'Botellón', 'botellón' y 'botellón'
Los aledaños del centro histórico conforman estos días una peculiar 'ruta del alcohol' donde miles de jóvenes beben en portales y esquinas
QUE en Feria el ambiente festivo que se vive en las calles del centro y del recinto de Cortijo de Torres invita a tomar alguna copa que otra de más es algo que asumen la mayoría de los que jornada tras jornada acuden a los dos principales escenarios donde se celebra la Feria. Pero a determinadas horas de la tarde, algunas zonas, sobre todo del centro de la capital, se convierten en improvisados botellódromos donde miles de jóvenes consumen alcohol en la vía pública. Los aledaños de la calle Larios conforman una verdadera ruta del alcohol, con varios puntos estratégicos donde se concentran la mayoría de la multitud que bebe en la calle durante esta semana de fiesta.
Uno de esos lugares emblemáticos que después del mediodía acoge a más malagueños y visitantes cargados de bolsas de plástico con hielo y botellas de bebidas alcohólicas es la plaza Uncibay, lugar de reunión por antonomasia de centenares de jóvenes, que escogen el mejor sitio de la explanada para plantar sus botellas y comenzar la fiesta. En pocos minutos, la plaza se llena haciéndola casi intransitable para los viandantes, que esquivan como pueden vasos de plástico y botellas vacías, que, a su vez, taponan las entradas de los negocios que allí se sitúan. Los escalones son para muchos de ellos un acogedor asiento donde descansar después de varias horas de pie y apoyar igualmente las provisiones para el resto del día.
Cerca del lugar, más gente sigue bebiendo en cada rincón que encuentra libre de la calle Cárcer, otro de los puntos que estos días acoge más movimiento de alcohol por su calzada. Los portales y esquinas son el sitio de reunión perfecto para grupos de amigos que compran el alcohol entre todos para minimizar gastos. "Esta calle está cerca del ambiente, se escucha la música y estamos bien, lo malo es encontrar un hueco para ponerte y dejar las bolsas", dice Manu, un chico que se disponía ayer a empezar a hacer botellón con sus amigos en la puerta de uno de los locales cerrados de esta calle.
Junto a él, otros muchos se distribuyen de acera a acera, dejando sólo libre el pavimento para la marea humana que baja desde la plaza del Teatro Cervantes, otro de los puntos más elegidos por la juventud para pasar la tarde consumiendo alcohol, aunque la presencia policial por la zona ahuyenta a la mayoría de los jóvenes y sólo los más valientes y experimentados se atreven a posar sus bolsas y vasos de plástico en los escalones de acceso al recinto.
Sin embargo, no mucho más lejos, en calle Madre de Dios, el ambiente es distinto. La calle se ha convertido en los últimos años en uno de los lugares favoritos para hacer botellón, gracias a que los grupos de amigos reunidos se dispersaron de la cercana plaza de la Merced, que ahora acoge un mercado medieval en Feria, y se produjo el trasvase de personas a esta vía. La afluencia de público aumenta en las horas clave, que comienza al filo de las cuatro de la tarde, convirtiendo en casi una misión imposible atravesar andando por su concurrida calzada.
Mismo panorama presenta la céntrica calle Beatas, con locales a rebosar de los que ponen a disposición del público bolsas de hielo a buen precio y packs que incluyen bebida alcohólica con refrescos y vasos de plástico a costes económicos, donde se agolpan los jóvenes también en sus portales, locales con las persianas cerradas por Feria, o cualquier rincón que quede desocupado en pequeños momentos. Incluso lugares emblemáticos para el turismo, como las cercanías de la Catedral, cuya torre manquita ve el constante trasiego de personas portando vasos y botellas por sus jardines y alrededores. Allí se encontraban José y sus amigos, venidos desde Archidona con neveras portátiles donde guardaban las provisiones, demostrando que beber en la calle durante la Feria no sólo es cosa de la gente joven: "Si todos los que venimos entramos en un sitio, supone gastar por lo menos 200 euros; aquí con 30 euros por cabeza tenemos para más días", asegura.
A estos nuevos espacios de reunión hay que añadirles otros ya tradicionales, como la plaza del Siglo y la del Carbón, donde sólo se aprecian huecos libres cuando pasan las charangas que amenizan el ambiente; calle Granada, que es una pasarela constante del ir y venir de botellas, y por supuesto la plaza de la Constitución, llena también a rebosar de gente que intenta pasar, a veces sin éxito, cargadas de bolsas, que las alzan a fin de evitar que sus provisiones se extravíen o se rompan por el camino.
Cuando el ambiente empieza a menguar, tras varias e intensas horas de fiesta y jolgorio, la multitud que abarrota el centro se dirige a los bares, dejando a la vista las consecuencias de la fiesta. Llega el turno de la resaca, después de un alcohol que convierte en diversión las horas de las jornadas festivas y cura los problemas cotidianos que se olvidan momentáneamente en Feria pero no desinfecta la visión que el "botellón" ofrece de la fiesta y que el Ayuntamiento se empeña en limpiar año tras año con más intención que resultado. La limpieza de los equipos encargados de adecentar estos espacios hacen el resto, intentando asear unos escenarios que en pocas horas volverán a presentar la misma estampa que lleva repitiéndose desde que comenzara la Feria.
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