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Camellos para la vanguardia industrial española

Felipe V autorizó la construcción de la Real Fábrica de Hojalata de San Miguel, industria pionera en la península ibérica cuando se levantó

El paradisíaco punto de la serranía rondeña ofrecía minerales, arboleda y cursos de agua para una empresa complicada

Hoy es una bodega y un hotel restaurado de manera exhaustiva para no dañar el patrimonio

Un camello.

Luis I fue el rey más breve de España. Con 17 años, estuvo ocho meses como monarca hasta que en el último día de agosto de 1724 murió de viruela. La corona volvió a su padre Felipe V que se la había cedido en enero. En ese año, Miguel Topete y Venegas recorría Europa y América estudiando avances de la ingeniería y la industria en diferentes países. Cuando llegó a la península ibérica le propuso a Felipe V construir la primera fábrica de hojalata del reino. En 1726, el rey le daba la exclusividad de la producción de hojalata y el privilegio real para construir la primera fábrica de ese tipo sobre suelo español: la Real Fábrica de Hojalata de San Miguel, en el paradisíaco valle de Genal.

Hoy está en el término de Júzcar, en la provincia de Málaga, pero en el XVIII, la demarcación aún era el Reino de Granada. El paraje reunía todo lo necesario a su alrededor: yacimientos minerales, amplios bosques con maderas de calidad, ríos para el funcionamiento de la fundición y parajes no demasiado habitados. La construcción de unas instalaciones que se convirtieron en la vanguardia industrial del país en ese momento ya funcionaba en los años 30 del siglo XVIII, fue proyectada por arquitectos suizos y uno de los puntos más complicados fue alistar a artesanos alemanes que conociesen con precisión los pormenores de la mezcla entre estaño y hierro para obtener una hojalata decente. El secreto se mantuvo durante decenios adscrito a los alemanes y era cuestión de estado mantenerlo, de hecho las crónicas dicen que los 30 operarios salieron de su país escondidos en barriles para no ser descubiertos ya que tenían prohibido marcharse por su importancia en el proceso de construcción de la hojalata. Toda una peripecia. Pero no fue el único problema de esta instalación que hoy en día se ha reformado, alberga una bodega y un hotel en un entorno privilegiado. El uso del agua de la zona, la deforestación y el transporte de materiales fueron obstáculos a sortear. El último contó con una peculiar tracción animal: los camellos.

La fábrica de hojalata cambió las acémilas por los camellos que soportaban más peso y eran más útiles para transportar los materiales o las manufacturas, generalmente, hasta la línea costera de Estepona. Curioso, pero práctico. Pero el recorrido de esta infraestructura no fue muy grande. No llevaba 20 años activa cuando su declive ya parecía un hecho. El consumo de agua no sólo dejaba a las poblaciones cercanas sin posibilidad de explotar regadíos y con problemas de abastecimiento, también sucedió que los caudales veraniegos empezaron a no ser suficientes para el correcto funcionamiento de la infraestructura. Además, se abrieron altos hornos en el Norte de la península, cercanos a cuencas carboníferas de alto rendimiento y con diferentes sistemas algo más modernos. A finales del siglo XVIII, la fábrica de hojalata de San Miguel ya estaba abandonada y prácticamente en ruinas.

Deforestación, olvido y renacer

Vistas recientes de la Real Fábrica de Hojalata de San Miguel.

Otro punto que llama la atención en el siglo XXI es la grave deforestación de partes de la serranía adyacente sin preocuparse por su renovación. Aún hoy es palpable este legado de la incipiente industria que se multiplicó con otros altos hornos como los de Marbella, que también utilizaron arboleda de la zona para producir carbón vegetal como combustible. Tres siglos después, el paraje ofrece muchas posibilidades para hacer rutas con un alto valor ecológico y grandes extensiones de ese terreno se han regenerado, aunque no todas evidentemente. La construcción cayó en el olvido hasta el siglo XXI.

Recogida en el catálogo de Patrimonio Industrial de España, hoy en día se ha rehabilitado después de un minucioso trabajo de años para que las construcciones no perdiesen su carácter y peculiaridades históricas. Alberga una bodega y también un hotel en el que se puede disfrutar de una de las zonas de vegetación más bonitas de la provincia. La rehabilitación le valió a sus protagonistas un reconocimiento de la asociación Hispania Nostra por el cuidado y el celo puesto durante las obras para preservar el bien inmueble y fusionarlo con un paisaje de gran valor.

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