“Habría que animar a volver al teatro, no sólo al restaurante”
Pablo Heras-Casado | Director de orquesta
Metido de lleno en la programación durante cuatro temporadas consecutivas del ciclo completo de El anillo del Nibelungo de Wagner en el Teatro Real de Madrid, que concluirá en 2022, Pablo Heras-Casado (Granada, 1977), una de las batutas más reclamadas y reconocidas en todo el mundo, encuentra hueco para otros proyectos como la dirección de la European Union Youth Orchestra, formada por más de trescientos jóvenes músicos procedentes de los 27 Estados miembros de la UE y el Reino Unido y con la que actuará el 17 de agosto en el Teatro Cervantes de Málaga.
-Ante la pérdida de confianza en instituciones como la Unión Europea, ¿la solución para mantener los lazos está en la música?
-Por supuesto. La música es el aglutinador social y cultural más perfecto que existe. Lo ha sido siempre y lo sigue siendo, sobre todo por su facilidad para traspasar fronteras y trascender todo lo que tiene que ver con ideologías, géneros, razas y otras cuestiones. La música, ya sea considerada clásica o popular, es una expresión meridiana de todo lo que tiene que ver con el ser humano, de todo lo que tenemos en común. Si se trata de crear lazos, la música es la herramienta idónea.
-¿Pero no corren el riesgo proyectos como la European Union Youth Orchestra, que usted dirige, de pasar como una imagen ideal de la UE, como si de un lavado de cara se tratase?
-Es una cuestión de cohesión. La clave para el futuro de la UE es la cohesión, y la European Union Youth Orchestra aspira a ser un reflejo de esto. Puede haber una crisis de confianza, pero en situaciones críticas como la que precisamente estamos viviendo la UE ha dado muestras de cohesión, y es ahí donde expresa su utilidad. Para sus músicos la orquesta representa un gran reto individual, pero, igualmente, sólo puede salir adelante cuando todos empujan en la misma dirección. Eso se ha visto de manera clara ahora, cuando ha habido que preparar los conciertos en un tiempo récord.
-¿La juventud de estos músicos invita al optimismo?
-Sí, pero también invita a considerar que el apoyo decidido a la música, especialmente en lo que tiene que ver con la educación y el prestigio social, es una batalla todavía por ganar. Habría que hacer una reflexión al respecto precisamente en España: muchos de los músicos de la orquesta, que de hecho representan una ratio aplastante en relación con otros países europeos, son españoles. Son jóvenes músicos que han llegado ahí porque han superado pruebas de selección muy duras y que en muchas ocasiones forman parte de las orquestas más importantes del mundo. Ahora bien, ¿qué hace la sociedad española con este talento? ¿De qué manera se preocupa por estimularlo desde la educación? ¿Qué prestigio social le confiere? Queda mucho por hacer todavía.
-Si las humanidades se quedan fuera del curriculum general, de la música mejor ni hablamos.
-Pero es ahí a donde hay que ir. Con muy poco esfuerzo añadido se podría obtener mucho más talento. La cuestión no es tanto crear escuelas de alto nivel, ni reforzar los niveles académicos más elevados, por muy importante que sea esto también; de lo que se trata es de hacer de la música una asignatura más desde la base, desde la Educación Primaria, igual que el arte y la literatura. Necesitamos ver la música no sólo como una carrera profesional, también como un instrumento indispensable para el desarrollo personal.
-¿Será, acaso, que el prestigio está en otra parte?
-Tiene mucho que ver. En los últimos años hemos visto cómo la cultura popular ha otorgado un enorme prestigio social a cocineros y sastres. Y es fantástico. Pero igual va siendo hora de concedérselo a los músicos. Material hay en España, desde luego, de sobra.
-¿Se están haciendo las cosas bien para que las orquestas recuperen su actividad cuando el coronavirus lo permita?
-Los teatros y orquestas están haciendo sus deberes. Están tomando todas las medidas de seguridad y luchando para mantener el interés del público a pesar de que las directrices no siempre son claras. La incertidumbre, de hecho, viene del lado institucional, donde la falta de apoyos es flagrante. Ya no hablo de planes de rescate ni de inversiones, me refiero sólo a mensajes. No ha habido un mensaje claro de complicidad a las orquestas, ni uno solo. Y estaría muy bien que los responsables públicos animaran a los ciudadanos no sólo a volver a sus restaurantes favoritos, también a los teatros. Habría que recordar, de hecho, que en los teatros que han empezado a recuperar sus conciertos no se ha registrado un solo contagio.
-¿Las obras que más satisfacción dan a la hora de dirigir son las más difíciles?
-No necesariamente. Yo disfruto enormemente dirigiendo a Wagner, pero un madrigal de Monteverdi puede ser otra dimensión.
También te puede interesar