Memoria del Nuevo Cine Español
Enrique Iznaola presentó ayer su nuevo proyecto, 'Miguel Picazo, un cineasta extramuros', en el que participa la productora malagueña MLK
Era un público asombrado y aturdido por el impacto el que acudió a la proyección de La Tía Tula en el Festival de Cine de San Sebastián en 1964. El cine español también podía ser esto: la novela de Unamuno se deslizaba como excusa para el alumbramiento de un objeto áspero, incómodo, que ofrecía un espejo brutal y sin concesiones a los recodos más sombríos de las emociones humanas. La película sirvió para consagrar al debutante Miguel Picazo (Cazorla, 1927), que había luchado durante largos años para rodar su primer largometraje, y para dar por venido al mundo al llamado Nuevo Cine Español, entre cuyo apostolado figuraban Carlos Saura y Mario Camus. La cinematografía patria perdió así, de una tajada, la poca virginidad que pudiera quedarle y se hizo irremediablemente mayor; pero, al mismo tiempo, el séptimo arte se apresuró a mostrarle a Picazo su dimensión más ingrata: semejante talento apenas tuvo ocasión de sentenciar con una reválida, abocado a una breve filmografía de títulos para el cine y la televisión que el destino condenó al más implacable olvido. En 1985 firmó su último largometraje, Extramuros, un poderoso drama histórico basado en la novela de Jesús Fernández Santos y protagonizado por Carmen Maura y Mercedes Sampietro. Y se acabó. Sin embargo, paradoja, la misma industria que se empeñaba en cerrarle puertas se apresuraba a contarle entre sus maestros: otros cineastas de preclara influencia, desde Víctor Erice hasta Alejandro Amenábar, pasando por Gonzalo Suárez, contrataron sus servicios como actor (así fue en El espíritu de la colmena, Remando al viento y Tesis); tampoco faltó el Goya de Honor en 1996, y hace sólo tres años el Festival de Málaga rindió honores a La Tía Tula como Película de Oro. Pero, en gran medida, la historia de Miguel Picazo es la del gran cineasta que no fue. Del mismo modo en que la historia del cine español es la del buen cine que nunca llegó a ser.
Para reparar en la medida de lo posible semejante injusticia, el cineasta Enrique Iznaola, muy cercano a Picazo y discípulo confeso, ha decidido saldar cuentas a través de Miguel Picazo, un cineasta extramuros, un documental consagrado a la figura del realizador que se encuentra actualmente en fase de preproducción y que se presentó ayer dentro de la sección 5 minutos de cine. El malagueño José Antonio Hergueta (que también fue, literalmente, alumno de Picazo, en cuya trayectoria la docencia no ha sido menos importante que la creación artística) asume la producción a través de MLK, y otro malagueño, el músico Antonio Meliveo, acaba de incorporarse al proyecto con el compromiso de componer su banda sonora. Los tres presentaron ayer el proyecto junto al montador Javier Vila e informaron de la marcha de la iniciativa: Iznaola posee ya abundante material de rodaje con Picazo a través de numerosas entrevistas, así como de cómplices como Carlos Saura y Mario Camus, si bien, anunció, otras personalidades relacionadas con el director como Josefina Molina, Julio Diamante, Assumpta Serna y Ángela Molina han mostrado su interés en participar. Hergueta apuntó que el equipo trabaja aún en la búsqueda de financiación y que el objetivo es estrenar el documental en la edición del Festival de Málaga del año que viene.
Resulta conmovedor, en todo caso, ver en las escenas ya montadas a un Miguel Picazo sonriente y jovial ("Su salud no es todo lo buena que podría ser, pero su cabeza se mantiene fresca", señaló ayer Iznaola) asegurar, a sus 88 años, que con "la ayuda oportuna" no dudaría en volver a liarse con un rodaje: "¿Por qué no?" Iznaola subrayó ayer la "total disposición" de Picazo a colaborar en el documental y confirmó que "si por él fuera, se pondría a rodar hoy mismo. Ahora, queremos enseñar a los jóvenes quién es y lo que ha hecho". No es poco, que digamos.
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