Diáspora de una euforia cambiante
De camino a la Feria, los autobuses de la EMT albergan múltiples celebraciones de camino al real · Canciones infantiles y conversaciones variopintas se entremezclan en los trayectos de ida y vuelta
Como se ha podido comprobar a lo largo de todos los años y de todos los días de Feria, hay muchas maneras de vivirla. De hecho, se puede disfrutar de ella aunque no estemos ni en la plaza de toros, el centro histórico ni el Cortijo de Torres.
Los autobuses de línea de la EMT se han convertido en un crisol de celebraciones feriantes que actúan como un amplio escaparate del mundo que rodea estos días. Camino al real todo es espera y desesperación en las paradas. En ocasiones, la gran demanda de usuarios supera con creces la capacidad de los vehículos habilitados.
La noche empieza en las colas, interminables a cualquier hora. En ellas las conversaciones sirven como preludio que lo que se pretende vivir. Impuntualidad, primeras citas, embriaguez previsibles y por supuesto, la multitud que pretende trasladarse, son muchos de los temas que se pueden escuchar en un rato de espera. Desde El Palo hasta el recinto ferial, la línea especial creada ex profeso para la Feria va recogiendo pasajeros que inician el viaje cargados de energía y ganas de pasarlo bien. Todo sirve para, una vez subidos en los concurridos vehículos, celebrar de muchas maneras la llegada nocturna al Cortijo de Torres, como un trofeo. Volviendo a edades pasadas, muchos usuarios optan por canciones infantiles para amenizar el trayecto. Igual que en las excursiones de antaño.
En otras ocasiones, parece que la euforia tras la victoria de España en la Eurocopa aún está presente y algunos deciden emular al showman de la proeza, el guardameta Pepe Reina. Las comandas gastronómicas adaptadas a las letras de las canciones hacen las delicias del que se erige como voz cantante y la cohorte que contesta.
A medida que el autobús prosigue, el número de usuarios aumenta y en consecuencia el coro amplía su número de gargantas, a veces desgastadas de la jornada del mediodía. Pero la vitalidad, la energía y la alegría desbordante que se viven en el viaje de ida tornan a desánimo y cansancio en el momento de la vuelta. Aunque en ciertas ocasiones es posible ver verdaderos cuadros flamencos, bailes incluidos, en los asientos del autobús.
Sobre las 22:00, muchas personas deciden volver del centro y ponerle fin a la fiesta del día. Dirección este, hay un lugar que se convierte en parada obligatoria, la plaza de toros. Por las caras de los usuarios se puede adivinar si la corrida ha sido o no triunfante, amén de los corrillos.
Por su parte, rozando el alba, la vuelta desde el Cortijo de Torres se vive desde la antípodas de las primeras horas de la noche. Las previsiones de alcoholismo se confirman, el cansancio vence por encima de cualquier factor y un asiento vacío se cotiza mucho más que en la ida.
Aunque el ambiente se apague, no haya canciones y el silencio reine dentro del autobús, siempre hay una voz que recita en voz alta cuál va ser el plan del día siguiente. Seguro que incluye un viaje en autobús.
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