Unas biznagas muy especiales
Ojo a los homenajes del Festival de Málaga, que son muy auténticos. Parece una obviedad, pero merecen una mínima reflexión, en un momento en que el mapa festivalero es tan abundante que parecen existir más premios honoríficos que candidatos para recibirlos.
Las Biznagas son especiales. Subir al escenario del Cervantes a recogerlas de manos de los compañeros de profesión tiene un plus. Los 27 años de historia del Festival han revalorizado el premio hasta dotarlo de un valor sentimental tan alto como un Goya.
Por eso los instantes que se viven en las galas del teatro son tan especiales e irrepetibles. Yo cacé al vuelo y me llevo para siempre uno que sucedió en la velada en la que fue protagonista Javier Cámara Javier Cámara. En ella compareció Félix Sabroso con una barba blanca que todavía le hacía parecer más sabio de lo que siempre fue, desde muy joven.
Su discurso sobre las sutiles diferencias entre las amistades juveniles y las maduras fue precioso. Félix explicó cómo llegada cierta edad uno se alegra del triunfo de los seres queridos con una serenidad enorme. Porque ya no existe el concepto de competitividad, si es que alguna vez existió. El éxito es del otro, su trabajo también, y sin embargo la alegría es tan inmensa como si el premio también te lo dieran a ti. A fin de cuentas, se lo dan a tu hermano, a tu confidente, a ese que puedes llamar a las cuatro de la madrugada.
Decía Adriana Ozores en la alfombra roja de esa misma noche cómo en Málaga los actores ‘no se sienten apretados’, sólo queridos. Por eso les gusta tanto volver. Lo repiten muchos en la familia del cine español, aunque después algunos directores se peleen por estar en el certamen del norte.
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