Málaga se llena de luz y color para recibir la Feria
La fiesta arranca con un espectáculo de 240 drones y más de 500 kilos de pólvora quemados
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Málaga/La liturgia previa a la gran fiesta de agosto, emulando a los relojes blandos de Dalí, pareció detener el tiempo. La playa de La Malagueta, la más simbólica para la ocasión, asistió absorta a un nuevo espectáculo de drones y fuegos, con una afluencia multitudinaria, demostrando que lo ocurrido la anterior edición no fue una raya en el agua.
Sin desmerecer al resto del litoral malacitano, en cuyas orillas se pudo disfrutar sin tanto bullicio del acontecimiento, los alrededores del Muelle Uno y del Palmeral de las Sorpresas arrojaban una estampa similar, con un trasiego de personas importante en los momentos previos, siendo testigo de excepción, un año más, La Farola, que esta vez presenciaba el ritual recién reconocida monumento. Todavía más apretada, si cabe, era la situación en los chiringuitos del paseo marítimo, donde encontrar una mesa libre se convirtió en una tarea homérica.
No fueron pocos los que, en bañador y chanclas, dieron la bienvenida a la Feria dándose un chapuzón, mientras que a unas decenas de metros del cotarro hubo bastantes que se pudieron dar el gusto de hacer lo propio a flote de una embarcación sobre las aguas de la bahía. Ya en la arena, los asistentes se arremolinaban buscando el mejor sitio posible, aunque no faltaron los que, en un alarde de previsión, optaron por pasar el día completo en la playa para evitar la desagradable sorpresa de quedar relegados a una zona con malas vistas.
Pese a que acudió público de todas las edades, el grupo más numeroso fue el de mediana edad, en el que reinó el ambiente familiar, con sus integrantes, muchos de ellos padres con niños pequeños, acomodados sobre sus toallas en plena sintonía con el espíritu distendido y festivo de la noche, a los que en su mayoría no les faltó el avituallamiento al alcance de la mano en forma de aperitivos y refrescos.
Hubo también, claro está, muchos jóvenes, un sector que se hizo notar (huelga decir los motivos) y que se personó bien en pandilla, bien en pareja y cogidos de la mano, quizá alguno lo hizo con ese primer amor de verano que nunca se olvida. Quién pudiera volver atrás. Merecen especial atención los miembros de la vieja guardia que portaron por allí, arrugadas las manos y plateadas las sienes, sabedores de ser los últimos centinelas de una ciudad que fue y no será más, siempre pacientes, ajenos al alboroto provocado por aquellos a los que hace tiempo cedieron el testigo.
A la hora acordada, dos enjambres de drones, 240 en total, despegaron para surcar los cielos de manera parsimoniosa, sin prisa pero sin pausa, haciendo valer el dominio de quienes manejaban las pequeñas máquinas desde tierra firme, que jugueteaban con las luces para armar constelaciones diferentes, y cuya temática estuvo enfocada en la naturaleza y la sostenibilidad, por lo que se realizaron formas como un búho, un lobo, una medusa o una tortuga. También se hizo algún guiño al motivo real de semejante despliegue, con la puesta en escena de una portada de feria.
La exhibición aeronáutica dio paso al lanzamiento de fuegos artificiales, la joya de la corona de la jornada, que uno tras otro despegaron durante veinte minutos desde la carretera que da acceso a la terminal de cruceros, estallando en colores y dibujando las siluetas habituales para la diversión de los que, en un acto de malagueñismo acérrimo, prefirieron observar la explosión de más de 500 kilos de pólvora en vez de, por ejemplo, decantarse por ver la lluvia de perseidas, que coincidía con esta fecha y quedó en segundo plano por la contaminación lumínica de la ciudad.
Mientras duraron los cohetazos, los altavoces expelieron temas a todo trapo, sacando a relucir a artistas internacionales tales como Dua Lipa, Beyonce, Taylor Swift, Miley Cirus o Bradley Cooper (hubo más). Todos, viejos conocidos del top de escuchas de Spotify, e indiscutiblemente comerciales, en un golpe de mano claro para contentar al personal, que el año anterior pareció irse con ganas de más.
Y, con estos mimbres, llegaba a su fin el espectáculo, acto iniciático que une a pequeños y mayores como preludio a la Feria, y que, del mismo modo que Dalí con sus relojes derretidos, paró el tiempo durante un rato para todos los malagueños.
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