La Feria de Málaga desde detrás de la barra

Los camareros tienen jornadas diarias de entre 8 y 12 horas resistiendo las altas temperaturas

Mañanas de comida y noches de bebida, el ritmo incesante de los clientes

Los hosteleros se defienden por las quejas de los precios: “La Feria no puede estar ajena a esas subidas en materias primas”

Blas López a la entrada de su caseta.
Blas López a la entrada de su caseta. / Rosa Gallego

El Real Cortijo de Torres se convierte estos días en un punto de alegría, calor y movimiento constante. Los delantales empapados de sudor, los barriles de cerveza que nunca cesan y el bullicio de la multitud. Detrás de cada vaso servido y de cada plato llevado a la mesa, están los camareros de las casetas, quienes, con su esfuerzo, mantienen vivo el espíritu de celebración.

"Me encargo de que la gente esté bien atendida"

Sentado en una silla de plástico al lado de la caseta Peña El Parchís, Blas López aprovecha los últimos minutos de calma antes de comenzar su turno. Lleva cinco años trabajando como camarero en ferias, un oficio que le ha enseñado a manejar tanto las prisas como la paciencia. “Aquí no hay lugar para el descanso cuando llega la noche”, comenta mientras se prepara para enfrentar otra jornada de ocho horas.

Blas conoce bien los picos de actividad de la Feria. “A partir de las ocho y media, esto se llena. La gente viene con ganas de pasarlo bien y mi trabajo es asegurarme de que todos estén atendidos”, relata. Aunque no cocina, se encarga de servir bebidas y atender a los asistentes lo mejor posible. "Algunos se quejan de los precios, pero la mayoría entiende que, para como están las cosas, no son tan altos", concluye.

"Me siento cómoda, estoy acostumbrada al calor"

Laura detrás de la barra en Sarao Tropical.
Laura detrás de la barra en Sarao Tropical. / Rosa Gallego

A unos metros se encuentra El Sarao Tropical. Allí Laura mezcla con habilidad los ingredientes para un mojito. Este es su primer año en la Feria, pero no en la hostelería. Aquí, en un ambiente de temática hawaiana, se siente cómoda y llena de energía a pesar del calor. “Es una caseta infantil, pero también servimos comida colombiana y, por supuesto, bebidas. A la gente le gusta venir por la tarde con sus hijos, aunque más tarde llegan los adultos a disfrutar”, explica con una sonrisa.

"A pesar del caos, lo estamos llevando bien"

Marta empezando su jornada en el Palmeral ADN.
Marta empezando su jornada en el Palmeral ADN. / Rosa Gallego

También es la primera vez de Marta y Lucía, camareras de la caseta El Palmeral ADN. “Por la mañana hay menos gente, pero cuando hay grupos de música, esto se llena”, explica Marta, que junto con su compañera, trabaja entre ocho y nueve horas por turno. A pesar de las dificultades, aseguran que la experiencia está siendo positiva. “Los precios son competitivos, y aunque siempre hay algo de desorden, lo estamos manejando bastante bien”, dice Lucía.

"Por suerte en nuestra caseta no hace mucho calor"

Diane Cristina poniendolo todo a punto para el inicio de la jornada.
Diane Cristina poniendolo todo a punto para el inicio de la jornada. / Rosa Gallego

Por su parte, Diane Cristina trabaja por segundo año consecutivo en la Caseta Ciclista. “Nada ha cambiado respecto al año pasado. Mucha gente, mucho calor, pero aquí estamos, aguantando”, comenta con una sonrisa. La jornada de Diane es larga, con pausas para comer y descansar antes de volver a la acción. Afortunadamente, la caseta donde trabaja es fresca, con suficiente ventilación para hacer el trabajo más llevadero. “No hemos tenido problemas importantes, la gente está a gusto y nosotros también”, concluye, antes de regresar a su puesto, lista para seguir sirviendo a los asistentes de la Feria.

En cada rincón del Real, los camareros como Blas, Laura, Marta, Lucía y Diane mantienen vivo el ambiente. Sus historias, a menudo invisibles tras la barra, son las que sostienen la tradición y la alegría que define estos días festivos.

stats