"Hace dos años no habría podido hacer esta película; necesitaba madurez"

Candela Peña. Actriz

La intérprete aborda uno de sus retos más complejos en 'Ayer no termina nunca', el largometraje de Isabel Coixet que ayer abrió el desfile de las cintas aspirantes a la deseada Biznaga de Oro.

Candela Peña, ayer, en la terraza del Hotel Málaga Palacio: dos en una.
P. Bujalance Málaga

21 de abril 2013 - 05:00

Su sorprendente debut en Días contados (1994) confirmó que el cine español había ganado para su causa una actriz de las que tiran de tripa para componer sus personajes. Su trayectoria corresponde a una versatilidad notable a través de títulos como La Celestina (1996), Todo sobre mi madre (1999), Sin vergüenza (2001), Torremolinos 73 (2003, triunfadora en el Festival de Málaga) y Princesas (2005). Recientemente recibió su tercer Goya por su trabajo en Una pistola en cada mano y sus declaraciones sobre la crisis económica y la precaria situación de los trabajadores del cine en la gala fueron sonadas y contestadas por algunos ministros indignados. Ayer compareció en el Festival de Málaga para presentar la nueva película de Isabel Coixet, Ayer no termina nunca, que protagoniza junto a Javier Cámara, y en la rueda de prensa tampoco escatimó en dardos: "En vez de tener tres Goyas preferiría tener, que me cundiría más, el premio Max Factor al rostro más bonito del cine español, tener un blog de moda, pesar cinco kilos menos, medir 15 centímetros más, tener poco talento pero muchas campañas publicitarias, porque estaría viviendo más tranquilamente, y no ahora que estoy sin un duro, con mucho Goya y con muy poquita boca para poder hablar". Tras afirmar además que vive "en un mundo que no sé cuál es", no dudó en pedir algunos deseos para el año 2017, en el que está ambientada la película: "Espero que la gente viva mejor, que no llamen nazi a los que se manifiestan por no tener casa, que a la gente de las preferentes le hayan dado la pasta y que este Gobierno se haya pasado y haya otro que respete la cultura. Ésa es mi fantasía".

-Su personaje en Ayer no termina nunca es uno de los más duros de su carrera. ¿Fue el rodaje una cuestión de supervivencia?

-No, al contrario. El rodaje fue mucho más bonito de lo que pueda parecer al ver la película. Para nada ha sido una experiencia traumática. Cuando Isabel nos dio el guión y nos dijo que íbamos a pasarlo bien, yo le respondí: '¿Cómo esperas que lo pasemos bien con esto?' Pero ella tenía razón, fue una gozada. Nos dio a Javier y a mí todo el espacio que necesitábamos y pudimos trabajar con toda la tranquilidad que necesitábamos.

-Apuntaba Coixet que tanto Javier Cámara como usted han aportado mucho de su propia experiencia. Tratándose de la trágica historia de una pareja herida por la fatalidad, ¿ha tenido alguna vez miedo a quemarse?

-He tenido miedo, sobre todo, a no hacerlo bien, a no estar a la altura. Hemos trabajado con textos muy largos y con planos mantenidos hasta 28 minutos, así que me he preocupado mucho de aprenderme bien mis monólogos. Por eso me los grababa y luego los escuchaba a todas horas, corriendo, tomando el sol...

-Ésa es la preparación propia de una actriz de teatro.

-No sé, no tenía que ver en realidad con la preparación del personaje. Lo hacía para quitarme el miedo. Y el teatro me da verdadero pánico. Sólo la idea de salir a un escenario ante el público me da vértigo. Sin embargo, ahora, después de haber hecho esta película, sé que podría hacerlo, así que no lo descarto. Con respecto a lo que me preguntabas antes de la experiencia personal aportada, sólo te diré que hace dos años no habría podido hacer esta película. No tenía la madurez necesaria. Así que la he hecho cuando he sido capaz.

-¿Comparte la idea de que la película es una historia de amor en época de desafección?

-Sí. Una sufre al ver que tanto amor parece que no va a servir para nada. Sé que no se trata de distinguir entre hombres y mujeres, pero créeme, a nosotras nos duele que a veces, cuando tenemos un mal día por lo que sea, los hombres no sepan comprendernos e incluso se sientan molestos por lo que nos ocurre. Creo que hay que aprender a gestionar el dolor, el propio y el ajeno, por más que a Isabel no le guste nada la palabra gestionar. No es tan difícil.

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