Ahora toca serenarse, dialogar y reconstruir

Manuel Campo Vidal

29 de septiembre 2015 - 01:00

TERMINADO el recuento de votos y una vez confirmado que si se hubiera tratado de plebiscito -como insistía Artur Mas durante toda a campaña- los votos por el sí la independencia no habrían superado a los votos por el no, es evidente que la consigna básica debe ser para todos la de reconstruir. Se han forzado las cosas hasta límites inadmisibles, se han utilizado lamentablemente las instituciones públicas para la campaña -desde la Generalitat por un lado al Banco de España por otro- y eso produce desprestigio, desgarros y fracturas. Cataluña sale dividida de la contienda y sus dirigentes deben aprender algunas lecciones. Y algo más. Veremos cosas sorprendentes en los próximos días si se tiene en cuenta que las CUP tiene la llave el gobierno y proponen el no a España, la Unión Europea y la OTAN.

A la vista de los datos de participación se observa como en las comarcas del interior de Cataluña, más independentistas como demuestran los resultados y con sobrerrepresentación en los escaños, no quedó casi nadie por votar. Mientras, en el área metropolitana de Barcelona que concentra el 43% de la población, el 48% del PIB y más de la mitad de los puestos de trabajo, la participación aumentó, aunque no tanto como se esperaba. Pero incluso allí, se apreció el resultado de un trabajo constante, bien planificado, de los partidarios de la independencia para explicar en idioma castellano las ventajas de la secesión bajo la mirada perezosa de los que opinaban lo contrario. La carrera a última hora de artículos de fondo de Felipe González, Duran Lleida, Piqué y sobre todo el denodado esfuerzo de Josep Borrell, empezaron a dar un cierto argumentario a los que debían oponerse al vendaval soberanista. Pero nadie fue a explicar con la debida antelación los costes y los riesgos de la independencia a los núcleos urbanos y comarcales que la promovían. El resultado es una Cataluña partida casi en dos mitades. Y el riesgo, indeseable y casi inasumible.

La esperanza ahora, a la vista de los resultados, cuando toca serenarse, dialogar y reconstruir, es preparar una propuesta en la que se abra paso una tercera vía que pueda conducir en las urnas a una nueva realidad de dos tercios frente a un tercio en vez de a dos mitades, aunque sean algo desiguales. Los empresarios como Juan Rosell y Bonet creen que estamos a tiempo. Periodistas de gran influencia y actividad en esta campaña como Xavier Vidal-Folch llaman a no rasgarse las vestiduras si se pone en un texto que "Cataluña es una nación" porque, en realidad, ya se dice en el Estatuto de Autonomía de 2006 y lo aceptó el Tribunal Constitucional en su sentencia el 28 de junio de 2010, a pesar de que era restrictiva.

Es la hora de los políticos sensatos capaces de devolver a Cataluña aquel carácter negociador que siempre la distinguió y que le permitió grandes avances. Es la hora de recuperar el espíritu de la Transición par reajustar las piezas y, sin herir a nadie, si acaso solo en su vanidad o en su intransigencia, abrir un tiempo nuevo de concordia y progreso. La pena es, desde luego, que aquella generación de personajes políticos, hombres de Estado más bien, que hicieron posible el gran pacto entre España y Cataluña no estén ya con nosotros, o queden fuera de circulación. Todo esto con Adolfo Suárez, Jordi Solé Tura, o Roca Junyent y Felipe González en activo, seria mas fácil. Pero aun así ese es el único camino para acabar con una pesadilla que amenaza con ensombrecer la tímida pero tan deseada recuperación económica de Cataluña y de España.

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