"El cine nos aporta identidad, la certeza de pertenecer a un colectivo"
Mariano Barroso | Cineasta
El director y guionista, presidente de la Academia del Cine Español, recibirá el Premio Retrospectiva ‘Málaga Hoy’ en la próxima edición del Festival de Málaga, del 3 al 13 de junio
Málaga/La filmografía de Mariano Barroso (San Justo Desvern, Barcelona, 1959) comenzó en 1993 con Mi hermano del alma y abarca largometrajes como Éxtasis (1994), Los lobos de Washington (1995), Hormigas en la boca (2005) y Todas las mujeres (2013), además de series como El día de mañana (2018) y la reciente La línea invisible, en la que narraba los primeros años de ETA. Desde 2018 preside la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de España. En la próxima edición del Festival de Málaga, entre el 3 y el 13 de junio, recibirá el Premio Retrospectiva, que patrocina el diario Málaga Hoy.
-El Festival de Málaga fue el año pasado el primer certamen cinematográfico de España que decidía celebrar la edición correspondiente tras el estallido de la pandemia. ¿Cómo valora hoy usted aquel paso? ¿Valió la pena?
-El Festival de Málaga adoptó una decisión valiente y coherente. Hizo lo que había que hacer, pero a menudo esto es lo más difícil. Las consecuencias fueron inmediatas: los responsables de todos los demás festivales hicieron acto de presencia para mostrar su apoyo y, también, para tomar nota de las medidas de seguridad adoptadas y aplicarlas después en sus respectivas ediciones. El tiempo no ha hecho más que darle la razón al Festival de Málaga: sin su paso al frente, la situación sería hoy mucho más difícil. Sólo se puede hablar de una actuación ejemplar.
-¿Es optimista respecto al regreso del la normalidad al sector, digamos, a medio plazo?
-La incertidumbre está asentada todavía en todos los órdenes, a nivel científico, sanitario y económico. Aunque la vacunación parece haber fijado un cierto horizonte, es difícil discernir cómo va a evolucionar la situación hasta entonces. En el cine la incertidumbre es la misma, pero quiero pensar que los profesionales del sector están acostumbrados a enfrentarse a coyunturas adversas y que, por tanto, tienen experiencia suficiente para afrontar esta crisis con la mayor entereza. Si ves la cantidad de películas que se producen cada año en España, las que se estrenan y las que terminan siendo rentables, comprendes enseguida que esta actividad es ya de por sí muy frágil, pero esta debilidad, al mismo tiempo, parece aportar al cine cierta capacidad de adaptación. Del cine siempre se ha dicho aquello de que es un enfermo con una mala salud de hierro.
-La pandemia ha contribuido a consolidar definitivamente las plataformas como medio preferente del público. ¿Qué futuro le queda a las salas?
-Cuando nació la televisión se dio al cine por muerto. Lo mismo pasó cuando apareció el vídeo, y más tarde con las plataformas. El cine lleva ya muchas décadas muriendo pero, al mismo tiempo, siempre sobrevive. Creo que ya podemos comparar su situación con la del teatro, un invento de veinticinco siglos al que igualmente dan de manera recurrente por muerto pero que sigue siendo una realidad a base de buscar nuevas fórmulas y formatos y de crear nuevas experiencias. Justamente, estamos en eso: el espectador puede ver hoy una película en su casa o en el cine, igual que puede montar una fiesta en su salón o irse a la Feria.
-Sí, pero ¿qué espacio le queda en la competencia entre multicines y plataformas al cine independiente, el menos palomitero?
-El principal obstáculo al que se enfrenta el cine independiente no es su exhibición, sino su financiación. Eso ha sido así siempre, y lo sigue siendo. Habría que partir de la base de que tiene que haber de todo y, a partir de aquí, considerar que corresponde a los poderes públicos fomentar y apoyar el cine como parte de nuestra identidad, no sólo en virtud exclusiva de su rentabilidad económica, también de la cultural. Y tener bien claro que, a medio plazo, la rentabilidad cultural termina generando también una rentabilidad económica.
