"Con el Covid tuve que crear las coreografías en la mente, como en la serie del ajedrez"
Sara Baras | Bailaora
Sara Pereira Baras (Cádiz, 1971), Sara Baras, cumplirá al final de este año las bodas de plata de desempeño artístico con compañía propia, con la que se ha convertido en una de las bailaoras flamencas de mayor proyección internacional. Acaba de volver a los escenarios con su nuevo espectáculo Alma, una interpretación flamenca de los boleros de toda la vida que tanto le gustaron a su padre, que falleció hace poco. Tras tres decenios de carrera, confiesa lo duro y difícil que ha sido para la danza sobrevivir a la parálisis impuesta por la pandemia.
–La pandemia le paró Sombras. Luego pudo hacer Momentos. ¿Pero realmente Alma es el regreso y por qué ha elegido la fusión?
–Sí, realmente sí es la vuelta. Ya nos tocaba espectáculo nuevo. La pandemia cambió todo porque la temporada de Madrid de Sombras se interrumpió, aunque después la hicimos en septiembre y la hemos terminado. Realmente ya en la pandemia estábamos con la creación de lo nuevo. En ese plano nos ha venido superbién el poder tener tiempo para poder pensar qué espectáculo sería el nuevo. Y la verdad que lo del bolero ha sido principalmente por gusto. Después tiene motivos que cada vez para mí eran más importante, como poder acercar a mucha gente a sentir la dificultad de los palos del flamenco mediante una melodía que te suene, que te hace mucho más fácil poder darte cuenta de la dificultad rítmica, por ejemplo, de ciertos palos del flamenco. Y después, por otro lado, así como mi madre me enseñó a amar al flamenco, mi padre era un enamorado de los boleros. Como enamorada de todos los palos de flamenco, hemos elegido unos boleros para meterlos.
–Por bulería se puede meter casi todo, pero no debe ser fácil hacerlo con un bolero por seguiriyas, ¿no?
–Eso es lo que digo, que la fusión es más complicada. Hay muchos discos y hay muchos cantaores que ya lo han hecho. Un cantaor cantando un bolero no tiene de nada nuevo. Lo que sí tiene nuevo es la fusión también con el baile: la danza, la escenografía, la iluminación, y el vestuario. Es un montaje entero en el que el corazón es flamenco y el alma es de bolero. Siempre está el detalle del bolero, siempre está presente. Incluso el programa parece un disco, no parece de un espectáculo de baile, porque son títulos de boleros que realmente recuerda adaptado a un palo del flamenco de ese bolero.
–¿Pero ahí también hay un riesgo, un reto?
–Claro que es un reto. Porque la fusión es completa, no es solamente, por ejemplo, Diego El Cigala cantando Lágrimas negras, que ya sabemos qué es, o Miguel Poveda o todos los cantaores que lo han hecho, creo que con mucha facilidad, porque los boleros, y el sentido de los boleros, cuando los aflamencas es algo muy bonito y no nos choca. Pero en este caso la fusión es distinta, está en todo. Y en el baile, en la postura o incluso en el vestuario, también.
–Alma, su espectáculo nace de la pandemia. ¿Pero cómo la ha vivido? No sólo usted, sino la danza.
–Pues muy mal. Como todo el mundo del teatro en general. Todos encerrados, además de, por supuesto, las personas que han sufrido de salud. Realmente, en mi caso, he tenido tiempo para poder crear. Para entrenar y ensayar; para poder mantenerme donde me hacía falta mantenerme y para poder volver arriba. Pero hay mucha gente que ha sufrido mucho porque es su forma de vida, no sólo emocionalmente.
–¿Y su sustento, no?
–Su sustento, exactamente. Te quedas sin trabajo y eso ha sido muy doloroso.
–Una artista como usted, se sube al escenario y transmite al público y éste le hace sentir grande. ¿Se sintió empequeñecer al perder esa sensación en la pandemia?
–No. Yo tengo mucha suerte porque me gusta mucho mi familia, mi casa, las pequeñas cosas... Como decía Chavela Vargas, las simples cosas, para mí son las más importantes de mi vida. Y no quiere decir que el aplauso no sea algo que tengo clavado en mi corazón durante toda mi vida. Quiero decir que cada cosa tiene su momento. Estar en casa y poder disfrutar de mi hijo y poder tener tiempo para leer y para , entre comillas, perder el tiempo, que no se pierde porque se lo gana de tener claro de otra manera, de muchas maneras. Entonces, en mi caso, no. No ha sido así. No es que no lo haya echado de menos. Sí, pero lo mismo que vernos, abrazarnos.
–¿Para la danza fue más duro hacerlo desde casa que, por ejemplo, la música?
–Es más duro. El suelo de mi casa no sirve para ponerme los zapatos y pegarme dos horas bailando. Me cargo mi espalda y el suelo. Necesitarías tener un espacio para eso que nadie tenía. Pero, por otro lado, aprender a ensayar por Zoom fue una experiencia que nos ha enseñado.
–Incluso en lo terrenal, ¿no? Porque en la danza no se cobran derechos por la obra creada como en otras disciplinas artísticas.
–Es muy difícil montar una coreografía con diez personas sin tenerlas. Lo haces en tu mente, como en la serie del ajedrez.
–Espero que sin estimularse como la protagonista de Gambito de Dama.
–Por supuesto que no [sonríe]. Es un ejercicio muy difícil, pero logré visualizarlo y pude crear.
–De todos modos preguntaba más por la incapacidad de obtener ningún ingreso.
–Ah. Eso ha sido dificilísimo. Y hay gente que lo ha pasado fatal. Yo tengo una compañía privada. Creo y produzco yo. Y vivimos de llenar los teatros. Sin más ayuda.
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