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El ajedrez, arma de una pija para la superación de chicos marginales en 'Menudas piezas'
La historia de un maestro jubilado de Zaragoza que llevó a sus alumnos a ganar el Campeonato de España de este juego llega a la gran pantalla de la mano de Nacho García Velilla
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El ajedrez es el arma de la que se vale una chica pija de vuelta a su barrio marginal para conseguir que jóvenes de este entorno luchen por la superación y entiendan que, ante un tablero, todos somos iguales en la comedia Menudas piezas, dirigida por Nacho García Velilla.
La película, presentada este domingo fuera de concurso en la sección oficial del 27 Festival de Málaga, ha llevado a la pantalla la historia real de Enrique Sánchez, el maestro jubilado que llevó a los alumnos de un colegio de un barrio humilde de Zaragoza a ganar el Campeonato de España de ajedrez.
Para el zaragozano García Velilla, esta es "una historia de superación, que reivindica la importancia de un buen profesor y de la educación como motivación para una sociedad igualitaria". "Desde el inicio quisimos ser responsables con la historia real, hablamos con Enrique Sánchez y nos interesaba no traicionar ese espíritu", ha explicado en rueda de prensa el director.
Ha descubierto que el ajedrez "es maravilloso como vehículo", porque con este juego "aprendes empatía, necesitas saber en todo momento lo que hace tu contrario y te pones en tu mente, y esa empatía la tienes en toda tu vida y la aplicas en muchas más disciplinas, como la música o las matemáticas".
Ese profesor que se vale del ajedrez, profesora en este caso, es interpretada por Alexandra Jiménez, que describe a su personaje como "una mujer que ha sido una chica de barrio empeñada en convertirse en una señora de la alta sociedad y debe hacer el camino de vuelta". Se trata por tanto de "un personaje doble", con "un ego descomunal y tratando de aparentar algo que esencialmente no es", pero gracias a sus jóvenes alumnos "conecta con la persona que realmente es".
Su padre en la pantalla es Francesc Orella, quien considera que en ambos personajes "hay dolor al principio", porque "su hija le traicionó, se casó con un ejecutivo pijo y se pasó a la clase alta, pero hay amor y le duele". "Esa vuelta al principio es conflictiva, pero se reengancha a los chavales con la educación a través del ajedrez, que les vuelve a unir y resurge el amor", ha añadido Orella.
Uno de los jóvenes actores del reparto, Kiko Bena, sentía al principio del rodaje "mucho miedo" al trabajar "con mucha gente que veía en la tele desde pequeñito" y asumió el trabajo como "un reto, porque cuando se interpreta algo que es real hay cierta responsabilidad y se puede enfadar a la persona a la que interpretas".
Pablo Louazel extrapolaba las situaciones del guion a situaciones personales y, para diseñar su personaje y la relación de este con su padre, recuerda haber "trabajado mucho el miedo que sentía de niño hacia las figuras autoritarias".
Rocío Velayos ha aprendido "mucho en la interpretación y también en lo personal" con este papel con el que le da "voz a una situación actual, que pasa constantemente en todos lados", y cree que, "aunque sea a través de la comedia, esto llega".
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