Villanueva de Cauche, el último pueblo feudal de Europa
El cineasta Javier Barón ha presentado en el 26 Festival de Málaga el documental 'Feudo', una fábula realista sobre el éxodo rural y un tipo de vida en peligro de extinción
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En el feudalismo, que se desarrolló durante la Edad Media en Europa, los campesinos se veían obligados a entregar una parte de sus cosechas a los nobles a cambio de que estos les dejasen cultivar sus tierras. Sin embargo, este régimen extinto hace siglos ha seguido siendo una realidad hasta hace poco para los vecinos de Villanueva de Cauche, que debían pagar una especie de diezmo para seguir viviendo en sus casas.
La curiosa e interesante historia de esta pedanía de Antequera llamó la atención del director gaditano Javier Barón, que, cada vez que viajaba en autobús de Sevilla a Málaga, se preguntaba que sería ese caserío medio derruido que veía desde su ventanilla. Esa mezcla de casualidad y obsesión le llevó a adentrarse en la vida de los habitantes de Villanueva de Cauche y llevarla a la gran pantalla en su nuevo documental Feudo, que ha sido presentado en la 26 edición del Festival de Málaga.
Villanueva de Cauche cuenta con tan solos tres calles (Málaga, Granada y Sevilla), una iglesia y un bar por el que transitan los 70 habitantes de la localidad. Su origen se remonta al siglo XVII, momento en el que se creó el Marquesado de Cauche. A partir de entonces, se fueron construyendo casas para los trabajadores del castillo que habitaban las marquesas, y en las se les permitía vivir a cambio de que les pagasen en especie con frutas, verduras o gallinas. Una gallina si la casa era pequeña, dos si tenía patio interior.
Aunque resulte insólito, hasta 2015, los vecinos de Villanueva de Cauche vivían aún bajo este régimen feudal que les impedía, por ejemplo, el obtener la escritura de las casas. Un obstáculo que les privaba de poder solicitar una hipoteca en caso de necesitarla o reformar las viviendas si así lo deseaban.
"Cuando llegué al pueblo, lo que pensaba que iba a ser un trauma tremendo, resultó que ya estaba olvidado y que llevaban una vida absolutamente normal, tirando para adelante como podían", rememora Javier Barón en una conversación con Málaga Hoy. Ese fue el motivo que llevó al director a querer poner el foco en los más en jóvenes del pueblo y no en una serie de conflictos que ya se habían superado. "Porque ahí es donde radica realmente el problema del éxodo rural. En el momento en el que estos niños crecen y tienen que decidir qué van a hacer: quedarse o marcharse", matiza.
Feudo es un relato sobre el arraigo y la incertidumbre por el futuro. Un documental que cuenta la historia de Óscar y Fran, dos niños con sueños muy distintos: uno quiere ser cabrero y el otro futbolista. Una fábula realista que reflexiona sobre las razones del éxodo rural y un tipo de vida en peligro de extinción.
Para Fran, su principal problema es que no tiene campo de fútbol ni otros niños con los que jugar porque a Óscar no le gusta. Él prefiere a los animales. Lo primero que hace cada mañana al levantarse es coger su bastón, su gorra e ir al corral a dar de comer a las gallinas y los borregos. Una inusual pasión en niños de su edad que atrapa al espectador desde el primer momento. Según el director, "la esencia del documental es la juventud. Por un lado, está el niño que ama a su pueblo, y por otro el que quiere abandonar su tierra". Dos mundos completamente diferentes encarnados en dos niños de 11 años.
El director considera que no existe una consciencia generalizada sobre la problemática de la España vaciada, concretamente, de la "Andalucía vacía". "Villanueva de Cauche está bien comunicado, pero hay otros muchos pueblos, sobre todo por la zona del sur de Ronda y la Sierra de Cádiz, que no y su situación es preocupante", lamenta Barón, que ve necesario reivindicar esos lugares atravesados por carreteras secundarias de los que nadie se acuerda y pensar en soluciones factibles para que puedan sobrevivir.
En el documental se plasman algunos de los obstáculos con los que tienen que convivir estos pueblos casi deshabitados. Como, por ejemplo, la sencilla y cotidiana tarea de hacer la comprar y que en estos lugares depende de una furgoneta que trae, entre otras cosas, pescado fresco una vez por semana. "Cuando tienes que hacerte media hora de coche para comprar una lata de atún, o ir al médico, te empiezas a plantear muchas cosas", subraya el director.
Javier Barón logra captar con su cámara la confluencia de dos mundos. Dos generaciones que bailan al ritmo de una música moderna que rompe con la imagen tradicional que se ve en la pantalla. "Una veracidad y honestidad" que solo se logra captar en los documentales.
Los largos y cálidos planos transmiten, además, el duro calor del verano malagueño, que fue el mayor obstáculo con el que se encontraron durante el rodaje. "Fue uno de los veranos más calurosos de los últimos años y solo podíamos rodar a determinadas horas", recuerda Barón. El propio director reconoce que Feudo era una apuesta arriesgada, por la dificultad de la fotografía y el depender de la respuesta de la gente. Sin embargo, no dudó en confiar en su olfato de redactor y guionista que le decía desde el principio que ahí había una buena historia que merecía ser contada.
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