La mayor satisfacción es ahora para María Dolores Díaz, la madre de 'El Cordobés'
Reconocimiento
Un fajo de billetes y un reloj de oro fue lo que depositó Manuel Benítez cuando abandonaba la habitación donde estaba su hijo de pocos meses, que no volvió a verlo cara a cara hasta hace unos meses. Ya hizo algo similar con una hija, reconocida en el año 2000
Martina Fraysse, la ex mujer de El Cordobés que impedía el encuentro con su hijo Manuel Díaz
La foto de la vida de Manuel Díaz ‘El Cordobés’ y su padre que ha tardado 54 años en producirse
En el otoño de 1969 Manuel Benítez El Cordobés quiso dejar atrás al hijo tenido con una asistenta con la que había iniciado un relación sentimental más intensa de lo que solía por entonces. No había otro ídolo mayor en aquella España que nadaba hasta la orilla del desarrollismo. El Cordobés había espoleado el academicismo taurino y su nombre era conocido en todo el mundo. El éxito editorial de O llevarás luto por mí, retrato generacional a cargo de los fabricantes de bestsellers Dominique Lapierre y Larry Collins había colocado el nombre del diestro en todo el planeta.
Había tenido hasta entonces decenas de romances, era el tipo más querido y conocido, aunque los puristas de las plazas le llamaran como mínimo "loco", y hasta veía su nombre en las carteleras por sus incursiones en el cine, una jugosa excentricidad más.
Su relación con María Dolores Díaz González hubiera sido ese resquicio para la estabilidad del que no quería estar convencido. Cuando el pequeño Manuel, nacido en junio de 1968, tenía 15 meses, El Cordobés dejó a su madre en una habitación del Hotel Wellington de Madrid un fajo de billetes y un reloj. Ya no querría saber nada de aquel bebé. "Tiene mi mismo pelo", admitía. De ahí que la semana pasada le agarrara de la pelambrera, entre la broma y el simbolismo, en ese encuentro público de padre y hijo, al fin, al cabo de 54 años. El hijo le estrechó la mano en un acto en Córdoba años antes. "No le reconoció", supuso.
Manuel Díaz admira a su padre, lo admiraba desde la frustración de no ser conocido, pero ama y adora a su madre infinitamente más. María Dolores fue la quien le llevó adelante entre adversidades, la que empujó su vocación taurina y la que siempre ha estado a su lado en el largo proceso para que se le reconociera quién era. En 2016 las pruebas de ADN y un juicio en el que no hubo más recurso, Benítez reconoció la paternidad de Díaz, pero sin más aproximación personal.
El abrazo del pasado martes venía a zanjar años de silencios y desdenes. María es la más aliviada de una situación que nunca debió llegar tan lejos en el tiempo. Ambos diestros tuvieron una infancia y una juventud difíciles antes de encontrar la gloria en el ruedo, en un paralelismo que debió unirles en su momento. Manuel Díaz se crio en casa de su abuela, en Jaén, el refugio de María Dolores Díaz, todo pundonor.
La madre era la asistenta en la casa de unos amigos, de origen jiennense, y El Cordobés se enamoró, bueno, más bien se encaprichó. Una relación furtiva en la trastienda de un país donde el torero era el número uno. No iba a ir más allá en aquella relación pero tampoco estaba por la labor de asumir la manutención del bebé. Ya había actuado así con una niña, María de los Ángeles (Benítez Raigón), que reconoció en el año 2000
Manuel Benítez sí formó una familia poco tiempo después con una joven francesa de origen vasco, Martina Fraysse, con la que se casó finalmente en 1975, con dos hijos ya en el mundo, tras más de un lustro de convivencia. Una esposa a la que llamaba "la pantera" y de la que se divorció en 2016, el mismo año del juicio de reconocimiento de paternidad de Manuel Díaz. Maribel, Manuel María, Rafael, Martina y Julio (que coincidió en un cartel con su hermano en un festejo en 2017) fueron los hijos del matrimonio con Martina, más la paternidad de María y de Manuel.
El Cordobés hijo ha encontrado a un padre, pero la mayor satisfacción que ahora tiene es haberle dado su sitio a su madre.
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