Competencia y globalización

Teresa Ribera, futura vicepresidenta de la Comisión, tiene por delante enormes desafíos para mejorar los mercados y la economía de laUE que exigen cambios rápidos y profundos

La vicepresidenta tercera y ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Teresa Ribera
La vicepresidenta tercera y ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Teresa Ribera / EFE

28 de septiembre 2024 - 06:00

Las medidas para fortalecer la competencia en los mercados se encuentran entre las políticas horizontales más relevantes y durante los últimos años han estado sometidas a revisión debido a la aparición de multinacionales tecnológicas que operan en múltiples mercados en donde detentan posiciones de dominio, distorsionando la competencia.

De entre las políticas que el reciente Informe de la Comisión subraya, destacan las de carácter horizontal para estimular la competencia en los distintos sectores económicos.

El terreno de juego que señala el marco de la Unión Europea, refleja la importancia de establecer un entorno en donde opere un sistema de mercado, donde las empresas puedan actuar en condiciones similares, con independencia de su nacionalidad.

No soy muy optimista acerca de los resultados. Francia ha vetado en numerosas ocasiones la adquisición de sus empresas por parte de multinacionales. Estos días leemos en los medios los obstáculos que está levantando el gobierno galo a la entrada de Renfe en ese mercado. Y no lo ha hecho solo en sectores que se consideran estratégicos y tecnológicos, sino en una empresa de fabricación de yogures, entre otros casos anecdóticos.

Las políticas de competencia deben garantizar el funcionamiento del mercado interior sin que existan distorsiones. Los consumidores deben estar protegidos de los abusos que cometan grandes empresas, evitando la fijación de precios elevados, así como las firmas que operan en mercados en donde existen grandes empresas que funcionan en régimen de oligopolio o monopolio.

Debe combatirse la creación de cárteles que fijen precios de inputs, abusos derivados de posiciones dominantes que provienen de la acumulación de poder por parte de grandes empresas y otras prácticas que perjudican tanto a empresas operando en los mismos mercados como a los consumidores.

Igualmente, las ayudas de Estado tienen como propósito distorsionar la competencia, al aportar recursos públicos a empresas privadas para que estas puedan competir con otras que no reciben esas ayudas. En la UE, existe una larga historia de recepción de ayudas para poder competir con ventaja con otras empresas europeas. Debido a la globalización y a la aparición de nuevas empresas en sectores tecnológicos estratégicos globales, esas ayudas internas dentro de la UE se han ampliado en los últimos años a empresas con sedes fuera de la UE, especialmente en China y EEUU.

El rápido cambio de estructuras productivas y el desarrollo tecnológico obligan a modificar el sistema de ayudas, de manera que no sean solo empresas comunitarias las afectadas sino también compañías con sedes sociales fuera de nuestras fronteras.

Una de las cuestiones que mas se han debatido durante los últimos años, es si el tamaño y posición dominante de las empresas dentro de la UE, permiten competir a una escala global con competidoras chinas y norteamericanas. Si las empresas europeas quieren competir con ellas en mercados globales, necesitan una gran escala para llevarlo a cabo y, en consecuencia, acometer inversiones multimillonarias asociadas al tamaño.

Además, los beneficios derivados de la innovación pueden desaparecer si la competencia es muy elevada. Este punto de vista refleja la visión de Schumpeter, que advertía de las consecuencias negativas de la intervención de los gobiernos para hacer desaparecer los beneficios extraordinarios de la innovación, que conllevaría una reducción sustancial del gasto en I+D.

La evidencia empírica de las dos últimas décadas muestra que una mayor competencia genera una reducción en el precio de los productos, estimulando la productividad, la inversión y la innovación. Estas tendencias han generado preocupación cuando se observa que hay menos competencia. Los márgenes empresariales y la rentabilidad se han incrementado. La concentración también lo ha hecho.

También se observa una creciente divergencia entre los resultados de las empresas en términos de tamaño, productividad y salarios, especialmente en los sectores tecnológicos, aunque no solo en estos. Muchas empresas de ventas al por menor y al por mayor también muestran el mismo comportamiento, siendo Amazon el caso paradigmático.

La economía se ha desplazado hacia sectores más innovadores. La competencia se basa, en gran medida, en tecnologías digitales y muy intensamente en el papel de las marcas. La escala y la innovación son esenciales para competir, más allá de la competencia en precios. Muchos de esos mercados operan con costes fijos elevados, fuertes efectos de red y en muchos casos singulares operan bajo el proceso del “ganador lo consigue todo (“winner takes it all”). En algunos sectores, una o dos empresas controlan la casi totalidad del mercado.

Enfrentar estos problemas para mejorar el comportamiento de los mercados y de la economía de la UE, requiere la modificación de algunas políticas y prácticas. Debido a la velocidad del cambio tecnológico, es necesario que menos burocracia y procedimientos más rápidos se introduzcan en el proceso de toma de decisiones.

Tradicionalmente, las regulaciones se han establecido para la producción de bienes. Sin embargo, la regulación de los servicios ha ido muy por detrás, a pesar de tratarse de los sectores que más rápidamente crecen y en donde con mayor claridad se observa el cambio tecnológico.

Hay aspectos que necesitan cambios rápidos y profundos, que exigen modificaciones en el mercado de trabajo. Un médico o un ingeniero debería poder acreditarse mucho más rápidamente cuando cambia de país. Estas y otras medidas permitirían aumentar la competencia en todos los países de la UE, además de elevar el crecimiento económico.

Teresa Ribera, la nueva vicepresidenta de la UE y responsable, entre otras áreas, de las políticas industriales y la competitividad, tiene por delante unos enormes desafíos.

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