Pues habrá que pedir otra de las rosas

Feria de Málaga

La resaca que ha dejado el primer fin de semana de Feria se hace notar en las calles del centro, aunque las botellas de Cartojal no paran de pasar de mano en mano

El grupo Alboreá en la plaza de La Constitución.
El grupo Alboreá en la plaza de La Constitución. / Jesús Mérida
Alberto Rosa

20 de agosto 2019 - 06:00

Málaga/La Feria de Málaga pasa ya por el ecuador en su quinto de los diez días que son en total este año. La resaca del primer fin de semana de fiesta deja un paréntesis necesario para oxigenar un poco el ambiente. Aún así, es tanta la gente que no quiere perderse la Feria de Málaga que las calles siguen con la música, la fiesta y el Cartojal, mucho Cartojal.

Son las 14:15 de la tarde de un lunes de Feria y en calle Granada hay unos tipos sentados en un portal. Llevan unos rostros que denotan un claro cansancio, tirados en el suelo, sin fuerzas. Con esta breve descripción cualquiera puede pensar que se trata de alguno de esos individuos que, entregados a la lujuria del alcohol, luchan por continuar en esta selva. Pero no, no forman parte de una de esas despedidas de soltero en las que el desmadre y el descontrol reinan por donde pasan.

Un joven sostiene una botella de moscatel Cartojal
Un joven sostiene una botella de moscatel Cartojal / Jesús Mérida

Son músicos, armados por esos artilugios dorados y plateados que componen la banda sonora de la Feria del Centro. Son la otra cara de la fiesta, los que curran para que el resto disfrute. No quiere decir que ellos no disfruten de la Feria, al contrario, reciben el mejor premio que un artista puede recibir, la ovación del público y que se valore el trabajo bien hecho.

Desde Paquito el Chocolatero hasta los últimos temas de reguetón, pasando por clásicos como YMCA de los Village People, componen el repertorio de la charanga No ni ná. Hoy van vestidos con su clásico uniforme de camiseta azul y bermudas a elegir por el artista. Estos días atrás eran una de las tres charangas oficiales de Cartojal y claro, el uniforme cambiaba. Camisetas rosas y música para promocionar esa bebida que nadie conoce en Feria. ¿Cuántos litros habrá vendido esta gente?, y ¿cuántos les quedará por vender? Las botellas vuelan y vuelan, menos mal que son de plástico.

La charanga No ni ná anima la calle Granada.
La charanga No ni ná anima la calle Granada. / Jesús Mérida

En las calles que rodean la plaza de la Constitución ya se ven grupos de amigos con vasos de cerveza en mano, listos para empezar la fiesta, otros que optan por algo más económico aún hacen la compra en el súper y llegan con bolsas cargadas de bebidas para soportar el terral.

Conforme me acerco al escenario de la plaza de la Constitución se escucha una versión del mítico Bamboleo de Gipsy Kings. Le pregunto al técnico de sonido si me puede decir quiénes son los que están tocando. “Pues la verdad que no tengo ni idea, acabo de llegar”, cuenta mientras se come un plato de arroz sobre una mesa de sonido que no para de trabajar y trabajar. Resulta que son el grupo Alboreá. ‘Flamenquito’ fácil de feria, con una base rítmica pregrabada de percusión que suena a plástico.

Solo hay en directo las tres voces de los cantantes y una guitarra española. Después llega el turno para Soniké, ahora sí, percusión en riguroso directo y muchos abanicos frente al escenario sobre un mar de flores en el pelo. Los bailes de sevillanas no faltan, hay a quien se le nota el arte y quien, bueno, hace lo que puede. Lo importante al final es pasarlo bien.

Feriantes en el centro de la capital a mediodía.
Feriantes en el centro de la capital a mediodía. / Jesús Mérida

La plaza Mitjana abandona un poco la música en directo para dar espacio al reguetón y al electrolatino de la mano del ya habitual Dj René. En Las Flores, el funk de la Free Soul Band hace mover las caderas de una plaza totalmente llena, quizás la que más. En una plaza Uncibay casi vacía, el folclore de los verdiales da el toque tradicional a este lunes resacoso en el que siguen sin faltar la cerveza, las tapas, los grupos de amigos y esas botellas rosas de las que nadie parece cansarse.

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