque tengo algunas reuniones de trabajo. Ojalá estuviera el Unicaja por allí. Si no, quiero llegarme a Málaga y de camino ver algún partido en el Carpena aprovechando ya que estoy en Europa. Hay mucha gente a la que quiero darle un abrazo por allá.
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