“La lucha de las mujeres ha cambiado y sigue cambiando el mundo occidental”
Entrevista a Ángeles Caso
Dos décadas después de escribir Las olvidadas, Ángeles Caso (Gijón, 1959) vuelve a intentar hacer justicia con las mujeres que la humanidad olvidó en Las desheredadas. Esta historiadora, que durante dos años entraba en los hogares españoles desde el Telediario, dijo no a la fama y al periodismo para dar voz al silencio. Para dar titulares a las mujeres que no los tuvieron. Para ponerlas en el lugar que les corresponde por méritos propios.
–Desde Las olvidadas han pasado 18 años. ¿Ha cambiado desde entonces la sociedad para las mujeres?
–Sí. Nos hemos convertido en protagonistas y en temas de conversación de asuntos en los que antes no figurábamos. De todos modos, somos conscientes de lo mucho que queda aún por hacer. Con ejemplos como sacar muñecas hinchables a la calle vemos aún faltas de respeto. Son ataques contra la dignidad femenina, tan radicales y tan incomprensibles que hacen pensar que todavía sigue siendo necesario estar ahí, luchando por nuestros derechos y seguir repitiendo cosas que nos parecen tan obvias que hasta nos cansan.
–¿La mujer sigue sin ser escuchada?
–Se nos escucha cada vez más, pero también al mismo tiempo se da una reacción más fuerte en contra, aunque esto es normal con los avances sociales. Hay que tener mucho cuidado porque, a poco que te despistes, cosas que consideras que están ya hechas, que nadie discute o que son imposibles de cambiar, cambian. Para no volver atrás es bueno estar ahí siempre luchando por aquello que aún no se ha conseguido, que es mucho. Mientras haya un solo caso de violencia machista, mientras haya un solo hombre que se cree con derecho a pegar a una mujer o a matarla, la lucha a favor del género sigue siendo imprescindible.
–¿Qué significa para usted el feminismo?
–Es una lucha por los derechos humanos. Lo explico en Las desheredadas. Tradicionalmente el feminismo que se hizo a lo largo del siglo XIX estuvo ligado a otras luchas que ahora nos parecen elementales: la esclavitud, la clase trabajadora, el pacifismo o la ecología. Ahora se centra en unos derechos muy fundamentales, pero que todavía no han sido asumidos por una parte de la sociedad. La lucha de las mujeres ha cambiado y sigue cambiando el mundo occidental de una manera tan profunda que probablemente pocas luchas hayan significado cambios tan definitivos, siendo como ha sido un combate tan larguísimo y duro de sostener. Ha sido un combate sin armas en el que hemos luchado con la inteligencia, la razón y el discurso, pero no hemos hecho prisioneros. No hemos torturado, no hemos usado la espada ni la pistola, no hemos matado a nadie. Pocas veces un cambio social tan profundo es así. Y eso me hace sentirme especialmente orgullosa de mi género, de la lucha de mis antepasadas y de la lucha que todavía seguimos haciendo. Nos permite reivindicar que se pueden hacer luchas pacíficas.
–¿Qué le debe la historia a la mujer?
–Lo mismo que a los hombres. La humanidad está compuesta de dos géneros que se han repartido la existencia. Las mujeres hemos estado a la par de los hombres en todo, y más. Nosotras hemos gestado, parido, criado y nos hemos ocupado del ámbito de lo doméstico. Otra cosa es que el relato historiográfico no lo cuente, pero no quiere decir que no haya ocurrido. Lo que estamos descubriendo ahora, con esta revisión de la historia, es que el papel de las mujeres ha sido intenso.
–¿El pasado está más presente que nunca?
–Vivo con el pasado muy presente en mi mente. Además creo que el presente solo se puede explicar desde el pasado, y el futuro solo se puede planear y proyectar si tienes en cuenta el pasado, que está presente en nuestra construcción como individuos y como sociedades. Aunque hay quien echa la mirada hacia atrás más de la cuenta, las cosas que sucedieron ya no tienen por qué volver a suceder.
–¿Cuando se sentó a escribir Las desheredadas qué deseaba plasmar?
–Lo que yo llamo una reconstrucción de árbol genealógico cultural. Cuando estudiaba Historia del Arte esta era enormemente androcéntrica, protagonizada casi en exclusiva por hombres y muy poquito por las mujeres. Como me quedé un poco disconforme con eso, he ido reconstruyendo con lecturas e investigaciones las ausencias para hacer justicia a todas esas mujeres que crearon, que pensaron, que pintaron, que esculpieron, que hicieron descubrimientos, que aportaron grandes cosas a la sociedad humana y que luego fueron relegadas a una especie de pozo de inexistencia. Y también lo he hecho por que nuestras niñas y niños empiecen a ver la historia con una mirada distinta.
–¿Falta educación?
–Del todo. Se les habla muy poco del papel de las mujeres singulares, pero en general del género femenino.
–Estuvo en primera línea del periodismo y decidió colgar los hábitos por la literatura.
–Una serie de casualidades tontas sin ningún sentido me acabaron llevando a la televisión cuando mi vocación era la historia. Lo pasé fatal y me fui corriendo a los dos años. No me gustaba la celebridad pero tampoco el trabajo. Me sentía crucificada y no tenía ninguna pasión. No era lo mío. No siento que haya sido periodista, sí comunicadora.
–¿Sigue pensando que la fama es una maldición?
–Sí, absolutamente. Si me pidieran que volviera a pasar por ese momento diría que no. Hoy, con las redes, ni te cuento, debe ser absolutamente insoportable. Para mí fueron dos años en el infierno. Y luego está otro tema que afecta especialmente a las mujeres que es el de la cosificación. Me vi juzgada por mi físico al salir en pantalla.
–No obstante, si volviera atrás en el tiempo, con la actualidad de hoy, ¿con qué titular le habría gustado abrir el telediario?
–Tenemos dos guerras espantosas que me duelen muchísimo. Me gustaría contar que se ha podido llegar a un acuerdo entre israelíes y palestinos, y entre Rusia y Ucrania. Me angustia muchísimo ver de lo que los seres humanos somos capaces.
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