Feria de Málaga de día en el Real: la chispa de la felicidad
Crónica
El lunes festivo llena el recinto ferial de día de miles de personas dispuestas a disfrutar la feria
Cada uno a su manera, desde el caballista al grupo que se deja las suelas al ritmo de reguetón
Las fotos del lunes festivo en la Feria en Málaga
Málaga/Isa se enfunda en una falda de volantes corta, en colores turquesa y mostaza. Se recoge sus rizos rubios en un moño informal, muy favorecedor. Se coloca unos pendientes largos y dos grandes flores a juego con sus zapatillas de esparto. Se maquilla y se hace un selfie frente al espejo. Está preciosa y lista para pasarlo bien con otras cuatro amigas, vestidas al unísono, con las que espera estrenar su Feria 2022 en este día festivo.
A las 14:00 llegan a su destino, el Real del Cortijo de Torres. No les hace falta más que visitar dos casetas, La Reserva 12 para comer y Calle Larios 15, con conciertos en directo durante la tarde, para bailar. Las horas pasan entre canciones que las invitan a conectar con esa chispa que enciende la felicidad.
Es momentánea, es una burbuja, es el disfrute del ahora. Es ese ataque de risa hasta el llanto con cualquier tontería, esa exaltación ante la cercanía del otro y su complicidad, ese espacio en el que no entran las preocupaciones, ni las noticias malas, ni las facturas por pagar.
Es, en definitiva, lo que era, lo que será o, al menos, debería ser la Feria de Málaga: ratos de encuentro y diversión pura, ejercida siempre con el respeto hacia el resto, y poco más. Aunque las fronteras que separan un buen rato de fiesta con un descalabro son finas y quebradizas y no siempre la jugada acaba bien, para Isa y sus amigas, de recogida a las 22:00 con una decena de pies cansados a cuestas, ha sido una jornada memorable. Para otras miles de personas reunidas en el recinto ferial de día, también.
El calor no puede con las ganas y las casetas comienzan a llenarse con los grupos de amigos y familiares que aprovechan la festividad del 15 de agosto. Algunos, incluso, habrán pospuesto sus viajes con la ilusión de reanudar la tradición feriante, esa que les hace perpetuar los recorridos usuales con la esperanza de retomarlo donde lo dejaron, en ese agosto de 2019 que se antojaba lejano pero que ha regresado con fuerza, como si nada.
Y todo esto a pesar de que el infierno también ha querido pasear por este lugar de la cuidad y a primeras horas de la tarde suelta bocanadas de fuego que secan las cuencas de los ojos y amenazan con derretir cualquier superficie al sol. Cobijados bajo la portada del Ayuntamiento, algunos grupos esperan a los rezagados que todavía faltan por llegar.
Traspasado el umbral, los caballos y su aroma en la calle Peñista Rafael Fuentes, junto al espacio dedicado al concurso de enganches, proporcionan una imagen de postal mientras suena el “Sarandonga” y unos amigos, a los que no les falta su degradado en pico y sus camisas hawaianas, introducen una palmera de Kiki en la Sala Gold. Hay alguno que cumple años. Malafama baila al rimo de reguetón y Tentadero y El Embrujo llaman a su público con el reclamo del aire acondicionado. La gente baila, pero a esa hora, el movimiento más repetido es el de la muñeca. Izquierda, derecha, izquierda, derecha. El abanico no para.
Algunas casetas, de esas que solo se destinan a bailar y beber, ya están ambientadas a primera hora de la tarde y otras extrañamente vacías, aunque sea una situación meramente pasajera. En sus puertas, los amantes del fitness han encontrado esta semana el trabajo ideal, portero de caseta. Músculos ceñidos en camisetas negras, gafas de sol y tatuajes. No falla.
En la Peña Los Corazones un cómico ameniza los momentos más calurosos, mientras la gente terminaba su almuerzo tardío. En un coche de caballos, una guapa gitana de rojo posturea hasta los límites de un contorsionista para buscar su mejor plano y en las esquinas de la calle, los grupos deciden si torcer a la derecha o seguir de frente.
Algunas mujeres lucen vestidos largos de flores, lunares y volantes, elegantes y consecuentes con el momento. Pero se comprende que el pantalón corto y la tirantilla ganen la batalla en este erial con el termómetro marcando 36 grados a la sombra. Mucho hielo en un gintonic es en lo único en lo que puede pensar una servidora.
Lo mejor será volver y dejar la fiesta para los que pueden, para los que comen pescaíto frito casi a las cinco de la tarde en Los Mellizos, hacen cola en la puerta de la caseta El Pimpi, esperan en La Canasta a comprar un dulce o una empanada o disfrutan de mesa, mantel y servilletas de tela en El Zaguán de Pepe Higo.
La Feria, en definitiva, no está ahí para ser escrita, contada o leída. Está para ser vivida y habrá tantas fiestas distintas como almas dispuestas a entregarse a ella. No se preocupen, queda tiempo, tienen toda esta semana para obviar los prejuicios –y también algunos sentidos, para qué engañarnos– y dejarse llevar. Eso sí, con cabeza, por favor, que vamos teniendo una edad.
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