"La película no habla de sexo, drogas ni rock and roll, pero está en los personajes"
Elena anaya. Actriz
La actriz es la protagonista de la película 'Todos están muertos', ópera prima de Beatriz Sanchís, que ayer se presentó en la Sección Oficial del certamen malagueño.
Todos están muertos es la ópera de prima de la directora Beatriz Sanchís, que firma también el guión. La película se presentó ayer en el Festival de Málaga. Cine Español, en la Sección Oficial a concurso y su estreno en las salas está previsto para el 30 de mayo. Elena Anaya es Lupe en una historia ambientada en los 90, pero con innumerables referencias a su pasado, en los 80. Encerrada en casa y en sí misma, sin relacionarse con su propio hijo ni con su madre, poco queda de la estrella de rock que fue en los 80. Su madre -mexicana- es la que se ocupa de todo; hasta que el hermano muerto vuelve del más allá. Nahuel Pérez Biscayart, Cristian Bernal y Patrick Criado completan el reparto de la cinta.
-La película está ambientada en los 90, pero han tenido que retroceder aún más, a los 80, para el trabajo previo que refleja el éxito de la protagonista y su hermano con su grupo de rock. ¿Cómo se ha sentido viviendo la 'movida'?
-Es un viaje maravilloso. Arrancamos el rodaje con la grabación de ese concierto que aparece en la película y fue muy bonito porque eso lo hicimos después de llevar ensayando cuatro semanas en la casa. Ensayamos toda la película, paramos, nos fuimos a rodar a los 80 a una sala de conciertos a las afueras de Madrid, vestidos y caracterizados, con ese público y esas cámaras. Me le creí, lo he vivido a tope. De ahí volvimos a la casa, a 1996. Envejécete, ponte ese pelo en la cara, ese esquijama, esa blusa de gatitos y conviértete en eso que eres desde hace 14 años. Fue muy bonito. Esta película no habla de sexo, de drogas, de rock and roll, pero está en los personajes. Han pasado por todo eso y aunque no hay ni una gota de alcohol, huele como esas discotecas que vuelves al día siguiente y se le quedó presente en el olor de la noche. Pasar de los 80 a los 90, fue muy bonito, lo mismo que rodar en 2013 una película del año 96.
-Realmente le convenció la historia.
-Cuando leo un guión y me fascina, como éste, no hay duda. Me ha pasado muchas veces en mi carrera que he leído guiones y he dicho guau y éste ha sido uno de ellos. Si no te gusta el guión es imposible que salga bien. En España se están haciendo películas maravillosas, muchas por directores noveles, con muchas ganas y disciplina; es para tenerlos en cuenta y darles más oportunidades para que hagan más cine.
-¿Tiene la sensación de que hay un relevo generacional?
-Sí, me da mucha alegría ver a gente tan preparada, que además ha trabajado en muchísimos departamentos, saben de todo, cuidan todos los aspectos de la película. Es una primera película, pero de alguien que a lo mejor lleva 15 años haciendo de todo en cine y que además ha estudiado en las mejores escuelas. Y de repente tiene el talento de sacar una película así. Están demostrando que hay que dar valor, que hay que hacerles un hueco y respetar su trabajo.
-Entonces, ¿con quién se queda, con Almodóvar o con Beatriz Sanchís?
-He tenido la suerte de trabajar con un gran amigo que es Pedro Almodóvar que es uno de los directores más grandes que hay en el mundo entero, aunque parece que en España todavía no nos damos cuenta del todo, y con Beatriz Sanchís, que creo que es alguien con muchísimo talento, que lo ha demostrado con esta película y alguien a quien hay que seguir de cerca, porque va a dar mucho que hablar y va a hacer grandes películas, así que todo es una suerte. Me quedo con los dos.
-¿Cómo ha sido trabajar con dos actores tan jóvenes, uno de ellos sin ninguna experiencia previa?
-Me encanta. Cuando puedo, en la escuela en la que sigo estudiando, a la que voy para seguir entrenando, me gusta mucho poder trabajara con gente joven que tiene nada o poca experiencia porque ayuda mucho a ver desde dónde se empieza, dónde está la verdad. Me parece que Cristian Bernal [su hijo en la película] es un actor que se sienta delante de la cámara, no hace nada y estás sintiendo lo que le pasa, la cámara escucha su cabeza, escucha su emoción. Ha sido un regalo para mí. Y Patrick Criado es un actor, un poco más mayor y con un poco más de experiencia, y es una máquina, muy buen actor. Lo ves trabajar y está todo el rato con el personaje, de una manera muy relajada y jovial. Está ahí con la mirada, siendo el personaje y lo mantiene y trae una atención y rigurosidad al trabajo, que admiro que la tenga un chico de su edad.
-Llama mucho la atención la relación entre la protagonista y el hijo, y con su madre. Hasta qué punto ha renunciado a la vida, que ni siquiera siente ese amor por un hijo, que se supone imposible, y a ella casi le espanta.
-Algo que trabajé mucho con Cristian es esa cosa de que el personaje no sabe cuánto lo quiere. Solamente mirarle dos segundos seguidos a los ojos, provoca tal amor y tal dolor por no poder expresarlo que hace que el personaje se encierre en ese micromundo. Es la dificultad y la imposibilidad de poder expresar sus afectos lo que hace que Lupe se encierre en esa coraza opaca que no le permite vivir, estar en contacto con lo que le pasa cada instante. No creo que se dé cuenta de lo que quiere a su hijo durante la película, ella lo sabe, pero no es buena persona para querer a alguien. Está muy rota para poder darse como hija o como madre.
-¿Y que le rompe más, la muerte de su hermano, ese hijo que no quería, su pasado de fama que se ha acabado?
-Creo que hay una mezcla, pero de todo, lo más doloroso y que lleva más a la tortura es el no saber por qué el hermano abandonó. Porque había algo más, una historia imposible y una cosa que no podía ser. La duda es lo que lleva al personaje a la desesperación, a encerrarse y no permitirse sentir nada.
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