Edición genética, la vía para producir más alimentos sin dañar el planeta
Este tipo de técnicas permiten acelerar el proceso de mejora vegetal para lograr cultivos con más rendimiento, más resistentes a la sequía o con menor necesidad de fertilizantes
Estas fórmulas contribuirán a alimentar a una población mundial que no deja de crecer
Europa va por detrás de otros países y está a la espera de una propuesta de Bruselas para iniciar un debate legislativo
El sueño cada vez más cercano de un trigo sin gluten
En 2050 viviremos en el mundo 9.700 millones de personas, 2.700 millones más que a día de hoy. La FAO, el organismo de Naciones Unidas dedicado a la alimentación, estimó hace unos años que haría falta incrementar entre un 60% y un 70% la producción agrícola y ganadera para sostener este crecimiento. Según Miguel Hernández, director del área de Sostenibilidad y Prospectiva del Institut Cerdà, queda por cubrir entre un 35% y un 40% de ese objetivo. Y no será sencillo.
No lo será porque el cambio climático obliga a un menor consumo de agua, y porque los objetivos ambientales y de reducción de emisiones harán necesario un menor uso de fertilizantes y plaguicidas. En Europa, la estrategia 'De la granja a la mesa' propone una drástica reducción de estos insumos, además de un impulso de la agricultura ecológica, algo aparentemente contradictorio con el requerimiento de producir más no solo para abastecer al planeta sino para garantizar la soberanía alimentaria.
Un contexto complicado: guerra, precios altos, multipolaridad...
El contexto actual de precios altos, y en el que la guerra de Ucrania ha demostrado que los alimentos pueden en ser un arma más, no ayuda tampoco. El incremento de los precios tiene consecuencias "dramáticas en muchos casos", afirma Samuel Juárez, vocal asesor de la secretaría de Agricultura y Alimentación del Ministerio de Agricultura. "32 países de los menos desarrollados del mundo son importadores netos de alimentos; en algunos los alimentos están subvencionados, pero eso le cuesta mucho al Estado, y además se ha devaluado la moneda. A corto plazo, puede haber inestabilidad y problemas sociales, y la comunidad internacional tiene que concienciarse para ayudar", añade Juárez.
La situación se complica, aún más, al surgir nuevos polos de poder en el mundo, lo que exige que más partes se pongan de acuerdo para un comercio fluido de bienes básicos. Y crece, además, el interés de los poderes económicos en la agricultura. "No es malo intrínsecamente, porque se han dado cuenta de que es un bien básico y hay un mayor interés en invertir en el sector, pero presiona al sistema a una mayor subida de los costes, como el de la tierra".
La mejora vegetal, imprescindible para alimentar al mundo
A grandes rasgos este el panorama. A corto plazo, hará falta tiempo -y voluntad política- para que el mundo digiera todos los cambios, pero a medio y largo plazo el objetivo de producir más solo se conseguirá con la mejora vegetal: nuevas variedades con mayor rendimiento, menor impacto ambiental y con menor necesidad de insumos.
"En los últimos 30 años el incremento de productividad se ha debido en un 50% a nuevas variedades y en otro 50% a mejoras técnicas. El potencial de de las mejoras técnicas es muy reducido, porque no vamos a meter más imputs en la agricultura, sino menos. La herramienta que nos queda es la innovación varietal y su aportación en el incremento de la producción será, en función del cultivo, de un 60%, 70 o 75%", afirma Miguel Hernández, del Institut Cerdà.
La edición genética, la innovación clave
Las técnicas de edición genética pueden ser -lo van a ser- una vía para alimentar al mundo de 2050, no a lo mejor a corto plazo pero sí a medio y largo plazo, como se puso de manifiesto en la última asamblea de la Asociación Nacional de Obtentores Vegetales (Anove), en la que participaron Juárez y Hernández. Las variedades que se obtienen a través de estas técnicas no son Organismos Modificados Genéticamente (OMG), los transgénicos. "Los OMG se consiguen con genes ajenos a la especie en cuestión; la edición genética va de acelerar lo que se ha hecho históricamente mediante la mezcla de variedades", señala Hernández. Suárez precisa aún más: "Tradicionalmente se examinan las mutaciones de una planta para ver si se consigue la mejora que se espera; son procesos larguísimos, en los que tiene mucho que ver el azar. Con la edición genética cortamos y pegamos el gen que interesa, como haría un médico con un bisturí; actúas de forma más rápida y precisa".
Se pueden conseguir variedades más resistentes a la sequía, que necesiten menos agua, menos fertilizantes y plaguicidas. Y que rindan más. Pero, en el caso europeo, la investigación y la innovación permanecen estancadas desde hace años. Una sentencia del Tribunal de Justicia de la UE determinó que había un vacío legal en la Unión respecto a este tipo de técnicas y que debía aprobarse una normativa específica. Es decir, propuesta de la Comisión Europea, debate entre países y en el Parlamento europeo y aprobación definitiva.
Un debate europeo largo y complejo
Este mismo mes la Comisión presentará su proposición y a partir de ahí se iniciará el largo proceso. "Debe ser una normativa que ofrezca a la sociedad la garantía de que los productos que se obtienen son seguros. Y debe permitir al sector desarrollarse, y no quedarse atrás, no solamente respecto a EEUU sino prácticamente todo el mundo (muchos países ya permiten el desarrollo de estas técnicas)", afirma Samuel Juárez, que pone un ejemplo de posible restricción: "Se debate si es necesario etiquetar los productos obtenidos por edición genética. ¿Es necesario? Si es un producto idéntico, es absurdo, porque no es posible distinguir si se ha obtenido por una técnica o por otra".
Miguel Hernández, del Institut Cerdà, advierte de que se puede dar la paradoja de que "podemos prohibir esas técnicas aquí e importar alimentos que se hayan cultivado con ellas desde otras partes del mundo". Eso, ahora mismo, podría ser así, ya que, en Europa, a diferencia de en otros países, no se puede innovar con estas técnicas al no haber legislación al respecto. "Tenemos empresas punteras que están teniendo que investigar fuera", remata.
Hernández advierte de que estos avances son clave para garantizar la seguridad en el abastecimiento alimentario y que, si otros países toman ventaja, habrá "efectos no solo económicos sino también sociales, ya que gracias a la implantación de cultivos se puede fijar población", y pone Andalucía, y en concreto Almería y Huelva, como ejemplos.
Desde el punto de vista político, aseguran tanto Juárez como Hernández, hay un sector en Europa "que asocia un menor impacto ambiental a una agricultura más tradicional". "Es algo que está bien, es lícito, pero la agricultura es mucho más: es un sector económico, que da seguridad alimentaria. Si no producimos más destinaremos más dinero de nuestros presupuestos familiares a la alimentación", asegura Miguel Hernández. "Es una resistencia de tipo político: cuando hablas con personas que realmente conocen este tema nadie se atreve a negar que es un avance", añade Juárez.
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