Mas y la secesión, por los aires
El día después
El piloto y la odisea rupturista entran en barrena. Rajoy, victorioso sin despeinarse, pero vuelve Aznar... Euforia en C's. Pirueta de Podemos.
TRAS la tempestad llega la calma, aunque Artur Mas, cuya continuidad como presidente de la Generalitat es tan probable como que mañana llueva café, deberá esperar. El piloto del proceso independentista se ha estrellado en el monte de la pluralidad de Cataluña, el motor se le ha pasado de revoluciones y el campeón derrotado va a tener que saltar en paracaídas. No por el castañazo en sí (en las autonómicas de 2012 CiU perdió 12 diputados, y en las del domingo -en conjunción con ERC- otros 11, de 71 a 62), sino porque sus indeseados compañeros de viaje de la CUP más que ir al rescate del afligido ya se están liando a empujones para sacarlo como sea del aparato. No quieren verlo ni en pintura y mucho menos a los mandos de esa odisea a la Arcadia de la independencia, un pretendido desfile marcial que iba a arrancar el 27-S que ha mutado en penoso safari que va a acabar con la cabeza del autodenominado jefe indio en la boca de un león fiero al que se le ha atragantado el plebiscito y que no puede digerir a "corruptos ni recortadores".
Junts pel Sí se empeñó hacer de las undécimas catalanas un plebiscito de hecho en toda regla. Con tanto repetir el soniquete, se interiorizó hasta tal punto en el pensamiento colectivo patrio que durante la campaña no se habló de lo que se habla en las campañas, de los problemas contantes y sonantes, sino de la ensoñación secesionista, con el cadáver del 3% enterrado en el jardín cual amapola. A todos nos acabaron por convencer de que se trataba de decidir si amputar más que de curar. Y de repente apareció el flamante Doctor No con su inyección de seny, rebajando la fiebre independentista por debajo del umbral del 50% con ese baño en las urnas que ha terminado por resultar tan agradable a los que se tiraron de cabeza a la piscina como el abrazo de una cobra.
El caso es que la CUP no hará a Mas president de nuevo. Ya sólo puede encomendarse al milagro del voto por correo en forma de escaño que haga innecesario el apoyo de al menos dos diputados radicales para que el delfín de Pujol no sea pasto del cocodrilo y se cueza en su salsa secesionista sin una mayoría simple que llevarse a la boca para su investidura.
El que no se ha despeinado con toda esta movida es el presidente del Gobierno. Mariano Rajoy saca pecho a despecho del batacazo del PP y ya está invitando al futuro Govern a comportarse y volver a la senda de la legalidad. Sin que le preocupe en demasía la irrupción de Ciudadanos, una naranja que espera merendarse en las generales del próximo 20 de diciembre voto útil mediante.
Pero ya empieza a merodear por las estancadas aguas populares el viejo tiburón para leerle la cartilla. José María Aznar ha emergido recordando que los electores ya le han dado "cinco avisos" en las urnas y pidiendo a Rajoy que despierte. "Tu rival de la izquierda queda fortalecido, tu espacio queda mermado, los secesionistas van a continuar el proceso. Tu posición está seriamente comprometida". Tela marinera. No le falta razón. La mayoría absoluta independentista en el Parlament es un hecho y, aunque la bestia se haya quedado de momento noqueada en la lona, volverá tarde o temprano a la carga y la contemplación no parece un método infalible para evitar el bocado a la soberanía nacional.
Lanzado, en pleno subidón, Albert Rivera presumía ayer de poner a raya ala fiera y se declaraba capaz de liderar una "nueva etapa" en España a la vista del descalabro del "bipartidismo decadente". La candidata, Inés Arrimadas, replicaba al tiempo a Rajoy que su partido es el que merece el "voto útil" e insistía en pedir la dimisión de Artur Mas y la convocatoria de nuevas elecciones en Cataluña.
Otro que lame sus heridas es Pablo Iglesias. A la caza de un golpe de efecto para amortiguar su decepcionante desembarco, el líder de Podemos ofreció ayer un pacto a ERC, la CUP y ¡el PSC! Está la selva política que se pierde el más pintado, aunque sea indio.
Total: el rimbombante bye bye Spain se ha jibarizado en un prosaico bye bye Artur. Pero cuando España despertó ayer, el monstruo seguía allí.
Y este cuento no se acaba aquí como el de Augusto Monterroso.
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