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Málaga/Las noches comienzan con el trasiego de gente que viene y va. Las paradas de autobuses, acomodadas a la derecha de la portada del Cortijo de Torres, reciben colectivos que hacen una breve parada antes de volver al centro a por los más rezagados. Algunos de ellos, con la información luminosa en sus lunas de "sin servicio" al ir llenos desde la tercera parada de su recorrido.
A la caída del sol, el Real deja atrás las flores y los trajes de gitana que durante la mañana lucen sus calles para dar paso al escenario nocturno por excelencia: familias que van a los carricoches y grupos de jóvenes con bolsas listos para el botellón.
Malagueño o no, nadie quería quedarse sin su foto en la famosa Portada del Real. Tanto en grupo como de manera individual, todos iban pasando para tener su recuerdo de la gran Feria tras la pandemia. Un complemento indispensable que nadie dejó en casa fue el abanico, porque el terral tampoco quiso perderse las fiestas de la capital.
La zona de las peñas es un espectáculo en toda regla. Se nota en el ambiente esos nervios y esas ganas que tenían los peñistas de volver a celebrar la gran Feria de Málaga. El gentío entra y sale de las casetas únicamente para tomar un poco el aire o para darle esas caladas a un cigarro que se convierten en la pausa de una canción que no te gusta demasiado.
Los carricoches vuelven a acoger a los niños, y no tan pequeños, que tanto echaban de menos esas atracciones de Feria. Globos de helio de distintas formas, colores y dibujos animados, ruedines con cascabeles que corretean las calles del Cortijo, olor a algodón de azúcar y buñuelos recién hechos. Los niños corren de una atracción a otra. Se escuchan los "Papá, yo quiero montarme aquí", "Mamá, ¿te montas conmigo?", "Ahora en este con mi hermana". Los gritos de alegría y quizá de un poco de adrenalina se mezclaban con el murmullo y la música de las casetas.
En la explanada de la juventud empezaban a llegar los jóvenes pasadas las 10 de la noche. Poco a poco iban formando sus corrillos por toda la zona habilitada para ellos y empezaban el botellón nocturno. De fondo, el Dj residente Toni Solís, acompañado de Shining Soul, eran los encargados de poner música a aquella escena. La masa de jóvenes se movilizaba para cantar a todo pulmón las canciones que más suenan ahora: esos "Tití me preguntó", acompañados del baile de TikTok; el tan famoso "Quédate que las noches sin ti duelen", acompañados de mano en pecho y cubata al cielo y esos "Baby, no me llames que ya estoy ocupá olvidando tus males" que Rosalía ha hecho que cale tanto en los jóvenes.
Las sombras llegaban pasada la 1 de la madrugada, cuando las consecuencias del consumo de alcohol empezaban a hacer mella en los jóvenes que allí se encontraban. Las sirenas de las ambulancias comenzaban a mezclarse con el sonido de la música y la noche empezaba para los sanitarios.
A las 4 de la madrugada, los bordillos de las calles que se encuentran al lado de las casetas municipales se convertían en el restaurante de la juventud malagueña: patatas asadas, bocadillos y hamburguesas para revivir o para recobrar las fuerzas para poder volver a casa.
Llegadas las primeras horas de la mañana, la luz dejaba ver la escena que más se puede ver en las Ferias y que ya pueden considerarse un elemento tradicional: las montañas de bolsas, botellas de plástico, de cristal y vasos se amontaban en el Cortijo de Torres.
Las paradas de autobuses se convertían en el punto de encuentro de los últimos supervivientes de la noche, donde las colas se largaban de marquesina en marquesina a lo largo de las avenidas principales que rodean el Cortijo. Es hora de descansar y preparar el cuerpo para un nuevo día de feria.
Luces y sombras en las noches del Real. Mientras en las primeras horas todo es alegría, júbilo e ilusión, cuando cae la madrugada llega la versión más oscura de las fiestas: jóvenes atendidos por consumo incontrolado de alcohol, las primeras broncas derivadas de estar bajo esta sustancia y un Cortijo donde es más fácil pisar bolsas que el propio suelo.
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