Risas y bailes por doquier en el Real para terminar a lo grande la Feria de Málaga
Muchos malagueños prefieren ir al Real antes que al Centro
"Llevar esto en agosto es una locura", comenta una mujer sobre su vestido de flamenca
Feria de Málaga: Todos los caminos llevan al Real
Todo lo bueno se termina, por suerte para algunos, por desgracia para muchos otros. La Feria de Málaga ha llegado a su fin después de una semana de festejo, disfrute, baile, risas y, por qué no, alcohol. El Real Cortijo de Torres encara la última jornada de fiesta con un ambiente festivo. "Hoy vamos a dejarnos el alma, chavales", pronuncia un joven de cerca de los veinte años a su grupo de amigos, que pasean con la camisa desabotonada hasta el ombligo, sombreros de color rosa, vasos y botellas de Cartojal en mano.
El Real le ha ganado la partida al Centro. La Feria se ha trasladado al Cortijo de Torres. Son muchas las personas que prefieren venir aquí. "Hay mucho más ambiente aquí que en Larios, se han cargado la Feria del Centro", dice una mujer de unos treinta años a su grupo de amigas. Acaban de bajarse de uno de los muchos autobuses que recorren cada día las calles desde Alameda hasta el recindo ferial. Y no le falta razón: la mayoría de los malagueños opinan lo mismo. Incluso muchos bares del Centro han considerado la semana de Feria como una "semana normal".
La portada del recinto ferial es el punto de encuentro de quienes quieren disfrutar del tardeo en las casetas. Al pasear por la calle Cristóbal Ruiz Molero, se ve en las primeras casetas un ambiente más relajado. Aún quedan platos sobre la mesa. Las personas que han llegado más temprano han degustado una paella como plato principal y, como acompañante, bebidas de varios tipos: refrescos, vino, cervezas y agua. Es importante hidratarse con los más de 30 grados que hacen.
Desde primera hora de la tarde, los relaciones públicas van en búsqueda de las primeras presas a las que capturar. Y no tardan en caer. Las ofertas son difícilmente rechazables. Si entregan un abanico, se les canjea por una cerveza o un tinto de verano gratis. Un grupo de treinteañeros se mira y, sin necesidad de mediar palabra, ya saben que la decisión está tomada. Por supuesto, entran en la caseta para aprovechar la oferta. Si algo caracteriza a los españoles es no rechazar nada que sea gratis. Y los malagueños en Feria no iban a ser menos.
En el interior, varios grupos se acercan a la barra para pedir lo que más se les antoje. Eso sí, como dice un joven de camisa hawaiana, "mientras esté fresquito...". La música anima a mover la cadera con ritmos latinos. El reguetón inunda el ambiente y, vaso en mano, los menos tímidos muestran sus pasos prohibidos. Al fondo de la barra, ajenos de todo el ajetreo, los trabajadores limpian los restos de paella que han ofrecido para comer tan solo un par de horas atrás.
Las despedidas de soltero también están presentes en el Real. Seis amigos acompañan al novio con flechas en la cabeza y camisetas personalizadas. El texto: "Salvemos al novio, firma la petición, cada año desaparecen 150.000 novios en España". Acaparan todas las miradas al entrar, pero pronto se mimetizan con el ambiente. Mientras tanto, otro grupo de amigas vestidas de flamenco bailan en el centro de la pista de baile y agradecen al DJ que haya puesto música flamenca para cambiar de género.
En otra caseta suena a todo volumen Sarandonga, de Lolita Flores. Los que cantan esta canción vociferan el estribillo vaso en mano: "Sarandonga, que mañana es domingo". Y, efectivamente, aprovechan el sábado para pasarse unas copas de más o para estar más tiempo. En domingo, casi nadie trabaja y es perfecto para disfrutar de las últimas horas de Feria. Cerca de las 17:00, reina el flamenco en muchas de las casetas. Defender lo propio, disfrutar de la cultura andaluza.
A medida que avanza la tarde, el Real se va llenando de gente. Muchos de ellos han esperado a que refresque un poco más. Otros, sin embargo, estaban descansando después de haber salido la noche anterior. "Hoy no bebo Cartojal que no veas la resaca de esta mañana", comenta un hombre con uno de sus amigos. Parece que todos lucen un uniforme: pantalones de lino y camisa de manga corta con diferentes dibujos. De lo más veraniego. Y fresquito.
También cambia el ambiente musical. El reguetón se empieza a abrir paso y le gana la batalla al flamenco poco a poco. Una de las ventajas de venir pronto al recinto ferial es que hay más espacio y se está más cómodo tanto para moverse como para bailar. Un grupo de amigos y amigas hacen un gran círculo y uno a uno van pasando al centro. Han montado su propia competición de baile. Uno de ellos es capaz de "perrear hasta el suelo". El resto de amigos se ríe ante tal hazaña. Algunos le echan la culpa a las cervezas que lleva encima. Él se defiende porque le "sobra ritmo".
Por la calles principales todavía pasean los caballos y los carruajes. Buscan la sombra, aún calienta el sol de media tarde. Los jinetes, con sus sombreros, se limpian el rostro las gotas de sudor que resbalan por su frente. Las mujeres lucen flores en sus cabezas y se la colocan de vez en cuando. Peor lo pasan con los vestidos. Alguna de ellas sostiene que "llevar esto en agosto es una locura". Los volantes se mueven a cada paso que dan, buscando alguna caseta en la que divertirse.
Muchos se pasean hasta encontrar un sitio que tenga el suficiente espacio y que disponga de aire acondicionado. Combatir el calor a finales de agosto en Málaga es prioridad para muchos de quienes vienen a disfrutar del Real. También es buen momento para venir tranquilo en pareja. Varias parejas aprovechan para bailar pegadas al ritmo de la música, dando palmas o moviendo las caderas. Aquí vale todo. Y un beso de vez en cuando, que no se diga que no hay cariño.
El Real crea estampas de felicidad. Sonrisas y miradas cómplices por doquier. Flores, volantes y abanicos. La Feria de Málaga se termina este año, pero ya empieza la cuenta atrás para volver a disfrutarla en 2025. Una semana llena de alegría, baile, música y mucho arte. Gente de todas partes han disfrutado de la semana grande de la ciudad. Cartojal va, Cartojal viene. Las sevillanas, de Omar Montes, suena de fondo y las mujeres lucen sus vestidos de lunares. Esos que con tanto cariño van a guardar un año y por el que tanto van a anhelar volver a vestir. Todo lo bueno se acaba, pero lo mejor es que vuelve.
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