Un pulso a todo o nada
Puigdemont se juega el futuro penal si no le dobla el brazo al Estado, pero Sánchez perdería no sólo el Gobierno sino el PSOE
DIEZ días después de que fuera oficial el encargo de Felipe VI a Pedro Sánchez de que intente formar Gobierno, el candidato a la investidura ha mantenido contacto con casi todos los partidos –que no son pocos– con los que quiere formar una mayoría alternativa al partido más votado en los comicios a Cortes Generales del 23-J. Y ninguno de ellos, ni siquiera la plataforma que aglutina a sus todavía socios del Ejecutivo en funciones, le han asegurado su apoyo. Sea un teatrillo o no, sigue contando con sus 121 diputados a favor, los del PSOE, aunque es obvio que si acaba presentando un programa de Gobierno el número aumentará. Está por ver en cuánto y a qué precio.
Al candidato y a su partido le queda reunirse con Junts, que por más que mime a ERC, tiene los siete votos decisivos.
En primer lugar, porque el partido ex convergente no formaba parte del bloque que soportó al Gobierno de coalición en la pasada legislatura. Y hay gran desconfianza.
La segunda razón clave es la situación personal de su líder, el prófugo Carles Puigdemont, al que ayer el presidente en funciones no descartó llamarle por teléfono, como hizo el miércoles con Oriol Junqueras.
La tercera y principal razón es que Puigdemont es el protagonista de la negociación: su pulgar decidirá y Junts obedecerá. Entre Sánchez y el ex presidente de la Generalitat hay un pulso a todo o nada. Y de quién lo gane depende el futuro de España, no sólo en términos de gobernanza, sino de mantenimiento del Estado de Derecho.
Es cierto que Puigdemont necesita la amnistía que exige para superar la situación penal que tiene, que será de extrema debilidad si el Tribunal de Justicia de la UE (TJUE) ratifica la pérdida de la inmunidad ya sentenciada por el Tribunal General de la UE (TGUE), y para regresar como el vencedor que dobla el brazo al Estado y el candidato a recuperar en unas elecciones autonómicas el cargo del que fue destituido por la aplicación del artículo 155 de la Constitución, apoyado con fruición por el propio Sánchez.
Pero no es menos cierto que para el presidente en funciones la apuesta también es a todo o nada. Si no consigue los votos de Junts no será reelegido y enfrentarse a la repetición electoral no le garantiza el resultado de bloqueo como el que le mantiene aún con vida (política). Porque si Sánchez pierde el Gobierno, al socialismo apenas le quedará Asturias, Navarra y Castilla-La Mancha. Sin la púrpura y el BOE, el patriotismo de partido que le sostiene –que soslaya las dudas que sus cesiones generan en muchos socialistas– le dejaría también sin el PSOE.
¿Quién de los dos tiene la posición de fuerza al negociar en función de lo que se juega?
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