Un modesto golpe de efecto

Elecciones generales Rajoy confía en el turolense como aval de solidez económica

El fichaje de Manuel Pizarro reforzará la ventaja de los populares en la circunscripción de Madrid pero generará rechazo en la periferia nacionalista

Un modesto golpe de efecto
Fede Durán

16 de enero 2008 - 05:05

Sí, Manuel Pizarro (Teruel, 1951) es en sí mismo un golpe de efecto, pero de alcance limitado. La interpretación inmediatamente difundida por los medios le sitúa como el perfecto espadachín para medirse con Solbes, la marca económica del PSOE. Su expediente le avala: hijo de familia numerosa, proveniente de la clase media de antaño, esa que fomentaba el intercambio de ropa y libros entre hermanos, es licenciado en Derecho, obtuvo plaza como abogado del Estado y añadió algo después al currículo la condición de agente de cambio y bolsa. Pizarro domina el sector privado. Presidió Ibercaja, la Sociedad Rectora de la Bolsa de Madrid y la Confederación de Cajas de Ahorro. Y, sobre todo, mandó en Endesa (2002-2007), destapándose como empresario testarudo frente a las presiones del Gobierno cuando las opas sobre la eléctrica se sucedían en un culebrón interminable.

¿Por qué será relativa la repercusión del turolense? Porque su perfil, marcadamente aznarista, sólo vende bien en Madrid, la plaza donde el PP tendrá menos problemas para imponerse. El hombre sorteó con habilidad los tentáculos del expansionismo catalán -Gas Natural, La Caixa- y ello le confiere hoy una doble condición: su crédito en la capital es directamente proporcional a su desprestigio en el extrarradio nacionalista.

Rajoy le ha elegido en detrimento de Juan Costa, un hombre muy próximo a Rodrigo Rato metido hasta el fondo en el diseño del programa electoral popular, pero descaradamente menos impactante. Y el impacto es esencial en esta pasarela de vanidades que supone el ejercicio político. La principal habilidad del epígono de Aznar fue camuflar su gestión de la eléctrica, poco trascendente los tres primeros años, tras las circunstancias que le permitieron presionar en busca del mejor precio por acción una vez irrumpieron los tres conocidos pretendientes -Gas Natural, E.ON y el combo Enel-Acciona-. En el lapso que duró la pelea por la adquisición (septiembre de 2005-octubre de 2007), el valor de cada acción se duplicó. Con más de un millón de accionistas, no es un flaco activo electoral.

Aclarado el papel que el PP quiere que juegue, resta determinar por qué ha querido jugarlo. La indemnización por dejar la presidencia de Endesa ascendió a 8,9 millones de euros. También llenó el bolsillo con la obligada venta de su paquete accionarial. Y que conste que no se añade a la cesta su actual y ya casi caducada retribución como consejero independiente de Telefónica. Dinero, pues, le sobraba. Y en su horizonte no figuraban aventuras demasiado dilatadas sino un retiro dorado en Formigal, rodeado de nieve y viejos amigos. Cuenta un estrecho ex colaborador que Pizarro es un tipo muy cumplidor, obsesionado con el valor de la palabra. Cuenta también que probablemente Rajoy llamó a su puerta con un proyecto tan excitante como incómodo -la política siempre lo es para quien no la necesita-. Cuenta, por fin, que sintió la obligación de unirse a la caravana espoleado por un concepto tan exquisito como inusual de la lealtad.

Exquisito porque entronca con la generosidad hacia quienes considera ideológicamente más afines (otro dato: fue miembro del patronato de la Faes entre 1992 y 1996). Inusual porque tal vez las formas de aquella primera opa despertaron el monstruo ministerial que incubaba quién sabe desde cuándo. Otro testimonio explica que aquellas palabras de Salvador Gabarrós sobre la "semillita" catalana que acabaría fecundando a Endesa reventaron la predisposición de Pizarro al diálogo. Fue entonces cuando enarboló un ejemplar de la Constitución y prometió guerra contra los deseos del acorazado monclovita. Irrumpió así el aragonés recalcitrante y audaz, el tentetieso del socialismo y el catalanismo, el tipo cada día más alineado con las tesis del PP aunque jamás admitiera no ya el romance sino tan siquiera la predilección.

Permitan un pasaje cabalístico. Como imaginar sale gratis, éste podría ser el panorama tras el 9-M. Rajoy gana por estrecho margen, choca esos cinco con quien toque y declara inaugurada la fase negociadora, bastante más dura que la propia victoria si se repasan las enemistades del PP tras cuatro años de mandato y otros cuatro en la oposición. El respaldo nacionalista, llamémoslo prioritariamente CiU, deviene imprescindible. Don Mariano comunica a Duran que Pizarro pilotará Economía. Que la inventiva de cada lector complete el cuadro.

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