Don Felipe y cómo 'tunear' la Monarquía
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El nuevo Rey tiene por delante el difícil reto de recortar la brecha que se ha abierto para muchos entre la Familia Real y la sociedad, que demanda la recuperación de la cercanía de antaño
El Príncipe de Asturias dejará de serlo para convertirse en Rey de España a los 46 años. Su padre lo hizo con 37. Los retos que tenía don Juan Carlos por delante echaban a temblar a muchos, cuando no a contener el aliento: sacar a un país de la dictadura y del aislamiento y sentarlo a la mesa de las democracias europeas. Las turbulencias con las que se va a encontrar el heredero de la Corona una vez que asuma el nombre de Felipe VI son distintas, de otro calado, pero también de gran enjundia: el país está sumido en una profunda crisis que lo ha empujado a una grave fractura social, el sistema territorial sobre el que se basa la estructura del Estado -las autonomías- está en entredicho (a raíz del desafío soberanista en Cataluña), los partidos gigantes que han sostenido la ecuación de la Monarquía parlamentaria no pasan por su mejor momento -véase la contestación sufrida el pasado 25-M con motivo de las elecciones europeas- y en la calle han brotado formaciones emergentes que cuestionan la viabilidad de una institución que consideran obsoleta.
Don Felipe tendrá que encarar ese difícil escenario. Ha sido (y se ha) preparado a conciencia para el cometido que afronta tras la abdicación de su padre. Su futuro estaba escrito el 30 de enero de 1968, día de su nacimiento.
El rodaje ha sido intenso. Las repetidas convalencencias de su padre tras las intervenciones quirúrgicas obligaron a don Felipe a pasar a un primer plano, sustituyendo al Rey en actos oficiales, algunos de relevancia. El volumen que empezó a adquirir la agenda del heredero -con una media anual de 320 actos oficiales, 14 viajes al extranjero, 62 discursos y la recepción a 1.300 personas, la mayoría de su generación- llevó a pensar a muchos observadores y expertos en la Casa Real que la abdicación del padre para dejar paso al hijo era inminente. Finalmente, el Rey se recuperó y siguió adelante, en ocasiones a trancas y barrancas. Todas las miradas se posaban sobre el Príncipe. Se acercaba su hora.
Es el menor de los hijos de los Reyes, pero la prevalencia del varón sobre la mujer en la actual Constitución lo colocó en el primer lugar de la línea de sucesión al trono. Su nombre hace honor a Felipe V, tal fue el deseo de su padre cuando fue bautizado en una ceremonia en el Palacio de la Zarzuela. Don Felipe contaba con 9 años cuando recibió el título de Príncipe de Asturias, junto con los de Príncipe de Gerona y Príncipe de Viana, que recaen sobre los primogénitos de los Reinos de Castilla, Aragón y Navarra, cuya unión formó en el siglo XVI la Monarquía española.
La tutela de su madre será esencial, desde el primer momento, en su aprendizaje. Don Felipe tiene desde su infancia los pasos claramente marcados, encaminados a atesorar un bagaje cultural e intelectual a la altura de lo que le depara la Historia. El Príncipe cursó sus estudios de Primaria y Secundaria en el Colegio Santa María de los Rosales, el mismo centro en el que estudian hoy sus hijas las infantas Leonor y Sofía, un centro mixto próximo al Palacio de la Zarzuela, que ofrece el modelo educativo español y donde se imparte religión católica, aunque sea un colegio laico. El último curso de bachillerato no lo hizo en España, cruzó el Atlántico para estudiar en Canadá.
Al igual que su padre, tras los libros llegó el turno de las armas, y al igual que su padre pasó por los mismos centros: Academia Militar de Zaragoza, Escuela Naval Militar de Marín y Academia Militar del Aire de San Javier. Toda esa trayectoria trajo consigo su posterior nombramiento como teniente coronel del Cuerpo General de las Armas del Ejército de Tierra (Infantería), capitán de Fragata del Cuerpo General de la Armada y teniente coronel del Cuerpo General del Ejército del Aire, todas ellas categorías que ha alcanzado "sin atajos" y realizando los correspondientes cursos para ascender, como siempre se han encargado de recalcar fuentes de la Casa Real.
Licenciado en Derecho por la Universidad Autónoma de Madrid, Don Felipe completó su formación con un Master en Relaciones Internacionales en la Edmund Walsh School of Foreign Service de la Universidad de Georgetown (Washington) y estancias en Bruselas.
Fue a partir de 1996 cuando el heredero empezó a incorporarse paulatinamente a funciones institucionales relacionadas con su cargo. Cuatro años antes, en las Olimpiadas de 1992 en Barcelona, había protagonizado uno de los instantes más emotivos de la ceremonia al entrar en el estado olímpico de Montjuich como abanderado del equipo español. Su hermana Elena lloró a moco tendido.
De otra manera continúa hoy transportando y fomentando la marca España, cometido que se acentúa de una manera especial en los países de Sudamérica, a donde acude para representar al país en las tomas de posesión de los presidentes latinoamericanos. Sin ir más lejos, la víspera de la histórica jornada del 2/5/14 la vivió en El Salvador, en la ceremonia que convirtió a Salvador Sánchez Cerén en presidente del país centroamericano.
Pero la actividad del Príncipe ha tomado una "velocidad de crucero", según expresión de la propia Zarzuela, tras su boda con la periodista Letizia Ortiz, relación que gestionó con mucha más discreción que las que había tenido con Isabel Sartorius o la modelo Eva Sannum. Su paternidad y las cada vez más numerosas ocasiones en las que ha tenido que sustituir a don Juan Carlos han ofrecido a los españoles facetas hasta ahora desconocidas del Príncipe de Asturias. Objetivo favorito, tras su matrimonio, de los papparazis, él y su pareja parecen empeñados -sobre todo tras la crisis institucional y de imagen que sufre la Familia Real- en mostrarse sin alardear de su condición de príncipes. Un ejemplo: su celebración en Toledo por los diez años de matrimonio ha tenido ribetes discretos y modestos.
Es lo que pretende transmitir el futuro Rey a la sociedad española. Su padre le pasa el testigo, con la simbología que el gesto entraña de dar paso a las nuevasgeneraciones, sobre las que pesa la enorme losa del desasosiego y la incertidumbre debido al alto número de desempleados en la población juvenil. Tampoco transita la Monarquía por su momento más dulce. Sabedor de ello, y de que su hijo goza de más simpatía entre los españoles, Don Juan Carlos da la vez. Es el turno de Felipe VI.
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