-En cuanto al premio Retrospectiva del Festival de Málaga, ¿tiene algún título predilecto en su filmografía? ¿Algún hijo más querido que el resto?
-Tengo clara la respuesta en sentido contrario. Hay alguna película que he hecho y de la que deseo mantenerme alejado.
-No me diga.
-Sí. No siempre los recuerdos son precisamente buenos, tanto en lo profesional como en lo personal. Igual que en cualquier trabajo.
-Pero, ¿hay alguna película por la que le gustaría ser recordado?
-Yo haría un montaje especial con fragmentos de algunas películas, con momentos que reuniría en una película nueva. Una especie de collage. Ésa sería mi carta de presentación. Le tengo cariño a Éxtasis, también a Mi hermano del alma y a Todas las mujeres. Y a las series. El cine te devuelve multiplicado por cien todo lo que le das, cada esfuerzo, cada hora invertida. Y, sobre todo, nos aporta identidad, la certeza de pertenecer a un colectivo al que contribuimos con las historias que contamos.
-¿La realización en el cine y en la televisión se traduce para usted en dos oficios distintos?
-Mi oficio consiste en contar historias a través de las emociones y de las imágenes y con el apoyo de los actores. En ese sentido, no hay diferencias. Además, los tiempos y los procedimientos de la televisión son ya muy parecidos a los del cine, si bien con las series no es tan fácil comprobar las reacciones del público como en un estreno en una sala. Pero sí es cierto que hay diferencias: cuando hago cine soy un francotirador, mientras que en la televisión todo el trabajo es más formal, hay más continuidad. Uno hace una película porque pone todo el empeño, a veces porque te enfrentas a todo el mundo. En la televisión todo queda en una industria en las que los procedimientos son mucho más claros.
-¿Y no echa de menos para el cine español una industria más desarrollada, quizá un modelo más cercano al de Hollywood?
-Tuve la suerte de conocer Hollywood y su industria. Y tengo amigos que trabajan allí. A menudo les profeso cierta envidia: cuando trabajas allí tienes la sensación de que formas parte de algo muy grande. Si haces cine o teatro en Nueva York o Los Ángeles eres un profesional más, como un abogado o un médico. Aquí todavía somos una especie de outsiders. Aunque la cosa está empezando a cambiar con las plataformas, que necesitan constantemente material nuevo y gente que se lo suministre. Es una lógica distinta.
-¿Qué es lo más difícil de presidir la Academia de Cine?
-La Academia es un colectivo muy amplio y, como todos los colectivos grandes, complejo. A veces se parece a presidir una comunidad de vecinos: hay un poco de todo, pero hemos logrado cierta armonía. Lo más importante es que todos los académicos consideran su Academia una casa común, un punto de encuentro para todos, lo mismo para el productor más grande que para el director más alternativo. Y eso ya es un logro.
-A su presidencia le queda un año, ¿agotará el plazo?
-Sí. En este tiempo tan complicado, la Academia necesita estabilidad. Y tampoco es cuestión de que los presidentes demos la impresión de salir huyendo. Es cierto que estar al frente es complejo, pero cuento con el apoyo de la junta directiva y de un equipo genial.
-¿Sigue pensando que la adopción del modelo virtual fue la mejor decisión para la pasada gala de los Goya?
-Sí. Una cosa es transmitir la idea de que las salas son seguras y otra movilizar a cientos y cientos de personas. Hicimos lo que correspondía, una gala responsable y flexible. Si hubiéramos hecho una gala presencial, muchos estarían todavía echando las culpas a “la gente del cine” de la pandemia.
-Lo difícil será hacer otra gala sin Antonio Banderas.
-Antonio concita una unanimidad asombrosa. Todo el mundo le quiere. Pero ya se verá. Hay que reinventarse siempre.
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