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Son encuentros que tienen lugar en torno a las cuatro de la tarde en el Salón Rossini del Teatro Cervantes. A ellos acude cada jornada uno de los homenajeados por el Festival de Málaga Festival de Málaga a recibir el primer aplauso de la jornada, que horas más tarde se convertirá en una rotunda ovación en el patio de butacas del coliseo.
Actúa con modélico anfitrión Juan Antonio Vigar, que hace sentir al invitado como en casa. Recuerdo el caso de Ana Alvargonzález, que se enfrentaba al reto muy nerviosa. Hay que comprender la situación: emociones acumuladas, cámaras, prensa, un contenido que quedará archivado de por vida en la web del Festival, y el deseo de estar a la altura de las circunstancias ante el cúmulo de atenciones recibidas por el certamen desde el mismísimo momento de la llamada en que comunican al homenajeado que va a recibir su Biznaga honorífica.
Pues bien, es tal la bonhomía de Vigar, su capacidad para hacer sentir bien a quien se encuentra a su lado, que la taquicardia se pasa volando, la charla fluye como si entrevistador y entrevistado se encontrasen tomando café en la terraza de la esquina, y quienes la escuchamos embelesados sentimos que acabe tan pronto: pasa en un suspiro. Bien harían los jefes de TVE presentes en Málaga en tomar buena nota de lo sencillo que es realizar televisión cultural buena, bonita y barata. En unos tiempos donde prima la brevedad, cualquier pieza que pase del minuto y medio es inviable, y una entrevista que rebase los diez minutos, impensable, Juan Antonio Vigar viene a reinventar la televisión primitiva, esa que cultiva Moisés Rodríguez (‘Secuencias en 24’), miembro del jurado. La web del Festival ha generado más producción propia esta semana que La 2.
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