“La etiqueta ‘nativo digital’ es una falacia”

María Couso. Pedagoga y maestra

María Couso.
María Couso. / M. G.
Fátima Sigüenza

25 de marzo 2025 - 05:20

María Couso (Vigo, 1986) es pedagoga, maestra con máster en Psicopedagogía clínica y Neuroeducación y una de las mayores divulgadoras del país sobre la importancia de los juegos para el desarrollo durante la infancia. Se dio a conocer en redes en 2017 con su perfil en Instagram PlayFunLearning y ofrece formaciones promoviendo el uso de juegos de mesa como herramienta de aprendizaje y reflexionando acerca del uso abusivo de la tecnología en la infancia y la adolescencia. Cerebro y pantallas (Destino) es su último libro.

–¿Las pantallas son un juego de niños?

–No. Son una herramienta, no tienen un valor negativo ni positivo per se. Lo que genera el valor es la acción que llevamos a cabo con ella. Pero en absoluto pueden pensarse como un juego o un juguete para niños.

–¿Es importante regular las pantallas en la infancia y la adolescencia?

–Sí, sobre todo porque estamos conociendo los efectos que producen hacer un uso demasiado temprano o abusivo. Siempre abogo por los límites, la infancia necesita límites respetuosos en favor de su propio desarrollo.

–¿Por qué nos gustan tanto las pantallas?

–Son muy adictivas. Tenemos un cerebro predictivo, nos gusta saber que va a venir después. Con las pantallas hay una cierta incapacidad para poder hacer predicciones y esa falta de predicción dispara una sustancia en nuestro cerebro, la dopamina, que genera un deseo de volver a repetir la conducta.

–¿Cuántas cosas se apagan cuando se enciende una pantalla?

–El impacto más relevante, sobre todo en la infancia, es la desconexión con la realidad. Dejamos de hacer un intercambio con nuestro contexto real y perdemos muchísima calidad en los estímulos. Pero las investigaciones indican que hay incluso dificultades a nivel del desarrollo del lenguaje, dificultades a nivel atencional y emocional, en la propia gestión de las emociones y es algo preocupante que no sepamos verlo, ya que la impronta es bastante invisible a corto plazo. Tenemos que pensar más a largo plazo y hay una cierta incapacidad en el ser humano para pensar las cosas a largo plazo.

–¿Influyen en el aprendizaje?

–Sí. Las pantallas es que están tergiversando el camino que deberían seguir algunas habilidades que construimos durante la primera infancia. Nuestro cerebro no acaba de formarse hasta los 25 años y lo que expongamos a los niños durante la infancia los va a nutrir para que esos caminos puedan construirse. Lo primero que observamos como impacto es la dificultad del mantenimiento voluntario de la atención. La pantalla no genera que tú enfoques tu atención en la misma de forma voluntaria, sino que secuestra tu atención, no tienes que hacer un esfuerzo cognitivo para ello. Cuando este niño se introduce, por ejemplo, en un aula con un objetivo de aprendizaje, tiene cierta dificultad para mantener, sostener y sobre todo focalizar su atención sobre los estímulos que le van a hacer aprender porque esas habilidades no están trabajadas y están seriamente dañadas por la exposición a las pantallas.

–Habla de la función de ‘chupete emocional’. ¿Afecta a la autorregulación?

–Sí. Cuando somos pequeños necesitamos de un intermediario con la realidad, papá, mamá o cualquier adulto, que nos ayude a reconocer lo que está sucediendo. En el ámbito emocional, la pantalla inhibe la percepción de la emoción que tiene el niño en ese momento y la gestión que hace de ella. Las emociones son procesos preconscientes: nadie puede controlar su emoción, lo que controlamos es cómo la gestionamos, y aquí es donde viene la preocupante escalada del uso de la pantalla como chupete emocional: estamos calmando las rabietas de los niños con pantallas en lugar de enseñarles, con tiempo y paciencia, a regularse.

–Y en los adultos, ¿qué efectos tiene?

–En los adultos tiene también estos efectos. El más grave es la atención. En fases adultas podríamos estar sosteniendo hace una década aproximadamente dos minutos y medio la atención y ahora no llegamos ni a los 47 segundos. Nuestro cerebro no genera una multitarea: no hacemos dos cosas al mismo tiempo, cambia de una a otra rápidamente. Nuestra gestión con las pantallas facilita que vivamos en un ambiente que cree que existe la multitarea lo que es una falacia.

Tenemos que entender la tecnología como una muleta para apoyarnos, no para sostenernos”

–¿Es una cuestión de salud pública? ¿Qué papel debería tener el Estado?

–Por supuesto que sí, como sucedió en su momento con el consumo de tabaco. Lo que estamos observando con las pantallas es un problema sistémico, nos afecta a todos, no es sólo individual. Las familias y los profesionales necesitan también de un Estado que regule ese uso dado que no estamos sabiendo hacerlo bien.

–¿Son las redes sociales y los videojuegos en línea vías de entrada a delitos contra niños y adolescentes?

–Sí, eso está súper comprobado. Las redes sociales nos desensibilizan, hacen pensar que eso que sucede está alejado de nuestra persona. A través de las redes sociales se comunican, por ejemplo, los pederastas. No estamos sabiendo proteger a la infancia de esa exposición. Y, por supuesto, hay un acceso muy temprano a las tecnologías: los niños no saben protegerse en esos contextos virtuales porque aún están aprendiendo a protegerse en contextos reales

–¿Vivimos engañados con la tecnología?

–Yo creo que sí, aunque soy bastante optimista y creo que más personas entienden los riesgos que la propia tecnología produce. La tecnología nos ha ayudado como sociedad y nos sigue ayudando, pero tenemos que entender la tecnología como una muleta, como una herramienta en la que apoyarnos, no sobre la que sostenernos. Estamos vehiculando nuestro a día alrededor de una pantalla.

–¿Es cierto que los niños tienen mayor facilidad para manejar la tecnología?

–No. Hay una etiqueta que se suele utilizar mucho, la de nativos digitales, como que los niños nacen más preparados para la introducción en la tecnología. Esto vuelve a ser una falacia: los niños nacen con un cerebro igual al nuestro al de nuestros abuelos y tatarabuelos. Se ha comprobado con diferentes estudios con personas con más de 65 años que pueden ser igual de hábiles a nivel tecnológico que los pequeños siempre que tengan una férrea voluntad de aprendizaje.

–Pantallas en las aulas, ¿sí o no?

–No. Creo que nos estamos equivocando en el cómo estamos introduciendo la tecnología en las aulas, porque la tecnología nos puede ayudar en contextos educativos, pero lo que estamos haciendo en muchas comunidades es volcar los libros de texto en una pantalla. La comprensión lectora merma cuando leo sobre pantalla frente a cuando lo hago sobre papel, sobre todo en los casos en los que quiero aprender. Es momento de echar el freno y preguntarnos qué podrían aportar estas herramientas de ser bien introducidas en el aula.

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