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Ibn Firnás: El rondeño que catapultó la ciencia en Al-Ándalus y tiene un cráter en la luna

Instauró los números en Al Ándalus, construyó un planetario, relojes de agua, redescubrió la manera de hacer trasparente el vidrio e intentó volar con un sistema de su propia invención

La conexión entre Córdoba y Bagdad sirvió para multiplicar las posibilidades científicas andalusíes

Imágenes del cráter Ibn Firnas en la luna a partir de imágenes del Apollo X. / James Stuby Based On Nasa

Córdoba sólo se levantó dos veces contra los Omeya. La última acabó con el califato, la primera casi le cuesta la cabeza a Al-Hakam que con un golpe de táctica militar de su guardia extranjera sujetó un ataque que parecía definitivo. Después, tres días de matanza y razia en el arrabal cordobés y el destierro para los rebeldes. El hijo de la esclava de Carlomagno fue el tercer emir independiente de Córdoba. Su capacidad bélica y crueldad sobrevive más de un milenio después de que se le cerraran los ojos en el alcázar cordobés en el 822. Es la época de Abbās ibn Firnás, un hombre del Renacimiento en la joven Córdoba omeya. Al-Hakam no sólo fue un guerrero, siguió la costumbre de la corte de Bagdad y otras grandes ciudades de la época y se rodeó de hombres de ciencia y cultura. Ahí encontró a un hombre terriblemente curioso y preparado que sirvió para catapultar la ciencia de Al-Ándalus: el rondeño Ibn Firnás. Trabajó para Al-Hakam y para los dos emires siguientes, trajo el cristal transparente, los números como los conocemos hoy en día, construyó un planetario, desarrolló la astronomía utilizando el Sind Hind hindú, perfeccionó relojes de agua y aún al final de su vida investigó su experimento más famoso: el hombre que volaba.

La figura de Ibn Firnás es conocida en todo el mundo por ser el protagonista del primer intento de vuelo documentado con intenciones científicas. En realidad fueron dos vuelos y aunque en uno se partió ambas piernas puede decirse que no salieron mal. Y es que ya era un anciano cuando trató de volar desde una torre en la Rusafa de Córdoba, que era una finca de recreo de los emires. Ideó un ingenio mecánico, invitó a la flor y nata de la ciudad -entre ellos Abderramán II- y saltó. La Real Academia de la Historia recoge los testimonios sobre el salto del sabio andalusí. Según Ibn Said, "se las ingenió para que su cuerpo volara. Se revistió con plumas sobre tiras de seda. Entonces le fue posible dar un salto en el cielo de la zona de la Rusafa, alzarse por el aire y planear sobre él hasta que cayó a una considerable distancia"; y la otra versión es la de el Nafh al-tib de al-Maqqari: "Se las ingenió para que su cuerpo volara. Se revistió con plumas y se colocó dos alas. Voló por el aire una gran distancia; porque el ingenio no le sirvió en la caída, porque se dañó el trasero. No tuvo en cuenta que el ave cae sobre el arranque de su cola y no se fabricó ninguna".

Este hecho que afrontó con bastante edad pero que no le costó la vida, ha supuesto que, por ejemplo, que uno de los aeropuertos de Bagdad lleve su nombre y múltiples reconocimientos en el mundo islámico. Pero la trascendencia del legado de Ibn Firnás va mucho más allá de su experimento aéreo. Abderramán II amplificó la querencia por las artes y la ciencia que pudiera tener su padre. El arte, la industria y la ciencia fueron parte importante en su mandato junto a la reestructuración económica. Sentó las bases para que décadas después Córdoba tuviese la mayor biblioteca del mundo y fuese un centro único de cultura. Ibn Firnás fue uno de los actores principales en esa función que dio un giro a la ciencia en el Sur de la península ibérica.

Viajes a Bagdad, números y adelantos astronómicos

En la cara oculta de la luna hay un cráter que lleva el nombre del sabio rondeño. No es para menos. Ibn Firnás viajó en varias ocasiones a Oriente. Estuvo en Bagdad y es probable que coincidiese con uno de los matemáticos más importantes de la historia: Al-Juarismi (Algorithmi en su versión latinizada), jefe de la Casa de la Sabiduría de Bagdad mediado el siglo IX, precursor de los números tal y como hoy los conocemos, entre otras muchas aportaciones. Como las tablas del cielo que contaban con el conocimiento del Sind Hind hindú y que sirvieron para cambiar la concepción de esta ciencia en el continente europeo a partir de entonces. Junto a la numeración arábiga y el concepto de las primeras brújulas fueron algunos proyectos en los que el rondeño trabajó y fue desarrollando su saber.

Ibn Firnás supo aprender y aplicar conceptos vanguardistas en la época en muchas disciplinas científicas y cabe destacar otro de sus trabajos que puede parecer un pequeño cambio pero que sobrevive: el cristal trasparente. No era algo desconocido en el mundo, pero su manufactura sólo se producía en algunos lugares del Mediterráneo. En aquella época, en la península ibérica se traía el cristal del exterior y Ibn Firnás experimentó fórmulas para preparar vidrio a partir de arena y otros elementos químicos. El producto de su curiosidad e investigación fue que este tipo de industria floreciese en Córdoba y en otros puntos de la geografía andalusí que recuperó varios procedimientos olvidados que repercutieron en el aumento de la calidad de vida y la industria de la zona.

Estatua dedicada a Ibn Firnás en la actual Bagdad. / Zaltmatchbtw

El breve repaso a la trayectoria de Ibn Firnás pone de manifiesto que fue una especie de hombre del Renacimiento cinco siglos antes de que este movimiento apareciese con fuerza desde la península itálica. Además, su intento estudiado de vuelo vuelve a ponerlo muy por delante de su época, ya que no hay datados intentos similares hasta precisamente el Renacimiento cuando algunas máquinas voladoras fueron diseñadas por los hombres más importantes del momento y hay quien dicen que tenían conocimiento del proyecto del andalusí.

Legado y rincones de Ibn Firnás

Aunque se sabe que nació en Ronda, la zona no era un lugar especialmente tranquilo en los primeros años de Ibn Firnás. Creció y estudió en Córdoba y allí pasó gran parte de su vida. Hace poco más de un lustro se descubrió en Córdoba el trazado de la rusafa que usaran Al Hakam y Abderramán II, lugar en el que se produjo el famoso intento de vuelo. Además, uno de los puentes más nuevos sobre el Guadalquivir de la ciudad andaluza tiene el nombre del sabio andalusí, del mismo modo que la Asociación Astronómica de Ronda también recuerda a su paisano. Si la historia de Ibn Firnás es inspiradora, la ciudad del Tajo tiene mucho patrimonio que visitar de la época andalusí y, por supuesto, también Córdoba. Pero en Ronda hay algunas construcciones únicas que se han conservado de una manera especial hasta nuestros días.

Los baños árabes y la mina de agua puede ser dos de los principales lugares, o los más espectaculares, donde sentir el embrujo andalusí en Ronda. Los baños árabes son de los mejor conservados de este tipo y recorrerlos permite conocer exactamente cómo era el sistema que proveía de gran lujo al recinto en la época. La mina de agua, por su parte es otro ingenio sorprendente que ha pervivido en el tiempo, aunque es de una época bastante posterior a la vida de Ibn Firnás. En el siglo IX, Korah Tarkn era la provincia que acogía a Ronda y en ella había población bereber. En la capital cordobesa, es fácil seguir los pasos de Al Hakam y Abderramán II, el alcázar, las proximidades del Guadalquivir y el casco antiguo ofrecen muchas posibilidades al respecto.

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