Claroscuros en el aniversario del giro diplomático español en el Sahara
Se cumplen 12 meses de la carta de Sánchez en la que asumía el plan de Marruecos para la antigua colonia y aún no se han explicado cuáles fueron las razones de ese viraje
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Sánchez cree ahora que el plan marroquí de autonomía para el Sáhara es "la base más seria" para una solución
El Frente Polisario rompe relaciones con el Gobierno de España
Un año se cumplió este sábado de la inopinada publicación, en la tranquila tarde del 18 de marzo de 2022, de una carta del presidente del Gobierno Pedro Sánchez al rey Mohamed VI que ha pasado a la historia de las relaciones hispano-magrebíes. Una ampulosa misiva con erratas y errores gramaticales –que apuntan a que fue concebida en francés al otro lado del Estrecho y traducida posteriormente por el Gobierno– en la que Sánchez elogia el plan de autonomía presentado por Marruecos como “la base más sólida, creíble y realista” para solucionar el larguísimo conflicto del Sahara Occidental.
Un giro diplomático que rompía décadas de neutralidad de España –antigua potencia colonial del territorio no autónomo pendiente de descolonizar, según la ONU– y, gracias a tres adjetivos y un adverbio comparativo, ponía fin a más de un año de hostilidad de las autoridades marroquíes hacia el Gobierno. No hizo falta más: la presión daba sus frutos y Rabat lograba lo que perseguía desde que en diciembre de 2020 Trump había roto la baraja al reconocer la soberanía marroquí sobre el Sáhara para espolear a la diplomacia marroquí.
Preocupado por las consecuencias de la cólera de Rabat, sobre todo en forma de sobresaltos migratorios en Ceuta, Melilla y Canarias, y en vista de que los elogios de Sánchez y el ministro Albares a la amistad con los socios marroquíes de poco servían, el presidente del Gobierno se lanzó en solitario a solucionar el entuerto. Transcurrido un año del envío de una misiva que no consensuó con su gabinete –y ocultó al Congreso–, Moncloa sigue sin explicar (y sin hacer pública una copia de la carta a la sociedad española) las razones de un viraje de balance inquietante y desigual.
La apertura de la flamante nueva etapa en las relaciones con Marruecos abría de manera refleja una crisis con Argelia, patrocinador principal del Frente Polisario, que denunciaba no haber sido consultada del cambio de postura de Sánchez. Desde entonces los puentes políticos están prácticamente rotos con Argel, que mantiene desde junio un veto a las empresas españolas en su territorio. Aunque los contratos del gas entre Sonatrach y Naturgy parecen a salvo, el desencuentro estalló justo cuando Argel se convertía en un “socio prioritario” para la UE en su carrera a toda prisa por reemplazar el gas ruso.
A falta de una explicación –de un relato, como se dice ahora– de la parte española, Marruecos aprovecha para hacerle los deberes al Gobierno y celebrar una y otra vez el acierto de la decisión de apoyar su soberanía sobre el Sahara. Rabat presenta la indisposición argelina como una pataleta que demuestra que lo inteligente es optar por Rabat en detrimento del régimen militar e insiste en que los intereses estratégicos de España se hallan en Marruecos, desde la seguridad y la lucha contra la migración irregular hasta las suculentas oportunidades de negocio que se abren para los empresarios de nuestro país. El Rabat oficial confía en que un eventual cambio de gobierno en Madrid no supondrá modificación sustancial en la posición española sobre el Sáhara. No se contempla marcha atrás, como desde Argel se da por amortizado a Pedro Sánchez y se fía todo a la llegada de un nuevo presidente.
Según el consejero diplomático marroquí Samir Bennis, “la decisión histórica de España de dar un paso al frente y reconocer la primacía del plan de autonomía marroquí como única vía para poner fin al diferendo del Sahara, uno de los mayores escollos que se erigían en el camino de las relaciones entre Rabat y Madrid, se ha eliminado. Creo que estamos viviendo un momento histórico que tendrá un impacto muy positivo sobre las relaciones entre ambos países y sus pueblos”. A juicio del especialista en relaciones hispano-marroquíes residente en Washington, “con la reconciliación de ambos países hace un año, la decisión de España de apoyar la soberanía de Marruecos sobre el Sahara y la candidatura conjunta para el Mundial, estamos asistiendo al nacimiento de un verdadero eje estratégico Rabat-Madrid”.
La recuperación de la interlocución oficial con Marruecos es, sin duda, el mayor logro de Sánchez, pues poco ha sido hasta ahora lo logrado por las autoridades españolas a cambio de la transacción sellada el 18 de marzo de 2022. En el aire siguen la delimitación de las aguas territoriales en la fachada atlántica, la ampliación de la plataforma continental del archipiélago o el reconocimiento explícito de la soberanía de Ceuta y Melilla, entre otras materias. Ni siquiera el Gobierno ha logrado pactar con Rabat un calendario para la apertura de sendas aduanas comerciales en las fronteras de las ciudades autónomas –la melillense había funcionado hasta agosto de 2018–, que el Ejecutivo promete desde el pasado abril.
Para la politóloga colombiana Clara Riveros, “el mayor logro de Madrid ha sido aligerar la tensión y restablecer la cordialidad, comunicación y entendimiento en su relación con Rabat, y la opinión marroquí ha celebrado mucho más, por supuesto, que la española el buen clima de esa relación bilateral”. La especialista en Marruecos estima que Rabat empleó con España “la bravuconería como clave de su política exterior” y cree que el giro en el Sahara no contendrá las pretensiones “desmedidas” de Marruecos, que “sacará provecho de la posición de debilidad del Gobierno español”. Riveros observa cómo en Rabat “el discurso anticolonial se agita a conveniencia, como un as bajo la manga que pone fin a todo cuestionamiento respecto a las actuaciones de las autoridades marroquíes”; primero se hizo con España y en los últimos meses se emplea contra Francia, de la que Rabat espera un posicionamiento más claro en el Sahara.
Aplacada, pues, la furia marroquí y asumido el coste del veto argelino a los empresarios españoles, nada indica que, en un escenario internacional marcado por la guerra en Ucrania y casi de lleno en la vorágine electoral, el Gobierno de Sánchez –en rigor el ala socialista, pues Unidas Podemos marcó distancias claras con el giro diplomático– tenga por ahora intención de ofrecer a la ciudadanía una argumentación coherente y detallada del abandono de la tradicional neutralidad en el Magreb. Si la decisión fue fruto de la improvisación y las presiones de Marruecos o, por el contrario, resultado de un meditado un cálculo estratégico, el Ejecutivo ha dejado pasar ya doce meses para explicarse.
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