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Antoñito Molina | CANTANTE
Lo de Antoñito Molina (Rota, 1988) ejemplifica una carrera de fondo en la industria de la música. Empezó con el dúo El Tren de Los Sueños hasta que tomó la drástica decisión de emprender su camino en solitario. Esa aventura que parecía vertiginosa se ha tornado en una andadura llena de letras y seguidores. Muchos consideran que Molina es una verdadera promesa. Consideración que poco importa al intérprete. Recuerda que hace no mucho ofrecía conciertos en chiringuitos y en salas para un aforo de 40 personas. Una cifra que queda lejos de las 5.000 que reunirá esta noche en el Estadio de La Cartuja (Sevilla) como parte de su gira A la aventura tour.
–Empezó su carrera en El Tren de Los Sueños. Un dúo llamativo porque cambiaba sus integrantes con cierta periodicidad. ¿Cómo llegó al grupo?
–El Tren de Los Sueños nació con un amigo que estaba conmigo en clase. Venía todas las tardes a mi casa y cantábamos juntos. Cuando nos dimos cuenta, habíamos formado un grupo y nos estábamos dedicando a la música. Pero con toda la naturalidad del mundo. Sin embargo, él decidió cambiar de rumbo, empezó a estudiar y se tuvo que ir de Rota. Se rompió el grupo y yo iba a seguir solo pero por el camino me encontré a Mara, que fue una compañera maravillosa durante siete años. Seguimos juntos con El Tren de Los Sueños y sacamos cuatro discos hasta que lo dejé.
–¿Cómo se sintió al emprender su andadura en solitario?
–Libre, pero me di cuenta de que todo era más complicado y duro de lo que podía imaginar. Es verdad que estaba muy ilusionado. Y cuando te sientes así, provoca que te despiertes y seas capaz de hacer todo.
–Reivindica que su música pertenece al pop andaluz, ¿qué le diría a los que viven más allá de Despeñaperros y lo consideran flamenquito?
–Cuando la gente dice flamenquito siente lo mismo que cuando yo digo pop andaluz. No lo considero flamenquito porque tengo mucho respeto y admiración por el flamenco. Creo que hago pop andaluz por mi acento y porque mi manera de contar y cantar es muy andaluza. Escuho mucho Carnaval y estoy muy ligado a la cultura de mi tierra. Aunque quisiera esconderlo –que no tengo intención– saldría. Mis canciones son de cantautor pero, al final, todo es música.
–Ha afirmado que se considera más compositor que cantante, ¿por qué?
–Porque sin cantar no sería del todo feliz, pero sin componer me muero. Es como una terapia personal. Una canción me da la sensación de tener siempre una historia que crear y construir. Es salud. Cantar me encanta, pero no imagino esta vida sin escribir un tema nuevo.
–¿Existe alguna temática sobre la que le gustaría componer?
–Me gusta hablar de la vida o de las cosas que imagino. Hay temáticas sobre las que no querría escribir. Por ejemplo, me gusta escuchar letras reivindicativas, pero no creo que sean mi estilo. Mucha gente piensa que las canciones tienen que decir algo, pero cada cual debe decidir hacia dónde se quiere dirigir. No me considero la voz de nadie. Compongo sobre todo lo que me llena, me salva y me abraza. Intento que la gente pause sus problemas y trato de recordar que tenemos una vida maravillosa para disfrutarla de verdad.
–¿Es más fácil escribir al amor o al desamor?
–Me cuesta menos componer sobre desamor.
–¿Por qué?
–Porque lo que me duele me hace coger la guitarra.
–Su carrera ha sido de fondo. Contrasta con los artistas que emergen repentinamente y triunfan.
–Lo que se gana rápido se pierde rápido. Mi camino es el de piedra a piedra y boca a boca. He cantado en bares para 20, 40 o cien personas. Conseguir vender 5.000 entradas me demuestra que estoy haciendo las cosas bien. Cada estilo y cada artista va de forma diferente. Hace cuatro años me propusieron ir a La Voz y yo no quería ir ni aunque me pagaran la hipoteca. Cada uno es dueño de su vida y de sus decisiones. Tengo claro que no quiero fama, quiero que la gente descubra mis canciones y la forma más bonita de conseguirlo es interpretándolas en chiringuitos o en salas. No he sido provocado por un efecto televisivo ni por una moda. Soy muchas letras y eso me da felicidad, responsabilidad, compromiso y tranquilidad.
–Muchos lo consideran como una de las promesas más fuertes del panorama musical. ¿Le pesa o lo ve como un halago?
–Lo veo más como un halago que como una responsabilidad. Me debo a cuidar mis canciones y a mi público, ofreciéndoles un buen concierto. Eso es lo que me preocupa. Que me consideren una promesa me halaga, indica que estoy haciendo las cosas bien, pero no me ocasiona miedo.
–¿Marca, de un modo u otro, el tener un nombre y apellido tan característico?
–Pues sí la verdad, es un fastidio llamarme igual que dos bicharracos. Siempre me han llamado Antoñito, porque desde pequeño estaba haciendo música y escuchando a Antonio Molina, Manolo Caracol, Antonio Mairena. Mi madre me los ponía en vinilo. Pero la verdad es que no me preocupa el nombre, porque lo que importa son las canciones. Da igual que te llames La Oreja de Van Gogh, Alejandro Sanz, Jarabe de Palo o Antoñito Molina.
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