Un noqueo emocional: vida de Sahif Rahimi
El certamen acogió ayer el estreno en España de 'Boxing por Freedom'
Boxing for Freedom se estrenó ayer en nuestro país, en una proyección dentro de las jornadas de Afirmando los Derechos de la Mujer. Documentalistas experimentados en las lides de los derechos humanos -así como productores ejecutivos de Wall (Si estas paredes hablasen), Premio Goya al Mejor Cortometraje Documental este año, dirigido por Miguel López Beraza-, Silvia Venegas y Juan Antonio Moreno presentaron Boxing for Freedom en el Festival Internacional de Derechos Humanos de Ginebra. La historia de Sadaf Rahimi, joven afgana y estrella del equipo de boxeo femenino del país, ha viajado desde Afganistán -país arrasado como pocos, donde la escasísima libertad de las mujeres pende de un hilo- hasta Suiza, para llegar a Málaga y al corazón de una abarrotada sala convertida en una especie de encuentro poscolonial: féminas africanas (alguna tirando de carrito y de bebé), musulmanas con velo, señoras que peinan canas (otras a punto de hacerlo), muchachas… Y hombres atraídos por la historia de una chica que pelea por su libertad en un campo de minas, bajo amenaza de muerte de muyahidines y talibanes. Con tal premisa, una película como Boxing for Freedom solamente se puede contemplar desde la subjetividad radical; la que sugiere que historias como éstas, no es que merezca la pena que sean contadas… Es que tienen que ser contadas.
Las Rahimi (Sadaf y su hermana mayor Shabnam, boxeadora como ella) suben al ring -al igual que sus compañeras y con la complicidad de su coach-, haciendo de este espacio un símbolo de autoafirmación individual, donde las esperanzas compartidas pasan por la educación universitaria y por alcanzar el estatus de personas libres e iguales en una sociedad que ha castigado terriblemente a sus congéneres. Así, la transición del Estadio Olímpico de Kabul aparece brutal y dolorosamente real: en 1999 era patíbulo público de afganas cubiertas por burkas, mientras que en los últimos tiempos se ha transformado en la pista de entrenamiento de jóvenes boxeadoras como Rahimi. "Este estadio parece maldito", confiesa. No hace tanto de aquella barbarie, susceptible de segar las vidas de unas deportistas capaces de mostrar -como pocos- la dimensión moral del boxeo. Las ganas de hablar de Sadaf y sus compañeras, a lo largo de los cuatro años en los que se ha desarrollado la grabación del documental, no remiten. Ni siquiera en los momentos más complicados: la oposición inicial del Comité Olímpico Afgano, la prohibición de salir de Afganistán ante las sospechas infundadas de fuga, las intimidaciones de los musulmanes extremistas, el sueño -abortado- de asistir como atleta invitada a los Juegos Olímpicos de Londres en 2012… Incluso la derrota. El entusiasmo y la fe en el futuro constituyen un antídoto contra el fracaso; el deseo y las ganas de entrenar y estudiar, de mejorar y romper con el destino matrimonial, también.
La incursión en los entrenamientos del grupo de boxeadoras afganas -lideradas por la locuaz Sadaf- dejan una estela de imágenes fieles a una disciplina amada por la cámara, sin lugar a dudas. Ejemplo de lucha (y alejado de la violencia que se le presupone), el box emerge aquí como aliento, motivación e inspiración en un entorno dificilísimo. Que a su vez dota a las protagonistas del documental de una identidad que las afganas conocieron, cuando fueron libres. E inspira a otras comunidades que han sido y son horriblemente machacadas por la guerra, la pobreza y el yihadismo islámico. Terminada la proyección, le pregunté a la nigeriana Akinradewo Orobola -presidenta de Diglaw, asociación de mujeres africanas radicada en Málaga, sentada casualmente a mi lado-: no ocultaba su entusiasmo por Boxing for Freedom, por la fuerza de su mensaje. Un noqueo emocional, en el sentido más positivo de la palabra.
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