Córdoba en una escapada de fin de semana desde Málaga: 48 horas para descubrirla
A algo menos de dos horas de trayecto de Málaga está la vecina Córdoba, uno de los grandes destinos de los malagueños cuando salen de las fronteras por su cercanía, patrimonio y cultura. Una escapada de un fin de semana es suficiente para que en tan sólo dos días tengas una imagen bien clara de cómo es la capital, la ciudad y todos sus rincones, su gente y su gastronomía. Hemos elaborado un recorrido que, en tan sólo 48 horas y prácticamente todo a golpe de caminata, descubre todos los encantos de Córdoba.
La primera parada debe ser obligatoriamente la Mezquita-Catedral,el tercer monumento más visitado de España. Declarada Patrimonio de la Humanidad en 1984 por la Unesco es el monumento más importante de todo el Occidente islámico y uno de los más fotografiados del mundo. Sus muros albergan la evolución completa del estilo omeya en España, además de los estilos gótico, renacentista y barroco propios de la construcción cristiana a partir del siglo XIII.
Después de perderse -para encontrarse- en su Patio de los Naranjos, lo ideal es bajar y cruzar la Puerta del Puente para alcanzar el Puente Romano.
Miles de cordobeses y visitantes pasan cada día por la Puerta del Puente de Córdoba. Sin embargo, son muchos los que ignoran la verdadera importancia de esta construcción que data del siglo XVI y que se levantó con motivo de la visita del monarca Felipe II a la ciudad. Si bien su aspecto actual está auspiciado por el diseño del arquitecto cordobés Hernán Ruiz III -que la dotó del carácter monumental que podemos ver hoy en día- su pasado se remonta muchos siglos atrás.
Sin duda, la del Puente Romano es una imagen icónica de la ciudad. Digno representante de la mejor arquitectura del Imperio, fue levantado en el siglo I a. C. Además, era uno de los más importantes medios de entrada a la ciudad desde la zona sur de la Península Ibérica ya que durante mucho tiempo fue único punto por donde cruzar el río sin necesidad de usar embarcación de ningún tipo.
Desde entonces ha sufrido varias remodelaciones a lo largo de la historia, la última de las cuales se finiquitó a comienzos de 2008. En el centro del antepecho se erige una escultura de San Rafael, obra del siglo XVII, realizada por Bernabé Gómez del Río.
Al otro lado está la Torre de la Calahorra. Esta construcción defensiva, de origen medieval, alberga en su interior el Museo Vivo de Al-Ándalus y es la sede de la Fundación Paradigma Córdoba. Desde el siglo XIII ha sido testigo y custodio de la historia de la capital. Juana I de Castilla, más conocida como Juana La Loca,mandó instalar a comienzos del siglo XVI una barbacana defensiva, que le dio un aspecto muy parecido al actual. Desde entonces, fueron muchos y muy variados los usos que se le dieron a la robusta torre: cárcel de la nobleza cordobesa, cuartel y posteriormente escuela de niñas en el siglo XIX. A principios del siglo XX fue declarada monumento histórico artístico.
Símbolos del poder
Uno de los grandes espectáculos patrimoniales y turísticos de la ciudad es el Alcázar de los Reyes Cristianos, una preciosa amalgama de la evolución arquitectónica de Córdoba. Fue lugar predilecto de los distintos gobernantes de la ciudad. A su llegada en 1236 Fernando III el Santo se encontró un edificio, que formaba parte del antiguo Palacio Califal, completamente asolado. Desde entonces se le ha dado múltiples usos. Fue Sede del Santo Oficio (Inquisición), o cárcel (en la primera mitad del siglo XIX).
Envuelta en misterio y leyendas está la ciudad palatina de Medina Azahara, la fastuosa ciudad que Abd-al Rahman III mandó construir a los pies de Sierra Morena. Está ubicada a ocho kilómetros de Córdoba capital. Según reza la tradición fue el autoproclamado Abd al-Rahman III quien decidió edificar una ciudad palatina en honor a su favorita, Azahara. Sin embargo, parece ser que las razones del califa fueron mucho menos románticas: mostrar una renovada imagen del recién creado Califato Independiente de Occidente, fuerte y poderoso, uno de los mayores reinos medievales de Europa, se acepta como el origen más probable de la nueva Medina. Además, fue la última declaración de la Unesco, en 2018
Córdoba puede presumir en materia museística, pues no sólo alberga una ingente riqueza artística sino que algunas de sus sedes ocupan edificios emblemáticos. Uno de ellos es el Museo de Julio Romero de Torres. Está ubicado el mismo edificio que el de Bellas Artes, justo frente a la Posada del Potro. Y abrió sus puertas en 1931, un año después de morir del pintor Julio Romero de Torres. Un periplo por su vida, desde sus comienzos hasta sus obras más famosas: La Chiquita Piconera, Naranjas y Limones, Cante Hondo, Poema a Córdoba, etc.
Igualmente majestuoso resulta el Museo Arqueológico, en el palacio de estilo renacentista de los Páez de Castillejo. En su interior se conserva, investiga y difunden los restos materiales pertenecientes al patrimonio arqueológico tanto de la capital como de la provincia. A través de sus salas, el visitante disfruta de un viaje desde la prehistoria hasta Al-Andalus. En enero de 2011 se inauguró un nuevo edificio contiguo al ya existente.
Nadie puede abandonar la ciudad sin rendir sus respetos a la escultura del Gran Capitán (1923), realizada por Mateo Inurria y que actualmente preside la Plaza de las Tendillas. Sin embargo, la representación de Gonzalo Fernández de Córdoba no siempre estuvo ahí ubicada, pues originalmente se instaló en la avenida del Gran Capitán y no sería hasta 1927 cuando se trasladara a su destino definitivo.
Sin embargo, la representación de Gonzalo Fernández de Córdoba no siempre estuvo ahí ubicada, pues originalmente se instaló en la avenida del Gran Capitán y no sería hasta 1927 cuando se trasladara a su destino definitivo.
Para reponer fuerzas, siempre es buena opción comer en algunos de los bares y restaurantes de la Ribera, desde donde contemplar inigualables estampas del Casco Histórico de la Ciudad. En torno al Guadalquivir hay una amplísima oferta gastronómica, que va desde la propuestas más vanguardistas a las más tradicionales sin despegarse ni un ápice de la idiosincrasia local.
Igualmente apetecible resulta durante la primavera acercarse a cualquiera de las decenas de puestos de caracoles que salpican la ciudad y cuyas terrazas son un auténtico bullir de público tanto cordobés como visitante.
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