Feria de Málaga: Festivo con celebración a media asta en el Centro

Afluencia contenida en las calles del casco histórico en una jornada en la que, al parecer, sólo los más fieles no fallaron

Primera caseta cerrada en la Feria de Málaga por no disponer de sillas y mesas como dicta la ordenanza

El coro jaleo, en acción, esta tarde en las calles del Centro.
El coro jaleo en acción esta tarde en las calles del Centro. / E.P.

Pasan unos minutos de las cuatro de la tarde y remontando la arteria principal suenan todas las alarmas: parece que demasiados cartuchos ardieron estos dos días. La desbandada en contradirección, esta vez con más pinta de ir con destino a casa que hacia el Cortijo de Torres, es brutal. Por la zona los contrastes con lo ocurrido el fin de semana son sobrecogedores: una pareja de cincuentones recorre Larios con sendas tarrinas de helado, puede que de turrón; apenas unos metros más adelante un tipo se interna en la calle con dos cafés (¡sí, dos!) y, aún no repuesto del susto, aparece un vendedor de “juguetes nacionales” tentando a los niños con patitos a pilas. La pregunta es clara: ¿dónde diablos está la gente? Pues probablemente tomándose el día de descanso, que tampoco es malo de vez en cuando; o cargando las baterías para volver al trabajo, porque este martes, mal de muchos entre los que me incluyo, sí que es laborable. Pero tampoco conviene olvidar lo obvio. El 15 de agosto fue el día de todo el año con más fiestas en el país, muchas de las cuales se extienden hasta estos instantes, como también ocurre en la provincia, donde resulta difícil encontrar un municipio que no esté celebrando algo estos días.

La cuestión es que la jornada transcurrió con mucha más calma de lo habitual para estar de Feria, lo que no quiere decir que no hubiera nadie, que tampoco es eso; por ejemplo, donde sí hubo un gran ambiente fue en la plaza de la Flores. En este punto, una cantidad de público más que aceptable se atrevía a bailar El Ritmo del Garaje de Loquillo y los Trogloditas entonando aquello de “porque yo tengo una banda de rock and roll…” hasta rozar el desgañite. Alrededor, en las mesas, el buen rollo era total con un público rendido a la banda, que tocaba enfervorecida luciendo camisas con estampados florales a juego. A excepción del bajista que, como cualquier aficionado al guitarreo sabe, van a lo suyo. No fue el único que anduvo por aquellos lares. Precisamente, no antes de las dos de la tarde, se aparecía el doble (o el fantasma, quién sabe) de Lemmy Kilmister, antiguo líder de Motörhead, sombrero incluido, frente al Mercado de Atarazanas blandiendo una cerveza Victoria. 

El principio de la calle Larios, sobre las 17:30 de esta tarde, con poca afluencia de público.
El principio de la calle Larios, sobre las 17:30 de esta tarde, con poca afluencia de público. / Carlos Guerrero

Al filo del mediodía las calles del Centro estaban tranquilas (en el sentido más laxo de la palabra porque no hay fiesta posible con tranquilidad) con el paisanaje dándole a los cerriles cantos y bailes, y muy metido en lo suyo. Sobre la misma base de la portada se apostaba un grupo de asistentes para verlo y grabarlo; mientras que los más mayores, que prefirieron sabiamente eludir el alpinismo, se situaron al fresco de los naranjos al comienzo de Sancha de Lara. También se notaba que a esta hora la afluencia era un par de puntos más baja en las terrazas, si bien muy animadas con algunas mesas disponibles casi todas ellas, cosa que no siempre ocurre. En la plaza del Obispo, directamente, parecía que no había Feria, con el turisteo habitual arrastrando sus maletas y sorprendido ante el triángulo arquitectónico que forman el palacio, la fuente y la catedral, que se llevaba todos los flashes

Incluso los menos madrugadores podían sacar a su perrito por Uncibay para darle un paseo vespertino, como fue el caso de una chica menuda que llevaba un labrador gigantesco de pelo níveo (lo de perrito no iba en cursiva por gusto). Al pasar por la calle Santa María, primero, uno se transportaba a Marrakech sin necesidad de entornar los ojos al oler la tienda de especias instalada allí; hasta que, de golpe y porrazo, volvía a territorio nacional al pasar por Sabor a España, donde dos palomas trataban de internarse en el local dando minúsculos pasitos atraídas por vete tú a saber qué producto garrapiñado. No demasiado lejos se aparecía revisando postales en una tienda de souvenirs otro doble, o fantasma (qué día); esta vez, una mezcla entre Bud Spencer y Demis Roussos. Aún queda Feria, pero, quién sabe, quizá se nos agoten antes los Lexatines. 

Una mujer bailando la bandera en el Centro.
Una mujer bailando la bandera en el Centro. / Carlos Guerrero

Cumplida la hora límite, cuando la verdad empieza a oscilar como una antorcha ante el viento, por decirlo de jüngerianas maneras, llegaba el momento de darle un fregado a las calles en lo que se procedía a echar el cierre. Aunque todavía entonces seguían sonando instrumentos en Liborio García, Larios o Capitán, fueron muchos los caminos que se bifurcaron en este punto a fuerza de escobazos y presuntas maldiciones del personal de limpieza, que tiene el cielo ganado. Aficionados a beber al raso aparte, quienes constituyeron una pequeña Galia en la plaza de la Constitución, que mudó la piel de un público de mediana edad a otro que no superaba la treintena, hubo quienes en vez de ir a casa a dormirla quisieron seguir mojando el pico en algún bar o discoteca, como ocurrió en los situados en Juan de Padilla, Convalecientes y Santa Lucía, donde la frase más repetida era: "¿Chicos, os apetece una copa?".

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